El destino del ex guerrillero Simón Trinidad está entre Biden y Petro


Simón Trinidad y su compañera Lucero en los diálogos de El Caguán.Foto tomada del libro Simón Trinidad, el hombre de hierro, de Jorge Enrique Botero

Condenado a 60 años de cárcel en EU, su defensa busca que sea sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz en la nación sudamericana

Blanche Petrich / VI

Bogotá. En las prisiones de Estados Unidos sólo hay 45 reos bajo el más estricto sistema de máxima seguridad. Están en la penitenciaría de Florence, Colorado, llamado El Alcatraz de las Rocallosas. Son prisioneros clasificados por la FBI como capaces de ejercer máxima violencia y cuya fuga representaría un riesgo para la seguridad nacional. Entre estos hay asesinos seriales, capos como Joaquín El Chapo Guzmán, algunos presos de Guantánamo a los que Washin­gton culpa de planificar el 11-S. Y un ex guerrillero colombiano, Ricardo Palmera, mejor conocido con su nombre en las FARC, Simón Trinidad.

Lejos de ser considerado un terrorista, por lo que fue condenado a 60 años, su abogado defensor Mark Burton lo define como un símbolo para la paz, porque fue arrestado en Quito (2004) cuando estaba en una misión humanitaria para un canje de rehenes y prisioneros y una víctima del Plan Colombia, porque para Washington y Álvaro Uribe él fue un trofeo de guerra.

Después de una larga batalla legal, Burton logró que se reabriera recientemente su caso en Colombia. Su primera victoria desde que fue extraditado a Estados Unidos en 2005.

En su opinión, Trinidad no tuvo un juicio justo en Washington. Todo su caso es un montaje, sostiene. El juez dictó una sentencia a 60 años. Es prácticamente cadena perpetua. Nació en 1950. Va a cumplir 73 años en junio. Saldría de la cárcel en 2068, dice Mark Burton.

Desde que asumió la defensa del colombiano, este penalista especializado en derechos humanos intenta que Trinidad sea sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) de su país. Y al fin lo logró.

Así explica este avance en entrevista con La JornadaA través de una demanda que se presentó en Estados Unidos, recientemente Trinidad ganó el derecho a consultar sobre su caso ante la JEP y responder a ese tribunal. Nosotros, como defensa, fuimos a Bogotá, y esta jurisdicción accedió a que se abra una audiencia.

El presidente de la JEP, Rober­to Vidal López, lo confirma: Simón Trinidad ya es parte de la jurisdi­cción porque está dentro del ma­cro­caso de secuestros de las FARC como compareciente. Los magistrados competentes están decidiendo si lo llaman o no a rendir testimonio. El desafío de este asunto son las sentencias ante la justicia estadunidense. Tenemos relaciones muy respetuosas con el sistema de justicia de ese país. Y en este momento el Departamento de Justicia y los jueces son los que tienen en sus manos esa decisión.

Al preguntarle si Trinidad pudiera acogerse a los beneficios de la justicia restaurativa del modelo JEP, Vidal López respondió: Si estuviera en la hipótesis de haber hecho el aporte sustancial a la verdad, si reconoce su responsabilidad, si cumple todas las condiciones de la jurisdicción, también estaría en condiciones de recibir todos los beneficios de esta justicia.

Recientemente se volvió a abrir la oportunidad y volvió a presentar la demanda, alegando que la negativa de darle acceso a un abogado colombiano violaba sus derechos. Y esta vez ganó y la respuesta fue positiva, agrega Burton.

–¿Será trasladado a Colombia para su audiencia ante la JEP?

–Hay tres posibilidades: una esque se haga por videoconferencia desde la prisión. En otras transmisiones han obligado al ex líder de las FARC a presentarse vestido con el uniforme anaranjado de los reos, con los pies y las manos encadenadas. Los jueces de Colombia opinan que eso no es adecuado ni digno; se está pidiendo que se cambie esa modalidad.

