A propósito de Palestina, Cuba en Cuito Cuanavale, Angola.


Carlos Angulo.

Por menos del exabrupto genocida que está ejecutando Israel en Palestina, se metió Cuba en Angola. Todo sucedió a raíz de un pedido de auxilio del gobierno legítimo de Angola, precedido primeramente por el poeta Agostinho Neto, y luego por José Eduardo Dos Santos, ante la invasión arrolladora que ejecutaba Sudáfrica, desde Namibia. Allí trasladó Cuba, en una ruta de vuelo de 11.555,41 kilómetros, 12 horas 30 minutos, el armamento que usarían los más de 300 mil combatientes internacionalistas revolucionarios. Todo, durante aquella guerra fría que enmarcaba el contexto, desde 1975 hasta diciembre de 1988, cuando se firmaba cierta paz, y comenzaba a tejerse los lazos de una amistad histórica que los haría cercano en aquella lejanía.

Haciendo uso de los principios revolucionarios, y debilitando a riesgo la defensa de la Isla frente al imperio norteamericano, ubicado apenas a 425,56 kilómetros de la Isla, aproximadamente unas 325 millas marinas, menos de la distancia de La Habana a Santiago de Cuba, acudió a ese llamado hermano. Diría Fidel Castro después, si el imperio norteamericano hubiese sabido que habíamos movido lo mejor de nuestro ejército revolucionario para defender un pueblo acosado por el Apartheid, nos hubieran invadido sin nosotros ofrecer mucha resistencia.

La victoria más grande, de África, luego de la Segunda Guerra mundial, se protagonizó en la población de Cuito Cuanavale, en el margen de estos dos ríos.

En momentos del pedido de apoyo de Angola a Cuba, Sudáfrica avanzaba diezmando al ejército. En esos márgenes, en noviembre de 1987, entraron 55000 cubanos a reforzar a los combatientes angoleños, quienes guiados finalmente por estrategias de Fidel Castro, quien dirigía la guerra desde la Isla de Cuba, hicieron retroceder a Sudáfrica, prácticamente liberando en Cuito Cuanavale a Namibia, Zimbabue, Angola y Sudáfrica, en marzo de 1988. Por consecuencia de esta derrota, se dieron las condiciones objetivas y subjetivas internas en Sudáfrica, para hacer caer la atrocidad del Apartheid.

Diría el Comandante Fidel Castro en julio de ese mismo año de 1988: “Tanta lealtad, tanta voluntad sólo es posible, cuando se cuenta con un pueblo como el nuestro”

Cuenta el teniente Víctor García Ferrer, que en plena batalla un proyectil cayó en el centro de la Compañía. Mató a un combatiente e hirió a siete. Entre los heridos estaba Wladimir Cruz Naranjo, quien perdió un brazo, una pierna y un testículo. Estando tan mal, cuando llegó su jefe le dijo, “teniente coronel lo mandé a buscar para decirle que todavía me queda el brazo derecho para seguir combatiendo” Y el teniente coronel tuvo que darle la espalda, porque no pudo aguantar las lágrimas. Y Wladimir lo consoló diciéndole, “no se ponga así, que aquí hay hombre para rato”. Es apenas una de las tantas pruebas de la fortaleza de la juventud revolucionaria cubana, en medio de estos acontecimientos históricos. Más de 2700 cubanos murieron en esa gesta de solidaridad con un pueblo bocado para el Apartheid. El amor revolucionario estuvo ahí, aunque muchos de ellos no tuvieron tiempo para el amor de adolescencia, a no ser esta batalla por la liberación de pueblos oprimidos.

Por mucho más que eso Palestina clama auxilio, y el mundo del poder antimperialista sigue en reuniones, mientras van más de 20 días bombardeando al pueblo de Gaza, llevando el más cruel genocidio en la cara del llamado “mundo civilizado”, con la cifra de más de 7020 palestinos civiles muertos en 18 días, de ellos unos 2913 niños asesinados, y 18.482 heridos, desde el día 7 de octubre. Estados Unidos y gran parte de Europa siguen apoyando desde hace 75 años el colonialismo que hay detrás de este insólito y reiterado genocidio, sin referentes en la historia. Además, Justificado públicamente por los teóricos israelíes de las creencias religiosas en base a las profecías de La Torá, texto que contiene la ley y el patrimonio de la identidad del pueblo judío, que se corresponde con los cinco libros que forman el Pentateuco en el Antiguo Testamento. Según la tradición hebrea, los cinco libros del Pentateuco fueron escritos por Moisés, quien recibió la revelación directamente de Dios en el Monte Sinaí, se define como la instrucción dada por Dios para su pueblo. Allí, según los analistas de estas profecías está el genocidio, el mandato de exterminio del pueblo palestino y el asentamiento por colonos israelíes de esas tierras.

