Caotizar, radicalizar, derrocar


Por: Julio Escalona |

Nuestro país desarrolla a plenitud las consultas democráticas. En 18 años se han realizado 19 y ya están programadas elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y gobernadores para este año y alcaldes y presidente de la república en 2018.

La oposición ha rechazado la realización de la Asamblea Nacional Constituyente sin aceptar diálogo alguno, por ejemplo, sobre las bases comiciales las cuales, en un debate abierto, han podido ser modificadas. Eso reafirma su conducta desde que ganó el control de la Asamblea Nacional. No lo entendió nunca como la posibilidad de legislar para resolver problemas del país sino, como camino para derrocar al presidente Maduro y derogar la constitución de 1999. Por eso desde la época del Presidente Chávez nunca aceptaron diálogo alguno.

Le dieron seis meses de plazo al presidente para sacarlo del cargo, cuando en enero de 2016 podían activar el referendo revocatorio, pero eso implicaba apelar a la constitución de 1999 y el problema para ellos es derrocarlo y derogar la constitución bolivariana, pues ella impide implementar un programa neoliberal.

Luego aceptaron activar el referendo revocatorio, pero sin tener necesidad alguna, recogieron miles de firmas inválidas y cerraron esa posibilidad. Con el apoyo del Papá Francisco se activó un proceso de diálogo del que finalmente se retiraron y con el apoyo de EEUU, la derecha internacional y particularmente de nuestra región, han lanzado una jornada de violencia para derrocar al presidente. Necesitan crear ante el mundo la imagen de que en Venezuela el gobierno realiza una matanza generalizada que justifique una intervención internacional, que cuente con una resolución de la OEA, para “legitimar” acciones necesariamente brutales. Pero han fracasado en la OEA.
Como los dirigentes opositores no tienen fuerza interna para derrocar al gobierno, agudizan la violencia para generar más muertes que alimenten la campaña mediática internacional y por tanto, puedan acelerar la intervención externa más directa con una intervención más amplia de fuerzas paramilitares ya sembradas en el país y otras que avanzarían desde Colombia con fuerte apoyo militar, de inteligencia y logístico de EEUU, sin descartar la participación de otros países de la región. Por eso no llaman a la abstención frente a la ANC que podría desarrollarse de manera pacífica, sino al boicot, que puede provocar enfrentamientos y más muertes y crear un caso que permita invocar la Responsabilidad de Proteger, doctrina que establece que cuando el Estado respectivo no puede garantizar la seguridad de la población, la “comunidad internacional”, tiene el deber de proteger a esa población.

Eso representa una violación de la soberanía nacional, de no intervención en los asuntos internos de cualquier Estado y de los principios de convivencia pacífica entre las naciones. Fue aplicada por primera vez en Libia, según Ban Ki-moon, Ex-Secretario General de la ONU, uno de sus principales impulsores en alianza con EEUU. En esa oportunidad eso estuvo precedido por una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones. No será el caso ahora, pero EEUU interpreta o viola como le parece, las políticas de la ONU.

Como lo he dicho en diversas oportunidades estamos obligados a continuar ganando la batalla política en el mundo, en nuestra región y en nuestro país. Las decisiones para ir a la guerra están tomadas, pero hoy día la política es la continuación de la guerra por otros medios, al revés de lo que se sostenía antes, que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Por tanto, si garantizamos la victoria política evitaremos la guerra.

Haberlos derrotado políticamente en la OEA ha sido clave, pues les ha impedido crear una situación como la de Libia, que fue totalmente aislada en la Liga Árabe, mediante maniobras organizadas por EEUU. Ello los obliga a arreciar la ofensiva política y diplomática tanto en la región como en el mundo como parte de la guerra no convencional que se libra en nuestra patria. Esta es una batalla que se libra en el mundo, la región latinocaribeña y en las calles y pueblos de la República Bolivariana de Venezuela.

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