“Es, además, un brutal contraste con las concesiones que le hicieron al jefe del paramilitarismo Salvatore Mancuso, que ordenó decenas de masacres y millares de asesinatos. Él compareció ante la JEP durante cuatro días por videoconferencia desde Estados Unidos, ni siquiera en una penitenciaría, sino en un centro migratorio, de civil, sin restricción alguna, muy a sus anchas.

También hemos hablado de la posibilidad de que la JEP vaya a Florence y tener la audiencia allá. Y la tercera es que se pueda extraditar a Trinidad a Colombia. La ley sí contempla esta posibilidad. Pero esto puede ser complicado porque las autoridades estadunidenses tienen que estar de acuerdo también. Sería lo mejor.

–¿Cuál será el alegato de la defensa ante la justicia colombiana que hace 19 años concedió su extradición y lo entregó a Estados Unidos?

–En esta futura audiencia, que no termina por concretarse aún, Trinidad va a reclamar su calidad de víctima durante el proceso de aniquilación de la Unión Patriótica (década de los 80).

Como defensa ya presentamos ese alegato. Es, en efecto, una víctima: tuvo que huir de su casa, irse a las montañas para su protección. Fue amenazado de muerte varias veces. Casi todos sus compañeros fueron asesinados. Su esposa de esa época y su hijo tuvieron que salir del país.

El hombre de hierro

–¿Qué significado tiene este paso en su situación jurídica?

–Es muy importante porque él es un símbolo de la paz. En los tiempos del Caguán (el espacio de negociación que se estableció en esa zona de despeje entre 2000 y 2002) fue muy conocido para la prensa y para los diplomáticos por sus esfuerzos por lograr acuerdos. Sus aportaciones eran importantes para entender lo que estaba pasando. Y para el presente también. La sociedad necesita escuchar para entender y no repetir los errores, para superar la guerra.

Si uno aporta la verdad a la JEP, según sus principios, los comparecientes se reincorporan a la sociedad colombiana. El problema es que, al estar en Colorado, la sentencia dictada en Estados Unidos bloquea su reincorporación.

A Simón Trinidad se le condenó por haber sido parte de la conspiración del secretariado de las FARC en el secuestro de tres contratistas estadunidenses (Tom Hawes, Marc Goncalves y Keith Stensell), que realizaban sobrevuelos en las zonas en conflicto. Su avioneta fue derribada por guerrilleros y estuvieron en cautiverio entre 2003 y 2008. En el juicio no se pudo demostrar que Trinidad haya participado en la operación ni que estuviera involucrado.

–¿Cómo se destraba este nudo en la justicia estadunidense?

–Esto es más un problema político. En Estados Unidos el presidente tiene la facultad legal de rebajar la pena de algún prisionero, puede indultarlo, o puede haber un acuerdo de que pase su sentencia en Colombia. La decisión está en manos de los dos gobiernos. Colombia necesita querer que esto pase.

Hay voluntad. Petro quiere la paz total. Y el caso de Trinidad es importante para lograrlo. Lo que sabemos es que Biden y Petro se llevan bien personalmente. Aunque no sé nada sobre cuál podría ser la voluntad del gobierno de Estados Unidos.

–¿Cómo es actualmente la vida de Simón Trinidad?

–Desde que llegó a la AMX de Florence en marzo de 2005 hasta 2016 estuvo en aislamiento total 23 horas al día y sólo un rato salía a hacer ejercicio. Desde 2016 a la fecha, el único cambio es que tiene contacto con tres presos por día unas dos horas y derecho a tres visitas familiares.

–Su salud está muy bien. Él es muy fuerte y creativo. Todo el tiempo está pensando en el futuro, en su país, en su defensa. Ha resistido mejor que muchos. Esa prisión se caracteriza mucho por problemas de suicidio, enfermedades mentales. Pero él, además de ser muy inteligente, tiene gran capacidad de permanecer enfocado. No es gratuito que le llamen el hombre de hierro (título del libro escrito sobre este combatiente por el periodista colombiano Jorge Enrique Botero).

Vea tambien la entrevista de Dick Emanuelsson a Lucero Palmera, ex compañera de Simon Trinidad:

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