El legado de Osvaldo Bayer


Un grupo de huelguistas detenidos, que luego serían fusilados.

Entrevista a Esteban Bayer sobre el juicio por los fusilamientos patagónicos de 1920

El investigador y periodista analiza el proceso de reparación histórica que se busca con un Juicio por la Verdad en Santa Cruz. 

Patricia Chaina

Por Patricia Chaina

“¿Qué significa para la sociedad santa cruceña, reivindicar la huelga?” se pregunta Esteban Bayer. Siguiendo los pasos de Osvaldo, su padre, Esteban que reside en Alemania asiste cada 8 de diciembre a los homenajes en la estancia santacruceña La Anita. “El lugar donde se cometió el más grande de los fusilamientos, y donde se acaba la huelga porque después de eso terminan fusilando a todos”, repasa sobre las masacres conocidas como los sucesos de la Patagonia trágica, de 1920 a 1922. “Allí todo está igual, la escena es la misma, los cerros, el casco de la estancia, los galpones donde estuvieron detenidos los huelguistas la noche anterior. Todo igual, tal vez un poco más pintado, hasta los mismos dueños”.

“Te parás ahí donde fueron fusilados –describe en la entrevista con Página/12–, y ves lo que ellos vieron, el paisaje hermoso, los colores, y podés sentir el viento y los olores que sintieron esos hombres minutos antes de ser ejecutados”. Hay un sitio de memoria allí. Está integrado a una red provincial que rescata la memoria de las huelgas. “En lo personal me entusiasma porque se sigue la investigación de mi padre, pero más por la vigencia del hecho, por su actualidad”. Para este Bayer –también periodista e investigador como su padre–, encontrar a los responsables y ver por qué sucedió la masacre “permitiría explicar muchos procedimientos que persisten hoy en el funcionamiento social”. Eso motiva su participación en esta investigación ad hoc  al juicio que se sigue en el Tribunal Federal de Caleta Olivia.

Esteban Bayer explica que “la sociedad mantiene viva la memoria de lo que sucedió hace cien años. Se fusiló, lo sabemos, los protagonistas ya no están, pero sí las instituciones a las que pertenecían: fuerzas de seguridad, el Gobierno nacional de Yrigoyen, porque el Estado envió a las tropas, y la Justicia que nunca en cien años investigó nada”. El periodista también señala a la Sociedad Rural que llamó a las tropas y marcó a quienes tenían que ser fusilados. 

“La Sociedad Rural, por cierto, nunca asumió su responsabilidad” agrega. Sobre el Parlamento se explaya: “Nunca habían hecho nada sobre el tema, nada que pueda devolverle la dignidad a la sociedad santacruceña”. Esta estructura sigue intacta, afirma. “Una impunidad total que, a lo largo de la historia se repite. Por eso queremos que se haga justicia y que, a través de las personas involucradas; las instituciones que participaron a través de estas personas; asuman su responsabilidad” sostiene.

La memoria de las huelgas

La Red por la Memoria de las Huelgas es una asociación civil que funciona en toda la provincia. En San Julián “se pudo rescatar la ex comisaria donde estuvieron detenidas las famosas cinco prostitutas del pueblo”, recuerda Esteban sobre las mujeres que se negaron “prestar servicio” a los militares al grito de: “¡Asesinos!”. Al edificio lo estaban por tirar abajo, cuenta, porque “lo compró una escuela de monjas, justamente”. Y se impidió el derrumbe.

“En cada ciudad hay iniciativas locales de vecinos –detalla– que se ocupan de mantener viva la memoria: inauguran museos, cambian el nombre de las calles, rescatan sitios históricos”. Hay homenajes en Rio Gallegos, Puerto Santa Cruz, Piedra Buena, San Julián, Deseado. En Jaramillo donde matan a Facón Grande, hay un museo dedicado a él. En el interior se conmemora en Gobernador Gregores –donde matan a Albino Argüelles–, y en Calafate, a orillas de Lago Argentino, en la estancia La Anita.

“La memoria rescata la verdad, esto nos enseñó Osvaldo a través de sus libros, de su investigación, de la película (La Patagonia Rebelde, dirigida por Héctor Olivera) y de sus charlas, que fue su actividad más importante” afirma Esteban sobre las conferencias que daba su padre, de pueblo en pueblo, rescatando la verdad tapada por 50 años por la historia oficial. El objetivo: imponer intereses particulares. “La historia demuestra que los intereses de los terratenientes iban contra la mayoría de la sociedad, y sigue siendo igual –aporta–, son sus intereses particulares, y los imponen como más importantes que los derechos del resto de los habitantes”, fundamenta.

El legado de Osvaldo

Hace muchos años familiares de un fusilado en Jaramillo presentan una demanda para saber dónde fue fusilado y dónde están sus restos, pero la justicia de Santa Cruz estancó la denuncia. Hace un año la provincia, a través de Secretaría de DDHH se presenta como querellante y exige una investigación en el marco de los Juicios por la Verdad. Pero la fiscalía y el juez de Caleta Olivia consideran que no hay documentos para probar responsabilidad institucional. “No se puede iniciar una causa” les dicen. Los libros de Osvaldo Bayer “no tienen fuentes”, sostienen. “No sirven como prueba”. Aun cuando Los vengadores de la Patagonia trágica (cuatro tomos publicados entre 1972 y 1978), detalla las investigaciones que los sustentan. La justicia pide más “prueba fehaciente”.

Así nace una investigación que crece a través de la Red de Memoria expuesta al conmemorarse el centenario. Se acercan familiares que dicen “yo también tengo un antepasado que fue víctima de la represión patagónica” refiere Esteban. Las historias recuperan su potencia, atraviesan el tiempo. Desafían a la impunidad. Y marcan un camino, “el que sigue nuestra sociedad que, tras la última dictadura condenó a los responsables militares y policiales, sí, pero no a los actores económicos, ni a la justicia, ni a los que callaron, los cómplices silenciosos”, detalla.

“No se trata de revanchismo, sino de que nuestra sociedad se sienta capaz de frenar este tipo de atropellos en el futuro” sostiene el investigador. “Y que se sepa que estos hechos se van a perseguir, 100 o 200 años después. Ya la sociedad tomó como propia la reivindicación de las huelgas. Esto significa que, aunque Osvaldo no está, el tema se sostiene porque la sociedad sigue luchando para que se haga justicia. Es lo mejor que le puede pasar a un historiador”, reflexiona.

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