Celia Cruz, una historia de Guantánamo

Al cumplirse 100 años de su nacimiento, a la bien llamada Guarachera de Cuba le hicieron una misa en La Habana, pero otros homenajes que estaban previstos fueron suspendidos por el régimen de la isla


AQUILINO JOSÉ MATA

26/10/2025

Un pequeño grupo de músicos y admiradores se reunió esta semana en la Basílica de la Caridad, en La Habana, para celebrar una misa en honor de la legendaria cantante cubana Celia Cruz, con motivo del centenario de su nacimiento. Sería el inicio de varios eventos, entre ellos un homenaje teatral, que resultaron intempestivamente cancelados por el régimen, del cual la artista fue una crítica severa, producto de su enemistad con Fidel Castro, el líder revolucionario, desde el mismo momento de su arribo al poder el 1° de enero de 1959. Ese mismo año la artista ya era muy popular en Cuba como vocalista de la Sonora Matancera, cuando cantando en la fiesta de un poderoso empresario, arribó Fidel Castro, quien deseaba conocerla, pues aseguraba que cantaba Burundanga cada vez que limpiaba su fusil en la Sierra Maestra. Cuando la mandó a llamar, ella dijo: “A mí me contrataron para estar paradita junto al piano. Si quiere, que venga él”. No fue. En otra ocasión, Fidel fue el sorpresivo invitado especial a un espectáculo del Teatro Blanquita de La Habana. Allí solicitó al organizador del show que la guarachera le interpretara Burundanga, pero ella instruyó a los músicos para que dijeran que no traían la partitura y que no se la sabían de memoria. También se le pidió a los artistas que después del concierto fueran a saludar a Fidel. Celia se negó.

De eso de pelear por lo que ella quisiera hacer en la vida, la había enseñado su madre, a la que llamaban Ollita y a la que en aquel momento le diagnosticaron un cáncer. Poco después, el padre de Celia moriría. Para auxiliar a Ollita en su enfermedad se necesitaba el dinero y salieron dos buenos contratos por un mes en México. El 15 de julio de 1960 subió al avión con la Sonora Matancera. Los contratos se fueron extendiendo. Entonces el gobierno castrista ordenó que todo aquel cubano que quisiera conservar su ciudadanía, tendría que volver a más tardar en octubre. Celia desacató la orden y Fidel acusó recibo por lo que consideraba otro desaire. Cuando en abril de 1962 murió Ollita, Celia hizo trámites para acudir al sepelio de su madre y Fidel no se lo permitió, por lo que juró no volver en tanto el tirano existiera, sin imaginar que viviría hasta 2016, trece años más que ella.

En 1990 es invitada por el Congreso de Estados Unidos para cantar en la Base Naval de Guantánamo, territorio militar de 117 kilómetros cuadrados ocupado por Estados Unidos desde 1903, producto de un tratado cubano-norteamericano. Allí un fotógrafo del Miami Herald la captó agachada, metiendo la mano debajo de la reja que divide los dos territorios. Estaba tomando un puñado de tierra del otro lado para colocarla en un vaso. “Para que lo pongan en mi ataúd”. Y así sucedió.

Durante una actuación en México, en noviembre de 2002, de repente ya no pudo hablar. Era un tumor cerebral, que se la llevó ocho meses después, en julio de 2003. Memorables son las imágenes de su funeral, primero en Miami y luego en Nueva York, dentro de una imponente carroza, tirada por dos caballos blancos, que circuló entre decenas de miles de admiradores. Entonces su risa eterna cobró sentido cuando tuvo entre sus manos, dentro del ataúd, un tesoro muy preciado: el puñado de tierra cubana que trece años antes había tomado en su visita a la base naval de Guantánamo.
@aquilinojmata