Venezuela: Réquiem parlamentario para el laicismo


Luis Bonilla-Molina[1]

A los niños y niñas a quienes les ha tocado vivir la terrible experiencia de transitar el Darien en búsqueda de un mejor vivir, les debemos la mejor educación posible de calidad, pertinente, científica, creativa, crítica, amorosa, para la alegría y la libertad en el aprendizaje. Eso pasa por conquistar una sociedad de justicia fiscal y salarial, de redistribución equitativa de la riqueza pública, para que quienes partieron vuelvan a la patria.

  1. Introducción

El laicismo educativo no es un ataque a la libertad de cultos religiosos, sino una delimitación de los roles institucionales en sociedades democráticas. En esta perspectiva, lo público y lo privado, en el ejercicio y desarrollo de la ciudadanía, son esferas complementarias, pero con límites precisos entre uno y otro.

Si bien para Barbieri (1996) lo público es “como el espacio de conocimiento y reflexión de la sociedad sobre sí misma y de las propuestas y acciones colectivas que tienden a mantener o alterar el estado de cosas vigente en la sociedad, o en sectores particulares de la misma. Se trata de un ámbito heterogéneo, donde es posible distinguir niveles diferentes” (págs. 120-121), se reconoce que lo privado cada vez pertenece menos a la cotidianidad y está muy asociado a lo individual, lo cual implica respeto a las diversidades, pero también la imposibilidad del Estado a atender a tantas diversidades como individuos tenga una sociedad.

Las religiones son entendidas como propias de la esfera de lo privado, correspondiendo al Estado garantizar las condiciones para que todas estas expresiones se puedan desarrollar con libertad, sin intentar imponer el consenso social en lo público, respecto a una en particular. Por ello, los auténticos Estados democráticos no asumen religión alguna como oficial.

Lo público se orienta por la obligación del Estado de cumplir con la salvaguarda del interés común, mientras que lo privado se refiere a la necesidad de construir las condiciones de posibilidad para que las preferencias de un sector de la población se cumplan sin detrimento de lo común, ni intentando imponer un modo de ver la vida y la sociedad. Dentro de lo privado se encuentran las religiones, en plural.

Las iglesias, templos y lugares de congregación para los cultos de fe, forman parte de la esfera privada de la acción ciudadana y, el Estado solo debe intervenir para establecer marcos de actuación en correspondencia con el orden jurídico vigente.

Las escuelas preescolares, primarias, secundarias y universidades son espacios públicos, cuya tarea central es el desarrollo de pensamiento crítico, creatividad, autonomía, respeto a las diversidades en un marco de enseñanza científica de los saberes y el conocimiento. Por eso el laicismo enfatizó en sacar el proselitismo religioso de los espacios escolares, para poder lograr los propósitos del consenso social sobre estas instituciones.

2. La razón colonial de la educación religiosa a partir de la conquista

Durante la conquista y colonización de nuestra América, la religión jugó un papel central en la homogenización cultural y la destrucción de la identidad cultural, étnica, cosmovisión, otras formas de construir conocimiento y tecnología de los pueblos ancestrales.

Como en todo proceso social, esto generó distintos tipos de contradicciones en algunos sectores de la fe, fundamentalmente respecto al proceso de aniquilamiento de quienes se oponían a ser asimilados, lo cual implicaba el uso de la “violencia concreta” (castigos físicos, prisión, asesinato, destierro, esclavitud) y la violencia simbólica (ruptura de sus imaginarios, relación con la tierra y cosmovisión), en cuyas perspectivas los relatos religiosos se convertían en mecanismos para construir hegemonía respecto a las ideas coloniales de “salvaje” y “civilizado”. Estas resistencias fueron puntuales y marginales, sin capacidad de alterar el papel de la religión en el proceso de asimilación y sometimiento.

También surgieron contradicciones respecto al centro y la periferia colonial, fundamentalmente en materia económica (distribución de tributos, impuestos, materias primas). El cumplimiento del rol de la iglesia como instrumento colonial, comportaba el acceso a porcentajes de las ganancias que obtenía el centro colonial.

