CAMUS: EL SENTIMIENTO OSCURO DE ESCRIBIR


DANIELLE TRIAY

El lunes 4 de enero de 1960, a la 1 y 55 minutos un automóvil rueda por la carretera recta de Sens hacia París, es un Facel-Vega, lo conduce Michel Gallimard, a su lado Albert Camus, de 46 años; el vehículo, sin que haya problemas climáticos va a estrellarse contra un árbol del borde de la carretera, un único fallecido instantáneamente, Camus. Del maletín que ha sido expulsado del vehículo junto con el escritor surge su manuscrito de El Primer Hombre y El Gay Saber de Frederick Nietzsche. Gallimard moriría unos días después. Su cédula de identidad dice: Albert Camus, escritor, nacido el 7 de noviembre en Mondovi, provincia de Constantine. Necesaria ha sido esta escenificación escrita de la muerte de un teatrero que se prodigaba en la naturaleza y en la Historia. Una naturaleza solar que lleva en su sistema axiológico a la muerte, como bien se nota en El Extranjero.

Muere así un pensador joven que se ha negado a permanecer en silencio frente a los acontecimientos de su tiempo. Como periodista, Camus ha vivido tres conflictos bélicos: la guerra española (1936-39), que sigue como fervoroso simpatizante de los republicanos en su lucha contra el fascismo. Desde 1939 a 1945 se compromete completamente con la Resistencia francesa al fascismo por medio del periodismo militante. En los años 50 sigue la experiencia dolorosa de la guerra de liberación argelina de la Francia colonial. La gloria le llega con el premio Nobel de literatura en 1957. Cultivó todos los géneros literarios, especialmente el teatro: Caligula, El Malentendido entre otras piezas. Tuvo una de las polémicas intelectuales más importantes del siglo XX, con Sartre.

Albert Camus solo tiene un año cuando su padre muere en Francia, en la guerra 14-18, en la batalla del Marne; ese padre ha sido trabajador agrícola y su madre, Catalina Sintes, de origen menorquín (Menorca, isla balear española), es analfabeta y sorda. Poco les habla a los hijos esa mujer silente. La familia con el fallecimiento del padre en la metrópoli se traslada desde el interior hacia Argel, ahí es criado junto a su hermano por su madre y la abuela materna, en el barrio obrero de Belcourt.

Camus es becado por la escuela primaria y cursa estudios de filosofía en bachillerato. En ambas enseñanzas se le reconoce su singularidad intelectiva, por ello es ayudado por dos profesores, Germain y luego, Grenier, a quien el filósofo dedicará su discurso ante la academia sueca. Viene la enfermedad: tuberculosis, que le impide entrar en la universidad y así optar por una plaza de profesor; los exámenes médicos se lo impiden. Es seducido por el teatro desde muy joven (Calígula es montada en París en 1944, pero la pieza fue comenzada en 1938); se hace periodista en el Argel Républicain, luego, durante la guerra 1939-1945, con la Resistencia participa en la fundación del famoso periódico COMBAT. Era el periodista más leído de ese periódico, -al comienzo clandestino-, durante la 2ª guerra mundial y luego, también, admirado, por la justeza, lucidez, y corrección de sus escritos, en los cuales, en 1945, este Justo solitario, denuncia el horror del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, al igual que denuncia la miseria de la Kabyla argelina en los años de Argel, y lucha por la abolición de la pena de muerte en la Francia de los años 50, es famoso su Alegato contra ese castigo extremo.

Conocerá el éxito intelectual con su célebre ensayo EL MITO DE SÍSIFO y dos novelas El Extranjero y La Peste. Al principio de su aventura intelectual se sitúa muy cerca de Sartre y los existencialistas, se separa de este grupo después de la guerra y de la publicación de un ensayo muy   discutido y cuestionado, EL HOMBRE REBELDE (1951). Luego de todo esto, los problemas personales y la guerra de Argelia provocaron en él una grave crisis interior que resulta en LA CAIDA, última novela publicada en vida.

