Deportistas víctimas de discriminación


Muhammad Alí con Nelson Mandela, grandes luchadores contra el racismo.

La ejecución, muerte, del afroamericano George Floyd en Minneapolis y las consecuentes protestas en varias ciudades de Estados Unidos es apenas la punta del iceberg. Es tan solo una pequeña porción separada de la gran masa helada de racismo que comenzó a desprenderse desde las mismas raíces de la fundación como país de Estados Unidos.

Ese gen de odio racial ha afectado al país de Washington (George, tocayo del asesinado Floyd), Abraham Lincoln (oficializó, sobre el papel, la libertad de los negros), Roosevelt (Teodoro y Franklin), Kennedy, Nixon, Hoover (CIA), los Bush, padre e hijo…, (Oreo) Obama, hasta, cuándo, Trump.

Largo período de injusticia sobre los hombros de los esclavos africanos, los Kunta Kinte, nacidos de las raíces de la novela de Toby Waller. Triturados sus derechos humanos en las llantas del autobús fascista que intentó detener Rosa Parks.

Arrechera que pasó por encima de los discursos y la vida misma del doctor Martin Luther King, de Malcolm X, entre otros mártires y que afectó la vida estadounidense en todos sus órdenes, incluyendo el campo deportivo. Terreno dentro y fuera del cual batallaron atletas como Jack Johnson, primer campeón mundial negro, Muhammad Alí, ambos de boxeo.

El mismo Jim Thorpe, multiatleta, campeón olímpico de ascendencia indoamericana y Jackie Robinson, quien rompió la segregación racista en el beisbol.

La esperanza blanca

Johnson, campeón que había defendido por largo tiempo su título, desde 1908, pero quien fue perseguido, presionado, acusado de trata de blancas, hasta en su exilio. Allá, en La Habana de 1915, perdió ante el mediocre púgil blanco Jess Willard.

Famosa es la foto en la cual aparece Johnson sobre la lona, tapándose la cara con los guantes, más que por el inclemente sol habanero por vergüenza al haber negociado con el Departamento de Estado estadounidense el regreso a su país: si, solo si, perdía su titulo ante Willard.

Los racistas gringos de comienzos del siglo pasado no le perdonaban a Johnson que se empatara con chicas blancas. Que derrotara a su llamada Esperanza Blanca, un ex campeón llamado James Jeffries, en 1910. Entre otras cosas que le cobraron con cárcel o exilio, por el color de su piel, su rebeldía.

Cien años después (2018) de ser encarcelado por el delito de trata de blanca (algo así como: prostituir la prostitución), la figura de Johnson fue reivindicada nada más y nada menos que por Donald Trump, quien reconoció que El Gigante de Galveston, Texas, como también es conocido: “Había sido sentenciado con cargos evidentemente racistas, más que legales”.

Jim Thorpe (Izq) también fue víctima de la discriminación por su procedencia indígena.

Indio orgulloso

Situación parecida sufrió el descendiente de piel roja: Jim Thorpe. Campeón olímpico en pentatlón y deca-tlón. Jugó fútbol americano, baloncesto y beisbol. Por esto último fue acusado de profesional y le retiraron sus medallas olímpicas, ganadas en Estocolmo 1912.

Pese a sus éxitos, por su sangre india (nació en colonia Sac Fox, Oklahoma) fue siempre discriminado. En los años de la depresión Thorpe cayó en el alcoholismo. Falleció en la pobreza en 1953. Treinta años después el Comité Olímpico Internacional hizo justicia deportiva y le retornó sus preseas, ganadas sobre el terreno y perdidas en una mesa del despacho del COI.

Jackie Robinson rompió la barrera en grandes ligas, se convirtió en el primer negro en jugar en ese beisbol.

Historia más cercana

Más cercana fue la guerra extradeportiva que tuvieron que enfrentar Jackie Robinson y Cassius Clay (Muhammad Alí). Jack Roosevelt Robinson fue el primer afroamericano que ingresó a las Ligas Mayores del Beisbol (MLB, siglas en inglés), el 15 de abril de 1947. Pero antes de firmar con los Dodgers de Brooklyn tuvo que aguantar el rechazo, él y su familia, de aficionados y compañeros de equipo por ser negro.

Demostró ser un pelotero excepcional al dejar para la posteridad 137 jonrones, 734 carreras impulsadas para un promedio de .312 y una ristra de títulos de bateo y series mundiales para su novena.

Como ciudadano siempre fue un luchador por la reunificación de la gente de color, en esos años difíciles en que eran frecuentes las amenazas de muerte.

Tras su retiro (1956), Robinson acompañó las luchas contra la segregación racial encabezadas por Luther King. En una ocasión dijo a un periodista blanco: “No pretendemos nada especial (…) solo vivir como ustedes, como nuestra constitución lo demanda”.

El más versátil

El boxeador Alí fue más radical. Cambió su nombre de Cassius Marcellus Clay por el de la religión musulmana Muhammad Alí. En esa ocasión, 1964, venía de ganar el título mundial peso completo a Sonny Liston, y argumentó que: “ Cassius Clay es un nombre de esclavo.

Dado por los amos esclavistas a mis antepasados. Ahora soy Muhammad Alí (el Amado por Dios). Soy un hombre libre por el Islam”.

La factura, por su osadía de ser un negro respondón, engreído y parejero, fue cobrada en 1967 por la supremacía blanca, tras negarse a ser alistado en el ejército de Estados Unidos e ir a la guerra de Vietnam.

Su posición era: “No voy a defender los intereses de la supremacía blanca que nos maltrata por nuestro color de piel (…) No voy a ir a matar a personas que jamás me han hecho nada. Además, mi religión (el islamismo) no me permite segar la vida de nadie”.

Alí fue despojado del título mundial. Encarcelado por casi tres años. Una vez liberado fue dos veces más campeón mundial al ganarle a George Foreman (1974) y Leon Spinks (1978). Luego de retirarse se mantuvo ligado a las luchas sociales. Incluso sirvió como embajador de buena voluntad, como en aquella ocasión que logró la liberación de un grupo de rehenes retenidos durante la guerra del Golfo Pérsico.

Viajó a Bagdad (Irak) para hablar con el entonces presidente Saddam Hussein, quien aquel 2 de diciembre de 1990 accedió a liberar a 15 estadounidenses y 18 prisioneros de otras nacionalidades luego de los buenos oficios del excampeón mundial que se estaba convirtiendo en un peso completo por la paz.

Entonces ya el Parkinson minaba su salud, enfermedad que acortó su nueva faceta de embajador, no oficial, pero sí cimentada en su prestigio deportivo (campeón olímpico, mundial) y personal. El 3 de junio se cumplieron cuatro años de su fallecimiento, pero dejando un legado de lucha por la igualdad y paz entre los seres humanos, lo cual está más vigente en estos momentos en su país natal.

JOSÉ CUEVAS / CIUDAD CCS

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