LA PROPUESTA IDELÓGICA DEL CAPITALISMO IMPERIALISTA


Agustín Calzadilla

Marx nos habló de ideología en el sentido de falsa consciencia opuesto a
conciencia de clase o conciencia revolucionaria. Esta última implica el ser
consciente de nuestro proceso de vida real. De nuestra condición de explotados
en el sistema del capital. Pero, al mismo tiempo, lo usa como cuerpo coherente de
ideas de un determinado proyecto sociopolítico. Lenin concibió al marxismo
como la ideología del proletariado. En todo caso, debemos atender al contexto
en el cual se utiliza tal término.
En conocido Prólogo a la contribución de la economía política, dice Marx: “Las
condiciones materiales de existencia de los hombres, su ser social, condicionan la
conciencia social” (…) “La ideología dominante en una sociedad dividida en
clases es la ideología de la clase dominante”, es decir, la propietaria de los
medios de producción y reproducción de la vida en la formación social histórica
de que se trate. Tenía claridad de que son las llamadas formas ideológicas las
que posibilitan a los seres humanos tomar consciencia de sus conflictos
existenciales y luchar por resolverlos. Claro, estamos dotados de razón. Sin dejar
de lado nuestras pasiones o emociones que también cuentan. Gramsci, en las
primeras décadas del siglo XX sostuvo que, si usted puede ocupar la cabeza de la
gente sus corazones y sus manos le seguirán. Así logra el apoyo del pueblo
oprimido la clase minoritaria y explotadora sobre sus formas de Estado y de
gobierno. Introduce, quien fuera víctima del fascismo, la noción de hegemonía: la
relevancia del consenso, y no solo de la fuerza, en el ejercicio del poder por las
clases dominantes.
Los mencionados pensadores revolucionarios no pudieron conocer las nuevas
formas ideológicas de dominación y manipulación del capitalismo imperialista.
La industria cultural, las nuevas tecnologías de la información y comunicación, la
robótica, la inteligencia artificial y otros novísimos avances tecnocientíficos
constituyen hoy un reto para los revolucionarios contemporáneos que van por
transformaciones profundas en orden político, económico y cultural.
Voy a traer, para debatir del tema, el ilustrativo y viejo artículo del profesor Aníbal
Romero, que tituló: ¿Qué defiende la derecha? (El Nacional, del 7 de mayo
2006, p-a-8). Una síntesis del pensamiento de lo que el autor denomina la
“derecha democrática”. El profesor ucevista va a formular -ya se verá- los
principios ideológicos del proyecto liberal/neoliberal ante el cual el
progresismo de hoy día, en mayor o menor medida, rinde aún religiosa pleitesía.
Mira tú que tenemos gente con sentido común y accionar liberal/neoliberal y no lo
sabe. Pero la cosa es más compleja, más variada, tal cual se nos presenta en la
actualidad: liberalismos, conservadurismos y democratismos burgueses a regalar,
socialismos de todos los coloretes, comunismos, nacionalismos, soberanismos