El tema de partida y fuente de creación en la primera época de escritura camusiana es la noción de Absurdo, sobre esto el novelista dice: â€œDecía yo, muy a la ligera, que el mundo es absurdo. Pensándolo bien, el mundo no es razonable, es todo lo que puede decirse. Pero lo que es absurdo, es la confrontación de lo irracional con el deseo emocionado de claridad, cuya llamada late en lo más profundo del ser humano… A partir del momento en que la absurdidad es reconocida se transforma en una pasión desgarradora”. Pero ¿qué es el Absurdo? â€œEs una densidad, una extrañeza del mundo, es pecado sin Dios. No existe lo absurdo fuera del alma humana. Por lo tanto el absurdo acaba como todo, con la muerte. Tampoco existe lo absurdo fuera de este mundo. Partiendo de este criterio elemental, juzgo que la noción de absurdo es esencial y que puede constituir la primera de mis verdades.”

Si bien las constataciones que preceden son concebidas como esenciales, sin embargo, en el Mito de Sísifo (1942), se relativizan así: si el mundo es absurdo el ser humano puede proyectar a partir de sí mismo un orden y una moral en vez de acatar ese absurdo, suicidándose.

¿Qué hacer si lo que nos rodea no tiene sentido? Ese Mito busca una respuesta moral, práctica y cotidiana. El suicidio no es una solución, el ser humano debe admitir la extrañeza de su condición y asumir el deseo de claridad que se le ofrece ante tanta irracionalidad. Una lucidez que podrá llenarlo de alegría.

Al ser humano ante lo Absurdo, se le presenta la ocasión de ahondar en todo lo que le es dado, sin tomar en cuenta la escala de valores, esto significa que no actúa resignadamente ante lo indescifrable de lo Absurdo. Siendo así, están echadas las bases para una moral de los derechos del humano. Como consecuencia tenemos que el artista de lo Absurdo no es ya un resignado porque puede llegar a crear un pensamiento de rebeldía, de alegría de vivir, un HOMBRE REBELDE, en fin. Decimos nosotros, de un humano rebelde con la inclusión de una mujer igualitaria.

En la época en que Camus sugiere y construye su hombre rebelde, Europa vivía plenamente en la guerra fría, y debía de ser muy valiente Camus para siendo de izquierda estar en contra de todos los totalitarismo ideológicos, de todas las formas de inquisición y de todos los macartismos, de la procedencia que fueran. El pensador tolerante y justo supo, en el Hombre Rebelde, lanzar un llamado a las matizaciones, a la relativización, a la aceptación de las limitaciones humanas.

Con respecto a su país, Argelia colonia francesa, esa ética le hacía imposible olvidar a las víctimas de la guerra de liberación, caso que lo llevó a defender lo imposible: la coexistencia en igualdad de derechos de dos pueblos (francés colonos católicos y argelino musulmán) en una misma nación. En su último fragmento vital, el escritor no volvió a comentar ni a escribir nada sobre el tema argelino. La crisis estaba en puertas: ¿cómo ser justo con los dos campos enfrentados?

Han pasado 100 años de su nacimiento el año pasado, pero todavía está presente en el ideario intelectual del mundo y su obra sigue editándose y leyéndose. Para sus lectores de literatura es una delicia descifrar su prosa amorosa, austera y comprensible, así leemos en Noces: â€œEn primavera, Tipassa (Ruinas romanas de Argelia) está habitada por los dioses y los dioses hablan bajo el sol y el olor de los absintios, el mar acorazado de plata, el cielo azul crudo, las ruinas cubiertas de flores y la luz fulgura a borbotones sobre los amasijos de piedras.”

En su discurso de agradecimiento en la entrega de su Nobel de literatura (1957), en Estocolmo, Camus decía: “Desde hace más de 20 años de esta historia demencial he estado apoyándome en el sentimiento oscuro de que escribir era actualmente un honor, porque ese acto me obligaba a no solo escribir, me obligaba particularmente a llevar, en la medida de mi capacidad, la desgracia y la esperanza que compartíamos con todos los que vivían mi misma historia.”

Para el pensador palestino, Edward W. Said, en Cultura e Imperialismo, la obra de Camus no escapa a la mentalidad colonial de su tiempo. Para éste, Camus sería â€œun hombre moral en un mundo inmoral”. Al autor de “El extranjero” se le reprocha haber dejado escapar realidades imperiales que eran evidentes. En el texto Said apunta que Camus juega un papel particularmente importante en los siniestros sobresaltos colonialistas que rodearon el nacimiento doloroso de la descolonización francesa del siglo XX.

