Maradona: La zurda rebelde de los pueblos contra el fascismo

Cada 30 de octubre, la nostalgia por la zurda mágica de Diego Armando Maradona se hace presente.

Por Jean Flores Quintana, Politólogo.

Pero hoy, en su cumpleaños, la evocación de su figura trasciende el recuerdo del barrilete cósmico para convertirse en la dolorosa constatación de un vacío. En tiempos donde un discurso de odio, disfrazado de libertad, avanza a paso firme por el continente, se extraña la voz popular, irreverente y sin concesiones del 10 para hacerle frente al avance fascista. Su ausencia resuena como un silencio atronador en el campo de la disputa política.

Más allá de su genialidad indiscutible, Maradona encarnó una potente y constante interpelación al poder hegemónico. Su figura, forjada en el barro de Villa Fiorito, trascendió la cancha para convertirse en un ícono de la resistencia popular y en la voz de aquellos que el sistema busca silenciar. Reducir a Maradona a la crónica deportiva es negar su dimensión política. Su vida fue un desafío constante al orden neoliberal y a las estructuras de poder que oprimen a los pueblos. Su legado es también su lucha.

En su accionar, Maradona desnudó la hipocresía de las élites y se erigió como un ferviente militante de las causas populares. Su alineamiento con la izquierda latinoamericana no fue una pose mediática, sino una consecuencia lógica de su origen de clase y de su aguda conciencia antiimperialista. Sus lazos fraternos con líderes como Fidel Castro, a quien consideraba un «segundo padre», y Hugo Chávez, de quien admiraba su «increíble sabiduría política», dan cuenta de una clara definición ideológica. Su apoyo a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, y su claro enfrentamiento a la derecha encarnada en Mauricio Macri —a quien no dudó en calificar como responsable del despojo al pueblo argentino— son una muestra de su coherencia.

El Sindicato de los Humildes: Desafiando a la FIFA y al Negocio del Fútbol

Una de las batallas más significativas de Maradona fue contra la mercantilización del fútbol, lo que lo llevó a impulsar en 1995 la creación de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP). Su objetivo era construir una herramienta de poder para los jugadores, especialmente los más humildes, como contrapeso a los «magnates y burócratas del fútbol mundial». Un ejemplo irrefutable de este compromiso con la clase trabajadora del deporte fue su explícito apoyo a la huelga de futbolistas chilenos en 1997, a quienes recibió y respaldó públicamente en su lucha por salarios y condiciones laborales justas.

Esa batalla, lejos de terminar, hoy se agudiza ante nuevas formas de explotación que seguramente lo habrían tenido en la primera línea. La crisis actual, marcada por la multipropiedad de los clubes —que convierte a las instituciones en meras sucursales de conglomerados financieros— y la invasión de las casas de apuestas, representa la fase más depredadora de ese negocio que él combatió. Su voz es la que falta para denunciar cómo estos fenómenos despojan al fútbol de su identidad y ponen en riesgo su integridad.

Contra la oscuridad | Diego Maradona | HISPANTV

Diego Armando Maradona fue para muchos, tanto en Argentina como en el mundo, el mejor jugador de la historia del fútbol. Pero también fue un defensor acérrimo de quienes, según él, estaban marginados.

La Voz de los Desposeídos: Un Compromiso Inquebrantable

La solidaridad de Maradona trascendió lo deportivo, convirtiéndose en una voz potente para los sectores más golpeados en toda Latinoamérica. Su respaldo fue visible al defender la educación pública junto a los estudiantes, al expresar su indignación por la precariedad de los jubilados y al posicionarse del lado de los trabajadores y profesores del continente, consciente de su origen de clase. De manera emblemática, su defensa de la memoria, la verdad y la justicia se manifestó en sus múltiples y afectuosos gestos con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a quienes abrazó y defendió, viéndolas como un símbolo inclaudicable en la lucha contra los crímenes de las dictaduras.

Esta solidaridad con los desposeídos no conoció fronteras. Su apoyo explícito a Cuba fue una constante, manifestado en su amistad con Fidel Castro y su denuncia permanente al bloqueo criminal. En Europa, su paso por el Nápoles se convirtió en un símbolo de apoyo a los humildes del sur de Italia, encarnando las aspiraciones de los pobres contra el opulento norte. Asimismo, este sentimiento se expresó de forma contundente en su vocal apoyo a la causa palestina, declarándose «el hincha número uno del pueblo palestino» y expresando que su corazón «era palestino». Esta postura, coherente con su defensa de los pueblos oprimidos, consolidó su figura no solo como un ícono del fútbol, sino como un símbolo global de la lucha contra la injusticia.

Hoy, en el día de su nacimiento, mientras las derechas más reaccionarias imponen su relato criminalizador y buscan desmantelar las conquistas populares, la figura de Maradona se agiganta. Se echa de menos su capacidad para hablarle directamente al pueblo, sin intermediarios ni eufemismos. Se extraña su coraje para señalar a los poderosos con nombre y apellido. En un escenario político poblado de discursos tecnocráticos y de una alarmante tibieza para confrontar al fascismo, la zurda rebelde de Diego, dentro y fuera de la cancha, es la que más nos hace falta. Su legado es una interpelación directa: nos recuerda que, frente al avance del autoritarismo, la neutralidad es imposible y el silencio es cómplice.