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opuestos a globalismo; y no podían faltar los autoritarismos totalitarios,
impresentables extremistas de todo pelaje, recurso del sistema del capital en
crisis: el nazi-fascismo del siglo XXI. Ya se verá. Las derechas capitalistas, por
cierto, son más conscientes y coherentes que las izquierdas en la lucha por sus
intereses “naturales y sagrados”, su sistema de propiedad privada inviolable.
Son defensores de la desigualdad, el privilegio, la conservación del statu quo.
Esa derecha opuesta al cambio y cada vez más extremista y fascista, se riega
por el mundo en el tiempo que corre. En tanto la izquierda, en teoría partidaria de
la igualdad, permanece en un preocupante grado de confusión político-
ideológica y una marcada ausencia estratégica.
Apunta, entonces, el profesor Romero, sus 12 principios del pensamiento de
derecha y de paso les mete su carajazo a las izquierdas:
“El pensamiento político de la derecha democrática se basa en estos principios:
1) El valor clave de la política y eje de la dignidad humana es la libertad: de
conciencia, de opinión, política y económica.
2) La sociedad debe organizarse en función de la libertad de los individuos y el
equilibrio entre derechos y deberes.
3) Sin propiedad privada no hay libertad.
4) Como dice Friedman, una sociedad que coloca la igualdad por encima de la
libertad acabará sin igualdad y sin libertad.
5) El poder y funciones del Estado deben limitarse.
6) La justicia social es una aspiración sentimentalmente comprensible y a la vez
indefinible. Una sociedad civilizada debe ocuparse de los menos aventajados en
su seno, pero sin paternalismo.
7) La pobreza es un mal y ser pobre no es digno en sí mismo. Una sociedad que
no sea capaz de crear riqueza siempre será pobre.
8) El único sistema económico capaz de sacar a millones de la pobreza es el
capitalismo.
9) El socialismo conduce a las sociedades al empobrecimiento.
10) El capitalismo debe sustentarse en un marco de leyes iguales para todos.
11) La democracia significa ser capaces de cambiar a los gobiernos en un tiempo
definido sin el uso de la violencia.

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12) La izquierda triunfa en el terreno emocional, pero fracasa en el de la libertad y
la lucha contra la pobreza”. (…)
Los “modernísimos” 12 principios que nos presenta el intelectual Aníbal Romero
son sin duda alguna un calco de rancio abolengo dieciochesco anclado en el
liberalismo clásico de fines del siglo XVIII. Ni más ni menos. Romero resume los
fundamentos filosóficos, valores, aspiraciones y medidas salvacionistas del
liberalismo clásico individualista y los asume como principios de la “derecha
democrática”. Ideología de los sectores y clases más atrasadas de la revolución
francesa. Más aun, de aquellos liberales esclavistas que ponen en vigencia en
1789 la constitución de EE. UU.; reciclados ahora con algunas “innovaciones” del
mercado total que trueca la vida social en negocio o emprendimiento mercantil
capitalista, el “winner” y el ”loser” (ganador y perdedor). El “fin de la historia y de
las ideologías” borró del mapa las clases sociales, sus luchas, en gran mayoría
de analistas y académicos.
Recapitulando, en forma esquemática, estos primeros doce puntos tenemos: a) la
libertad, y sus derivados derechos individuales, como eje de la dignidad
humana. Pero deja bien claro, que, solo quién tiene propiedad privada tiene
libertad. No existen derechos sociales. Y cita a Milton Friedman: “Una sociedad
que coloca la igualdad por encima de la libertad acabará sin igualdad y sin
libertad”. ¿Qué les parece? Para los capitalistas tienen validez únicamente los
derechos individuales. Los llamados derechos sociales, solo son “reclamos
inmorales” (Friedman) de los desposeídos frente a los individuos de “éxito” o más
capaces. b) Todos son ciudadanos (pobres y ricos) iguales ante la ley, nada más.
Independientemente de las condiciones sociales de cada uno. c) El Estado debe
reducirse al mínimo (para ellos por supuesto) y concretarse a resguardar que este
orden individualista, miserable, privatizado y desregulado funcione a como dé
lugar. A plomo limpio. Aquí sí, Estado máximo para los pendejos. d) Sí, como
dice Romero, que justicia social es aspiración indefinible, y a su vez, hay que
ocuparse de los menos aventajados sin paternalismo, entonces tenemos que ni
lo uno ni lo otro, porque anteriormente, negó la igualdad y sin igualdad real no
podemos hablar jamás de justicia social. Es irrealizable sin la igualdad de
condiciones. Si la niegas o relegas a un segundo plano es una soberana mentira.
En el fondo, su planteamiento es injusticia social. Así nos entendemos mejor. Y,
en relación con los “menos aventajados”, siguiendo el razonamiento de Romero,
es imposible ocuparse de ellos, por la sencilla razón de que no son aptos para
competir. ¡Que se jodan¡ que abran paso a los más aptos al mejor estilo
darwiniano. La burguesía no deja de repetir que el único sistema que produce
riqueza es el capitalismo. Mejor no hablar de eso que denominan por ahí…”la
pobreza”. Jamás en época alguna hubo una tan exigua minoría de super