El objetivo de Said es el de examinar la obra literaria de Camus como elemento de la geografía política de Argelia, construida metódicamente por Francia a través de varias generaciones para poseer el territorio en cuestión.

Según este pensador palestino, Camus está animado por una sensibilidad colonial tardía y blanda que se refleja en una novela realista ya pasada de moda en Europa. Apuntamos que Camus, en contra de lo que dice Said, no cultiva la novela realista de tradición decimonónica, por el contrario, logra representar simbólicamente un campo narrativo que hace de la alegoría su principal herramienta retórica.

Para otro analista de grandes personajes literarios, O’Brien, Camus gozó de una experiencia personal privilegiada. Recibió una educación totalmente francesa que no le impidió redactar antes de la 2a guerra mundial un célebre informe sobre las desgracias de los nativos argelinos, todas debidas al colonialismo francés.

No obstante, en la cita que sigue sobre Nasser y las independencias africanas, Camus lo dice todo: â€œen lo que respecta a Argelia, la independencia nacional es una fórmula puramente pasional. Nunca ha existido una nación argelina. Los judíos, turcos, griegos, italianos, bereberes también tendrían derecho de reclamar el gobierno de esa nación virtual. Los árabes actualmente no conforman ellos solos a Argelia. La importancia y la antigüedad del poblamiento francés son suficientes para crear un problema incomparable en la historia. Los franceses de Argelia son también en sí mismos y en sentido fuerte indígenas. Añadamos que una Argelia puramente árabe no podría acceder a la independencia económica sin la cual la independencia política no es sino un engaño.”

Nosotros debemos acotar aquí que si los franceses de Argelia se hubiesen sentido indígenas del norte de África, como lo afirma Camus, no se hubiesen marchado precipitadamente de su país en cuanto llegó la Independencia con Ben Bella.

El año pasado (2013) se publicó en Francia un libro de Paul Audi, titulado â€œQuién testimoniará por nosotros. Albert Camus frente a sí mismo”.Que viene a decir que la justicia es solamente el ejercicio de un juicio que trata de hacer un equilibrio entre el crimen y el castigo, entre la iniquidad y su indemnización, entre la culpa y su reparación. Esto traería como consecuencia un riesgo, el de reprimir lo que se podría llamar la “parte maldita” del juicio que solo tiene como tarea la de reconducir el mal, castigar por medio del sufrimiento de la sentencia la violencia del crimen, estigmatizar, excluir y separar.

¿Qué hacer con este aspecto del juicio que amenaza con desfigurar a la justicia?

Este es un asunto que persiguió por años a Albert Camus como también a Kafka, y claro está, a Nietzsche, y puede parafrasearse así: ¿Cómo imaginar y poner en marcha una justicia sin juicio? ¿Cómo juzgar siendo justo? ¿Cómo ser justo sin ser juez? ¿Cómo no solo juzgar, sino comprender?

Una de las soluciones presentadas por Camus es la creación de un espacio en el que juzgar no tenga derecho de ciudadanía. En que no exista ese juzgar que los humanos hacen unos contra otros porque no creen ya en el juicio divino y continúan creyendo que ser justo significa convertirse en juez.

Audi, para explicar que la disociación entre justicia y juicio debería abrir un horizonte de sentidos nuevos a una humanidad privada de brújula, se dedica a medir la profundidad de la crisis que conduce a Camus a escribir, algunos meses antes de morir, este terrible ultimátum: “Me declaro la guerra y me destruiré o renaceré, eso es todo”. Principio del formulario

Digamos, para concluir, que para Camus el meollo de sus preocupaciones es el individuo en un marco social, así se nota en El Extranjero, la Peste, la Caída. Los valores expresados en dichas obras son la conciencia de sí, la madurez de la ilusión, la firmeza moral ante la adversidad. Sus publicaciones son leídas actualmente como parábolas de la condición humana. Añado que su solidaridad con la República Española y su derrota por el fascismo, a la que Preston llamó “la última gran causa”, se refleja en este extracto de un artículo de Combat, donde también se nota su inquietud por el asunto de la justicia y lo justo, dice Camus: â€œfue en España donde mi generación entendió que se puede tener razón y ser derrotado, entendió también que la fuerza puede destruir el alma y que, a veces, la valentía no obtiene recompensa. Lo que explica, sin duda, porqué tantos seres humanos consideran el drama español como una tragedia personal”.

 

Comentarios de Facebook