Sin embargo, el surgimiento de la primera revolución industrial implicó nuevas necesidades económicas para las potencias coloniales, en la ruta para instaurar el capitalismo industrial, lo cual repercutió en los acuerdos económicos con la iglesia, que vio mermados sus ingresos mientras las tareas de contención y adormecimiento se multiplicaban. Por ello, encontramos la presencia de clérigos en los primeros intentos de ruptura de la periferia con el centro colonial capitalista, algo que se fue desvaneciendo cuando el movimiento independentista y republicano comenzó a empoderarse de ideas burguesas liberales y los discursos científicos propios del arranque del capitalismo industrial.  

En ese sentido, el papel de las religiones, especialmente la católica, en la educación de las comunidades originarias (escuelas) y la formación de burocracia para la administración colonial (universidades) fue central. La mayoría de las universidades existentes en Latinoamérica y el caribe, cuando se inician los procesos de independencia, eran regentadas por religiosos, así como escuelas de letras y de enseñanza técnica. Educación escolar y religión eran un binomio indispensable para el capitalismo colonial pre-revoluciones industriales.

Es falsa la separación de las religiones respecto al poder colonial, lo cual no niega las tensiones propias de los distintos factores encargados de la reproducción simbólica y material del capitalismo.

3. Laicismo, republicanismo y requerimientos educativos del capitalismo de las dos primeras revoluciones industriales

Los movimientos independentistas y republicanos no se plantearon una ruptura con el capitalismo como sistema político, económico y cultural, sino redefinir sus roles en la relación del centro con la periferia capitalista.

En esa dirección asumieron como propio el requerimiento de usar los sistemas escolares (escuelas y universidades) para la democratización del conocimiento científico, la construcción de ciudadanía, el impulso de la democracia burguesa liberal, el consumo y la competencia, elementos estructurales que requería el impulso del capitalismo industrial desde la periferia.

Por ello, la República en sus inicios impulsa la idea del laicismo, limitando el papel de la fe en las escuelas públicas, para garantizar que lo que se enseñara en las escuelas y universidades fuera ciencia y saberes resultantes de la experimentación científica, ideas liberales de lo público, entre otros. El liberalismo burgués procuraba liberar el espíritu de emprendimiento, rompiendo para ello con la inamovilidad temerosa de Dios y los límites que los textos sagrados le imponían a las masas.

El republicanismo no se plantea la eliminación de los cultos religiosos, sino procura limitarlos a la esfera de sus templos e iglesias, entendiéndolo como algo que pertenecía al terreno de lo privado y no de la responsabilidad pública. También es justo mencionarlo, que el liberalismo burgués procura no conflictuar con los movimientos protestantes (EEUU) y masones (Latinoamérica) que tenían influencia marcada en los proyectos de independencia.

Posteriormente, décadas después, las necesidades de la gobernabilidad, fundamentalmente para conjurar peligros de revueltas sociales, hicieron que se reconstruyera la relación del Estado con la iglesia, que nunca había sido rota del todo. Se generaron acuerdos, convenios y leyes que rigieran las nuevas formas de relaciones del Estado republicano con la iglesia, como la Ley de Concordato en Venezuela.

Estas nuevas relaciones entre iglesia y Estado supusieron protección y cooperación (incluidos fondos públicos) pero no rompieron con la matriz epistémica laica que demandaba el capitalismo industrial de las dos primeras revoluciones industriales. La lógica del discurso laico imponía una relación muy moderada, sobre todo respecto a financiamiento, preservando las instituciones públicas como espacios de interés ciudadano general.

Por ello, la correspondencia de ideas como las del liberal burgués anticomunista John Dewey y las del socialdemócrata Luis Beltrán Prieto Figueroa, sobre la escuela nueva, porque esta constituía un proyecto dinamizador del capitalismo en lo educativo, en una región donde el capitalismo industrial tardío imponía la continuidad del laicismo estatal.