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billonarios en dólares que en este siglo XXI. Con el agravante, profesor Romero,
de que existe tecnología y recursos suficientes para resolver esta injusta y
extrema desigualdad con que nos hemos topado. El capitalismo genera pobreza
y cómo. ¿Hace falta demostración? Busque OXFAM (ONG Inglaterra) y vea usted
mismo el último informe: “La ley de los ricos”. Resulta qué, de 2020 para acá,
años de pandemia, el 1% de los más ricos se apropió de 2/3 de la riqueza global
mientras el resto de la población ( 99%) le quedó 1/3. En los Últimos 10 años –
continúa el informe- ese 1% se embolsilló casi el 50% de la riqueza total producida
por la sociedad. Aunque otros estudios revelan que la proporción es mucho más
escandalosa. Los países del socialismo real, con todo los privilegios y corrupción
de las burocracias del partido-Estado, exhibieron mejores resultados en lo social.
Vamos ahora al gastado argumento de la democracia capitalista. Se fijaron bien,
confunde liberalismo con democracia. El liberalismo es incompatible con una
verdadera democracia y ésta es incompatible con el capital. Democracia no es
votar de cuando en cuando según la constitución. Es participar, en condiciones
de igualdad, en cuanto a calidad de vida, en las decisiones fundamentales de la
sociedad y el Estado, en su gestión y su control.
En consecuencia, esta propuesta de doce puntos de Romero es antidemocrática,
antipopular y extremadamente antihumana. Es la cubierta ideológica del capital
por tanto incompatible con el concepto sustancial que no formal de democracia.
Que va mucho más allá del elegir, del representar, pues así, solo emergen
burócratas corrompidos cómplices de una minoría de superricos, privando al
pueblo de su irrenunciable soberanía.
. Téngase muy presente, que, el accionar político del progresismo actual asume
en mayor o menor medida el mismo proyecto fascistizador de la economía
capitalista imperialista. Más y más poder despótico para el capital y contención
regresiva del trabajo asalariado. En el mundo, los derechos sociales y laborales
son burlados o borrados de la Ley. Ahí se ven los “progres” atrapados por las
redes del poder fáctico. Frente a este último el vacío estratégico es absoluto.
No hay voluntad política de avanzar en el proyecto socialista. El Estado
invisible o profundo, no les permite siquiera tímidas reformas redistributivas e
imponen su capitalismo totalitario y autodestructivo. Nosotros decimos, donde
hay injusticia hay revolución. O cambiamos el sistema del capital o todo será una
farsa, se nos escapa la vida de nuestras manos y se destruye aceleradamente la
naturaleza. ¿Que no es fácil una revolución social? Claro que no lo es, pero hay
que hacerla; no quedar apoltronado en la sola lucha antimperialista, sin tener en
cuenta que el capitalismo es un sistema, es una totalidad de relaciones sociales
de dominación en los órdenes político, económico y cultural. El imperialismo es
una manifestación necesaria intrínseca al sistema del capital, es decir, es
capitalismo imperialista globalizado, plutocrático y guerrerista.

