Feminismos. Violencias que atraviesan cuerpos y territorios


Por: Martina Di Paula López, Sara Méndez, Luisa Cantos Martínez, Juventud por el Clima, Resumen Latinoamericano, 13 de enero de 2024.

Militarismo, degradación ambiental y patriarcado se entienden de manera conjunta. La lucha del pueblo palestino – y de cualquier pueblo colonizado y oprimido – es hoy una lucha que le incumbe al feminismo. La violencia patriarcal trasciende cuerpos, relojes y fronteras.

Nuestros cuerpos todavía hoy se leen a través de lentes cosificadoras, todavía se entienden en términos de propiedad. 55 mujeres asesinadas en 2023. Esta es una cifra para denunciar una violencia estructural que nos atraviesa en todas sus formas ¿Cómo le dices a Millet o a Butler que, aún hoy, la lucha por la igualdad se entiende como la lucha de la mujer, que el binarismo ha copado y edificado un feminismo liberal de políticas de discriminación positiva y de parches de color morado? ¿Quién nos iba a decir que le habría sido tan fácil al capitalismo cogernos de la mano e iniciar un dulce paseo por la senda del consumo empoderado, que se nos habría conseguido convencer de que patriarcado y capital no son –en ningún caso– amigos íntimos?

La violencia polariza y se cuela en todas las opresiones vividas. La violencia es parte de la opresión en sí. En un contexto de guerra en guerra, de conflicto en conflicto, ¿para qué clase, cuerpos, raza, categoría sexo-género están pensadas las políticas en contra de la violencia de género? ¿Hacia dónde deriva el marco feminista hegemónico? ¿Se puede no tratar de forma estructural?

Adentrarnos en la dimensión estructural de la violencia nos conduce a terrenos mucho más difusos y pantanosos; hablamos de violencia simbólica, de reproducción inconsciente de la desigualdad y de cultura androcéntrica. Hablamos de relacionar el sistema productivo con el patriarcado. En esta capa de análisis aparecen como fundamentales los estudios feministas referidos a la estructuración dualista de los valores culturales. De esta manera, y desde los principios de la filosofía occidental antigua, ciertos elementos culturales son distribuidos en ejes diferenciados y enfrentados. Es así como lo civilizado, la razón, el espacio público y la violencia se atribuyen a lo masculino en contraposición a lo femenino, entendido como salvaje, irracional, privado y bondadoso. Lo masculino como cultural, lo femenino como natural. La victoria y control de lo cultural sobre lo natural. En consecuencia, la historia occidental se ha desarrollado desde y hacia un binarismo simbólico aparentemente irreconciliable. El surgimiento del capitalismo, fuertemente ligado a la lógica masculina del poder y la dominación, no haría más que seguir reforzando el dualismo en la medida en que sus beneficios se basan en una división sexual del trabajo.

Comprender el feminismo como la lucha contra el régimen patriarcal-capitalista convierte el movimiento en la lucha contra todas aquellas violencias perpetradas por este

Aportaciones radicales del ecofeminismo como las de Val Plumwood o Andrée Collard van más allá, incidiendo en el espacio que comparte lo femenino con todo aquello perteneciente al ámbito de lo salvaje: el resto de especies y los pueblos no civilizados. La razón civilizatoria, la ciencia moderna ilustrada, lo masculino, la industria militar o el capitalismo ejercen así una opresión estructural sobre los actores, elementos, valores definidos como opuestos. Despertar la consciencia de esta asociación cultural-simbólica- preconsciente nos permite entender cómo las diferentes luchas –antirracista, ecologista, antimilitarista, feminista, anticapitalista, antiespecista o lgtbiq+– están ligadas por un mismo hilo de opresión.

Comprender el feminismo como la lucha contra el régimen patriarcal-capitalista convierte el movimiento en la lucha contra todas aquellas violencias perpetradas por este. Proteger la biodiversidad de nuestro territorio es feminista. Luchar contra una ley de extranjería profundamente violenta es feminista. Boicotear corporaciones extractivistas y explotadoras es feminista. Denunciar la industria armamentística y la violencia colonial es feminista.

