Los museos también son lugares de resistencia.


Una de las cosas que cambió recientemente mi percepción sobre el conflicto político venezolano fue visitar el Museo de la Libertad en Países Bajos. El @Nooit1Verhaal antes se llamaba Museo de la Liberación porque allí en Groesbeek se realizó uno de los últimos combates contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Con el paso del tiempo han ido agregando mucho más material sobre otras libertades en el mundo, sin dejar de recordar la Operación Market Garden y los esfuerzos de los holandeses por sobrevivir al totalitarismo.

El panel se refiere a las decisiones que debían tomar los ciudadanos ante la ocupación alemana:

  • Acomodarse (adaptarse)
  • Resistir
  • Colaborar
    La resistencia holandesa estaba conformada apenas por el 0,5% de la población, mientras que los colaboradores de los nazis eran el doble, el 1%. La gran mayoría de la población, si no se fue de la región, asumió que debía acomodarse y seguir, quizás creyendo que de esa manera no se vería afectada. La hambruna provocada por los nazis en 1944 los sacudirá generacionalmente para recordarles que no.

Desde noviembre le estoy dando vueltas a las cifras. La resistencia siempre fue minoría y sus riesgos eran altísimos. Los colaboracionistas no solo se activaron allí sino también en la propia Alemania, en la Francia de Vichy y muchos otros contextos autoritarios. Siempre se crean incentivos y hay algo de ánimo propio para trabajar con quienes hacen daño.

Es natural que todos piensen en la sobrevivencia, pero algunos solo la piensan en términos personales, otros la calculan para su familia o su grupo de pertenencia, y otros tratan de trabajar por la libertad de todos. En Países Bajos, por ejemplo, fueron asesinados 3 de cada 4 judíos. Esa tensión siempre se va a mantener y es el origen de la diversidad de agendas con las que debemos lidiar en entornos donde la democracia está asfixiada.

No sé si estas cosas las miden los encuestadores o si los mismos encuestadores ya escogieron a cuál grupo pertenecen. Eso sería terrible porque en lugar de calcular escenarios y medir opinión pública, solo intentarían imponerle su opinión al público y moldear los escenarios según la agenda de sus financistas. Esperemos que algunos se sigan rebelando.

Tampoco sé si los empresarios que calculan las ganancias de trabajar con los agresores, cuentan también el daño que ocasionan. En Venezuela, por ejemplo, se dio la paradoja de que el lobby empresarial que busca normalizar la falta de libertades, dijo tantas veces en espacios diplomáticos que el país estaba muy bien y en recuperación, que con su discurso optimista colaboraron en la caída en los fondos de la ayuda humanitaria 2023-24 para el país. Hoy la cantidad de gente que necesita asistencia y que está en la pobreza más precaria, no podrá ser absorbida por ninguna de sus empresas. Tampoco esas personas podrán consumir los productos que dicen ofrecer.
Negando la crisis, la profundizaron. Por eso las agencias humanitarias tienen un alcance mucho menor al de las necesidades de la población.

Finalmente, no sé cuál será el destino de los actores políticos que decidieron cooperar y darle más poder al poder a cambio de migajas. Seguirán teniendo espacio en medios, seguirán jugando el rol títere “de Vichy”, quizás sigan recibiendo dinero de la corrupción, pero hasta eso tiene límites y se acabará. Quizás queden para el museo de la desfachatez.

Una de mis dudas no resueltas es por qué hay gente que en estos contextos decide hacer daño.

Otra duda es por qué incluso, en circunstancias de horror, hay cínicos que intentan equilibrar las responsabilidades “de lado y lado”. El ambosladismo es otra forma de complicidad y debe denunciarse.

La resistencia siempre fue minoría, es lo que me repito desde que leí los paneles de la exposición. Pero viéndolo al revés, es impresionante cómo aún siendo censurados y perseguidos, los miembros de la resistencia consiguieron formas de comunicarse y coordinar, preservaron su dignidad y la de los suyos. Compartieron valores que atravesaron momentos oscuros e inspiran hasta el presente, sin necesidad de sentir vergüenza por no alcanzar sus objetivos más rápido o sin necesidad de ayuda externa. Decidieron estar en el lugar más difícil en los peores momentos, y eso es valioso. No fueron derrotistas. Controlaron sus miedos. Eso lo podemos aprender hoy.

Cualquiera quisiera que ese movimiento fuese algo masivo, contagioso, que interrumpiera por un momento la vida de quienes fingen normalidad para provocar los cambios que hacen falta, pero así no funcionan las vanguardias. Más bien hay que fortalecer los nexos de confianza y seguridad entre los que trabajan por ser libres.

Los museos también son lugares de resistencia.

Tomado de Twitter

Comentarios de Facebook