Nguyen Van Troi y la juventud venezolana de los años 60.


Inicios de octubre de 1964. Condenado al fusilamiento por su intento de dinamitar un puente en Cong Ly por donde pasarían el Secretario de Defensa norteamericano Robert Mcnamara y el Embajador Henry Cabot Lodge, yace arrojado a un catre, el cuerpo agotado del patriota de 24 años de edad Nguyen Van Troi, sometido desde mayo al confinamiento y a bárbaras torturas en diferentes cárceles de Vietnam del Sur.

Garrotazos, maltratos sobre los genitales y otras partes sensibles del cuerpo, el desprendimiento de las uñas con pinzas y el posterior uso de agujas clavadas en los dedos descarnados, son algunos de los tormentos que sufre el detenido por órdenes del gobierno del presidente Khanh, impuesto y dirigido desde Washington.

Intenta fugarse varias veces sin conseguirlo. Sus torturadores en respuesta se le abalanzan con mayor saña y crueldad en vanos intentos por convertirlo en delator. Creen además estúpidamente que vapuleando sin disimulo y medida al delgado e indefenso recluso, arredrarán a la población vietnamita volcada masivamente a la lucha en los campos y las ciudades, en las montañas y los arrozales.

Durante siglos los sátrapas y opresores del mundo no han entendido, ni lo entenderán por las buenas, que son inútiles sus iniquidades para someter a quienes luchan por valores humanos universales y el definitivo triunfo de la justicia. El espíritu de Van Troi está imbuido de esos ideales y de allí su indoblegable conducta.

Él ha nacido en 1940 en la población de Thanh Quit, es huérfano de madre desde muy niño; poco antes de su detención se ha casado con la joven Phan Thi Quyen y es un campesino formado como electricista, incorporado en 1961 al Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (Vietcong) que lucha contra la intervención estadounidense y el gobierno interino impuesto por los mismos invasores.

Estados Unidos ha mantenido por años una falaz compaña periodística y de propaganda, para ocultar las criminales acciones de su ocupación. Los hechos sin embargo son tan evidentes que suscitan la inquietud y el rechazo casi mundial, así como la solidaridad de vastos sectores sociales con el pueblo vietnamita en armas y con su nóvel héroe recluido y precariamente vivo.

Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, un decidido grupo de jóvenes revolucionarios venezolanos se ha estado reuniendo en secreto para diseñar el plan que increíblemente intenta liberar a Van Troi de su cautiverio. Caracas se entretiene con el programa televisivo “Radio Rochela” y las jovialidades del famoso personaje “Telaraña”. Los televidentes ni se lo imaginan: “Telaraña”, es decir, José Antonio Gutiérrez, es uno de esos rebeldes implicados en la acción.

Se trata de impedir el fusilamiento del vietnamita mediante la captura y posterior canje del Teniente Coronel Michael Smolen, militar de la aviación de EEUU y agente de la CIA, que había participado en bombardeos indiscriminados contra poblaciones civiles de Corea del Norte y Vietnam del Norte y que se encontraba en Venezuela como agregado militar de la embajada de su país.

Venezuela también es un hervidero revolucionario y desde hace años se ha desatado la lucha contra las oligarquías criollas y el imperialismo estadounidense. En el enfrentamiento, ha surgido una organización guerrillera conformada por varios movimientos de vanguardia denominada Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) de la que depende una sección élite: Las Unidades Tácticas de Combate (UTC).

Estas unidades son responsables de ejecutar operaciones especiales altamente riesgosas y efectivas, con participación de pocos militantes y entre quienes se encuentran Luis Vera Betancourt (Plutarco), Carlos Argenis Martínez Villalta (Ruiz) Gonzalo Sepúlveda y otros. Ellos tienen el deber y el honor de realizar una de las operaciones de solidaridad internacional más espectaculares de aquellos años.