La lucha del pueblo palestino –y de cualquier pueblo colonizado y oprimido– es hoy una lucha que le incumbe al feminismo

En el momento en el que se comprende que el patriarcado capitalista se fundamenta sobre la opresión de un otro sometido y excluido, podemos empezar a dibujar las diferentes opresiones que atraviesan cuerpos y territorios. Siempre los mismos cuerpos. Siempre los mismos territorios. Gaza no escapa a esta lógica. La raíz paterna del poder realiza su mecánica de la dominación a través del estado-nación militarizado. El poder civilizado habla, el pueblo salvaje calla. Militarismo, degradación ambiental y patriarcado se entienden de manera conjunta. La lucha del pueblo palestino –y de cualquier pueblo colonizado y oprimido– es hoy una lucha que le incumbe al feminismo. La violencia patriarcal trasciende cuerpos, relojes y fronteras.

España tiene un papel esencial. De hecho, la banca española financia proyectos de energía solar en territorio ocupado palestino. Este greenwashing potencia la violencia sobre el territorio y las personas palestinas, que cada vez están más alejadas de alcanzar su soberanía. El Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Abanca, Sabadell, Bankinter, Cajamar, Unicaja, Catalana Occidente son algunas de las entidades involucradas en proyectos de energía solar desarrollados en Territorio Ocupado de Palestina. ¿Cómo? Mediante empresas españolas como Abengoa, General Electric, SolarEdge, First Solar, SunTech o Siemens AG. Todo este caso queda recogido en el informe ‘La complicidad del sector financiero español en la ocupación de Palestina. El caso de la energía solar y greenwashing’.

La descolonización de las tierras es inseparable de la descolonización de los cuerpos

Afortunadamente, no han sido pocas las voces que se han alzado a favor del pueblo palestino. Por ejemplo, el pasado 25 de noviembre el morado se fundió con el rojo, el verde y el negro, conformando el arcoíris que caracteriza la defensa conjunta de todas aquellas luchas compartidas. Durante las diferentes manifestaciones se señalaron los lazos de opresión patriarcal que comparten el cuerpo de la mujer palestina y el territorio palestino ocupado. La descolonización de las tierras es inseparable de la descolonización de los cuerpos. De igual forma, no podemos desligar la cuestión feminista de los intereses extractivistas del Estado israelí. Así como las tierras palestinas desalojadas y confiscadas son utilizadas como campo de pruebas militares y armamentísticas, también están funcionando como terrenos en los que desarrollar campos solares de producción energética. El expolio territorial viene acompañado de un claro expolio de fuentes energéticas en un contexto global de privatización y pugna por los recursos naturales.

Frente a esta situación nos queda organizarnos, posicionarnos y boicotear a Israel para demandar el alto al fuego en defensa de los derechos humanosBoicot, Desinversión y Sanciones (BDS) es la herramienta de organización colectiva y consumo de presión política y económica nacida por la construcción ilegal del muro de Cisjordania en 2004. Se trata de evitar el consumo de productos israelíes, identificados en los informes de BDS, así como conocer la vinculación de las empresas con la Administración israelí. En estos últimos meses, las tres marcas internacionales más señaladas han sido Puma, por ser patrocinador de la Asociación Israelí de Futbol; HP (Hewlwtt Packard), por ser el material informático imprescindible para la política israelí; y Carrefour, por los acuerdos con las franquicias israelíes que operan en territorio ocupado.

No se puede hablar de feminismo sin posicionarse a favor de las mujeres palestinas. Posicionarse es necesario, apoyar la ocupación, el extractivismo y la colonización es violencia y opresión a la tierra y a las mujeres. Las historias de lucha deben ser recordadas para hacerse visibles. No permitamos que nuestro silencio las borre; que la violencia patriarcal las saquee. Los feminismos dejan clara la necesidad de hablar. La necesidad de contar, mostrar y comentar la opresión que se ejerce, porque de aquello que no se habla, no existe. Revaloricemos el hablar para no caer en el silencio, la memoria como forma de lucha.

Como bien relata la poeta palestina-canadiense Rafeef Ziadah en su poema ‘Cada vez que respiro’:

“Soy tres generaciones de mujeres que nunca lograron pasar de los 40. Borradas: de una forma u otra. Balas o recuerdos de balas. Nos las robaron. Eran las personas equivocadas, de la religión equivocada, en un Estado diseñado para la exclusividad. Instalado sobre la tierra y la piel”.

FUENTE: Pikara

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