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“En el plano internacional – continúa Romero en su artículo- la izquierda es en
muchas partes aliada del fundamentalismo islámico. Su única bandera es el odio
a los Estados Unidos, odio cuya virulencia les lleva a asociarse con los más
implacables enemigos de occidente(…) (Resaltado nuestro). Además, lanza esta
perla: En América Latina también contemplamos la resurrección de esos
cadáveres del pretérito socialista, pues el nuestro es un continente que teme al
futuro, no se ajusta a los cambios inducidos por la globalización, parece incapaz
de dejar atrás sus fantasmas colectivistas(…) (Resaltado nuestro).
Imagino que cuando nos habla de “izquierda”, está pensando en la ex-URSS o en
la China popular de Mao. Hoy día, (su artículo es de 2006) ni Rusia ni China son
de izquierda, asumieron el sistema del capital no el socialismo revolucionario
que por cierto ubica en el pretérito, pues, en el pasado. Y en cuanto a
fundamentalismo, es el propio Trump quién, durante su primera campaña electoral
acusa a Obama y a Clinton de crear a los terroristas islamistas de Al Qaeda.
Para Aníbal Romero Estados Unidos y su depredador modelo unipolar es el
mejor modelo a seguir. Según afirma más adelante, la fulana globalización es
supuestamente desarrollo, prosperidad y felicidad para los pueblos del mundo.
Vean ustedes, mis amigos, ganada la guerra fría por los yanquis, sus ideólogos
embriagados entonces de triunfalismo, locura y gozo decían que ahora el tema es
la libertad, la democracia y el crecimiento económico. Que la economía capitalista
globalizada, con su libre mercado y la competencia resuelven todo, El fin de la
historia de Fukuyama y el There is no alternative de Margaret Thatcher. Todo es
falso ya se demostró; pero lograron un impacto en el cerebro y el sentido común
en las izquierdas. En lo internacional, pues, la propuesta de Aníbal Romero es la
geopolítica del perfecto idiota proimperialista.
Tras emerger China superpotencia económica y recomponer Putin el poderío
tecnológico militar ruso, resultó más que aberrada la fulana tesis unipolar
imperialista, tanto más si observamos de cerca la guerra cuasi-atómica
provocada por la OTAN contra Rusia, apoyada ésta por “neutrales” diplomáticos
chinos con su Taiwán en lista de espera. El planeta tiene los ojos puestos en el
resultado de esta guerra ¿un vulgar y miserable reparto de recursos de todo tipo –
rutas comerciales incluidas- entre reconcomiados plutócratas del capitalismo
mundializado hoy en proceso de desglobalización/desdolarización
/regionalización En el marco del sistema del capital, se están resolviendo
complejas contradicciones inherentes al autodestructivo sistema que nace en
Europa Occidental. Pero habrá que preguntarse, así lo creo: ¿cuáles serán en
realidad los verdaderos planes de las indetenibles superpotencias emergentes
China y Rusia? ¿Buenos capitalistas por conocer? Tal vez, un poco más
“generosos” en el intercambio comercial, que siempre ha sido y será desigual. Y
menos agresivos -lo demuestra la historia- que el pranato criminal

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estadounidense. De Dante para acá se dice que el camino al infierno está lleno de
buenas intenciones. EE. UU., cual más perverso y cínico, afortunadamente, en
decadencia. Asertivo, en lo que le conviene, Mr. Biden en la accidentada
juramentación tras llamar a recuperar el alma de la nación y la unidad mancillada
por los muchachones racistas de Mr. Trump, en la recién famosa toma del
Capitolio. Habló entonces el emperador romano y representante de los Amos del
Mundo. Y, hace poco, con meridiana claridad, a propósito de su guerra de Ucrania
va a ratificar sin tapujos quiénes son los jefes urbi et orbi: “está emergiendo un
nuevo orden y nosotros tenemos que liderarlo”. ¿Más clara y peligrosa la
arrogancia? ¡Imposible¡. No aceptarán jamás que están en plena declinación.
Morirán matando. Tomen nota los progresismos pragmáticos del norte y el sur
globales, con los acomodaticios nacionalismos populistas y sus adioses a la
revolución socialista anticapitalista, con ese “There is no alternative”. La
izquierda revolucionaria es consciente de que lucha con descomunales
limitaciones en el marco de las contradicciones de un omnipresente capitalismo
imperialista dispuesto a todo; se les agotó el discursito democrático y el nazi-
fascismo muestra de nuevo sus afilados colmillos en un escenario de aguda
crisis. Y, en fin, una izquierda revolucionaria no se define por el solo discurso
antiimperialista separándolo de forma mecánica del capitalismo, tal y como si se
tratara de dos fenómenos diferentes: El sistema del capital es una totalidad
concreta relacional en lo político, económico y cultural. Amanecerá y veremos.

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