9 de octubre de 1964.
Las UTC se han ubicado desde temprano en las posiciones acordadas y aguardan secretamente por el oficial frente a su residencia. Tarda en salir y cuando al fin lo hace y se inicia la acción de los jóvenes comunistas, intenta huir. Pero el decidido Carlos Argenis Martínez Villalta, ha hecho una complicada acrobacia saltando por la ventana de un vehículo y con gran precisión enfrenta a Smolen y lo somete a punta de ametralladora: “Ud. está detenido somos las FALN”.

Se logra la captura del criminal de guerra y minutos después la agencia internacional de noticias en Caracas Associated Press (AP), recibe una impactante llamada telefónica: “Le informamos en nombre de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela, que hemos capturado al Teniente Coronel Michael Smolen del ejército estadounidense. Si el gobierno títere de Vietnam del Sur asesina a Nguyen Van Troi, Smolen será fusilado en el acto”.

De inmediato AP reproduce la noticia a la prensa mundial y un hálito de esperanza se cuela tras las rejas del reclusorio donde aún atormentan el patriota vietnamita. El gobierno imperial recibe el inesperado golpe y suspende la ejecución. Pero también responde desatando una violenta cacería humana en Caracas con sus agentes de la CIA y del FBI que dirigen a las fuerzas represoras del gobierno lacayo del presidente venezolano Raúl Leoni.

El acoso es implacable y sin embargo otro grupo de jóvenes revolucionarios UTC responsables de la custodia retienen a Smolen. Se realizan allanamientos indiscriminados, los cuerpos represivos apoyados por la escoria policial batistiana, llegada al país años antes con sus brutales métodos de tortura, consiguen que algunos delaten, lo que provoca nuevos detenidos. La mayoría de ellos no ha participado en la acción; pero el cerco policial y militar se va estrechando.

La dirección revolucionaria discute qué hacer; algunos consideran que el agente debe ser ejecutado, otros que eso daría elementos a Estados Unidos para justificar una invasión a Venezuela y el inmediato fusilamiento de Nguyen Van Troi. Los acontecimientos van demasiado rápido y se requiere tomar una decisión. Al final, a pesar del valor y del espíritu de perseverancia de los cuadros revolucionarios, se ordena liberar al rehén. El heroico esfuerzo de la juventud venezolana ha quedado para la historia. Es la noche del 12 de octubre de 1964.

15 de octubre de 1964.
Son las 9:45 de una triste mañana vietnamita. Periodistas y camarógrafos internacionales caminan nerviosos por un descampado cuando se comienza a ver la imagen de un muchacho que traen a brincos, atado de pies y manos camino a enfrentar la muerte. Su rostro es de lógica gravedad y angustia. Lo colocan de espalda a un poste de madera en el centro del terreno, sujeto y vendado. Él no quiere la venda, se la imponen sin embargo.

En ese momento definitivo, nadie se imagina en qué piensa. ¿Será en su esposa Phan, con quien no pudo siquiera disfrutar la luna de miel? ¿Será en la anciana y en el niño de cinco años que fueron torturados por “colaborar” con él? Poco antes de que el pelotón infame agujere su cuerpo, se enterará el mundo de la convicción que acompaña al joven campesino, cuando su aliento final se levante: “Viva Vietnam” “Larga vida a Ho Chi Minh”

Las balas derriban al rebelde y el tiro de “gracia” pretende dar garantías de que han logrado el crimen. Creen los asesinos en su victoria. Pero no mueren los que siembran. El campo seguirá germinando y 11 años más de lucha y de esfuerzo, de muerte y de crueldad, serán necesarios para que la maquinaria destructora del invasor, sea totalmente aplastada.

Lo hará un pueblo sencillo que ha parido a sus hijos y cultivado el arroz en medio de los bombardeos y de la metralla, que ha tenido de guía a un gran sabio, diminuto y cordial al que llamaban Tío Ho y de cuyo seno nació aquel valiente y digno electricista, hijo de campesinos, huérfano de madre pero no de patria y hoy, por su ejemplo, héroe de las juventudes del mundo: Nguyen Van Troi.

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