Sucede que investigaciones hechas en el mismo Israel comprueban que mayoritariamente los que profesan el judaísmo no son descendientes originarios de Judea, sino captados religiosamente por dichas creencias en variados continentes.

La ONU en 1947, brazo derecho de las decisiones del imperio norteamericano, retomando el mandato del poder británico plantea crear Palestina e Israel en tierras palestinas, supuestamente para pacificar las partes ante la tensión bélica encendida en la zona. El 14 de mayo de 1948, el sionista David Ben-Gurión proclamó unilateralmente la independencia de Israel en ese territorio, cuando en la ONU decidieron partir a Palestina en dos Estados, habiendo existido ya una población palestina que vivía en esa región, durante siglos. El sionismo escogió esa geografía del Oriente Medio, por la poderosa historia religiosa que la definía, a pesar que los sionistas que apoyaban asentarse allí, se declaraban ateos o no creyentes. Además, previamente estimando, desconocer el acuerdo de los dos Estados, como sucedió. En 1948 se da inicio a la colonización armada. Allí se hicieron de más del 70% del territorio de Palestina, y desalojaron por la fuerza y sin sus bienes, a casi las tres cuartas parte de un millón de personas que habían vivido en esos predios toda la vida. Convirtiendo el territorio restante en un campo de concentración más, en base a experiencia ya padecida en carne propia por el pueblo judío, pero ya lo habían olvidado. Para 1960, el protectorado de Estados Unidos acogió en su seno a Israel, como policía de sus intereses geopolíticos en esa zona del Oriente medio, rica en petróleo y tantos otros recursos, apertrechándolo militarmente hasta convertirlo en supremacía bélica, en el contexto del Medio Oriente.

Palestina, existente desde tiempos inmemoriales, fue declarada como Estado por la ONU, brazo derecho de la injerencia de Estados Unidos, en el año de 2012, cuando el acuerdo fue suscrito en 1947, sin embargo, Israel sí se conformó como estado en 1948. Y presionados sobre todo, a ver si era posible crear un equilibrio en la zona, y seguramente a cambio de dar por perdidos el 70 por ciento del territorio palestino usurpado por Israel.

En defensa propia, una piedra al colonizador, desata el continuado genocidio y esta afrenta deliberada actual al mundo, cuya respuesta ha sido callar, a no ser el volumen de la voz de los movimientos sociales de los pueblos. Oportunistamente, Israel ha aprovechado, dada las condiciones objetivas, para hacer posible el oscuro sueño de la trasferencia de población israelí a Palestina, tipo Marruecos a la República Árabe Saharaui Democrática, otro de los pueblos sometidos y humillados por el poder de la colonización. Coronando así Israel, el objetivo colonizador histórico, principio del sionismo. Para muestra un botón de la ONU cuando quiso ser autónoma alguna vez. “La resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, aprobada el 10 de noviembre de 1975, declaró al sionismo como una ideología racista, igualándola con el apartheid sudafricano en particular, y llamó a su eliminación, entendiéndola como una forma de discriminación racial”, pero siempre hay un pero. Década y media luego, los sionistas bajo el padrinazgo de los Estados Unidos, compraron de alguna manera a una sarta de países, logrando anular la resolución el 16 de diciembre de 1991, a pocos días de la Noche Buena del cristianismo.

75 años de humillación, cerco, despojo, presos, asesinatos, impunidad y desalojo de la población condenados a refugiarse en otros territorios comprensivos, y todavía quieren que le pidan la bendi-sión.

Para qué comprar entonces tenedores, sin todavía están bajo los escombros junto a los cuerpos. Todavía queda suficiente tierra palestina para servir el pan nuestro de cada bomba. No da hambre con los ojos secos de agua. Aquí tal vez morirán todos, pero agarrados de la tierra como si fuera la camisa del enemigo. A quién llamar si no hay hilos para coser la herida, ni luz para ver a los amigos y los niños. Sólo la resistencia como idea común, o la muerte mirando tantas cosas imaginadas en el horizonte, pero sin rendirse. Más bien, activos observando aún la máquina amarillenta levantando firmes las paredes de la casa pintada de humo como si fueran firmes combatientes. A quién llamar, si pareciera que no hay nadie del otro lado de la ausencia, y ya no hay nadie en casa, ni casa, sólo Palestina en el imaginario.

“A los héroes se les recuerda sin llanto” cantaba Sara González, esencialmente por aquellos que no abandonan la lucha. Mis respetos al comandante Fidel y al pueblo de Cuba, en nombre de mi calle en consenso, donde vivimos, por aquella extraordinaria lección de solidaridad humana al mundo.

Caracas, 28 de octubre de 2023.

Comentarios de Facebook