El laicismo logró la conformación de sistemas escolares para la reproducción del paradigma científico en el marco de la ideología burguesa, espantando de las aulas la hegemonía de la metafísica. Sin embargo, la iglesia no se quedó pasiva y desde la década de los cincuenta del siglo XX trazó una estrategia continuada, allí donde era posible, consistente en introducir la religión en las escuelas públicas oficiales mediante acuerdos privados con docentes o las familias, algo que fue dejado correr por muchos directivos, supervisores incluso altas autoridades educativas.

La crítica a la modernidad, al cientificismo que había producido la explosión de bombas atómicas y el papel reproductor de la escuela, se mezclaron de manera irracional y su resultado fue fermentado con la mezcla del marxismo y la teología de la liberación, que convirtió a la educación científica en una mala palabra en el terreno de las alternativas educativas, abriendo paso a la semilla de una neo teologización de lo educativo.

Mientras a nadie en sus cabales se le ocurre pedir espacio en un culto religioso para explicar la evolución, el big bang o la física cuántica, se construyó un nuevo “Anti sentido común conservador”, según el cual si es permisible que en las instituciones creadas para democratizar el conocimiento científico se enseñe religión.

Esto avanzó de manera acelerada, debido a la crisis educativa que emerge con la llegada de la tercera revolución industrial (1961) y la incapacidad de lo escolar de generar propuestas educativas que superaran la disciplinariedad por la transdisciplinariedad, que sincronizaran con la aceleración de los ciclos de innovación científica (de 40 años a 4 años) con lo que se enseña en las aulas y que dotaran de sentido transformador a las instituciones educativas. El edificio del laicismo comenzó a sucumbir ante la proliferación de narrativas neo metafísicas que pretendían ubicar la crisis de lo educativo en su episteme científica.

4. La pérdida de razón científica de las instituciones educativas y la nueva ofensiva metafísica sobre lo escolar.

Con la llegada del post fordismo educativo se abrió paso la posmodernidad como narrativa que cuestiona lo escolar. En palabras de Fredrich Jameson (1989), la posmodernidad es la lógica cultural del capitalismo tardío, en medio de la crisis estructural generada por el desembarco de la tercera revolución industrial (Bonilla-Molina, 2021). En esta nueva ofensiva contra la escuela pública se procura romper con la tarea democratizadora del conocimiento científico y los saberes comunitarios asignada a las escuelas y universidades, y en la misma coinciden:

  1. Los posmodernos, muchos de ellos empeñados en distanciarse de su pasado marxista y las teorías de la reproducción escolar;
  2. Algunas corrientes de educaciones populares imbuidas en el comunitarismo anti institucional que cancelan la posibilidad de construir alternativas educativas a partir de las resistencias anti sistema que impulsan docentes y estudiantes;
  3. Corrientes de las educaciones populares influidas por algunas variantes de las teologías de la liberación que no lograron romper con la tradición religiosa anti escuela, a la que culpaban de coadyuvar a la pérdida de su influencia social en el periodo del impulso del capitalismo industrial de las dos primeras revoluciones industriales;
  4. Las corrientes marxistas ultra izquierdistas que desechaban las posibilidades de construir alternativas pedagógicas antes de la toma del poder. Esto contribuyó a un debilitamiento sustancial del asunto pedagógico en el campo marxista
  5. El inicio de la brutal ofensiva capitalista contra la escuela pública (privatización, mercantilización, precarización salarial de docentes, desinversión educativa) ante el creciente convencimiento sobre la merma de importancia de los aparatos escolares en la reproducción simbólica y científica

Este debate está pendiente y urge iniciarlo si queremos defender nuevas formas de laicismo que impidan la neo teologización de lo escolar.

5. Vuelta al punto de partida, para un horizonte distinto

La crisis de lo digital-virtual en lo educativo, paradójicamente ha acelerado la capitulación del laicismo ante la neo teologización educativa.

La brecha epistémica evidenciada en muchos de los análisis y discursos educativos, incluidos algunos que se reivindican de la teoría crítica, son expresión de la distancia entre lo que el capitalismo educativo está implementado y lo que se comprende al respecto y, afecta la comprensión integral sobre las razones del desmonte del laicismo.

Lamentablemente esta brecha epistémica está generando una paradoja escolar, pues en las últimas décadas las instituciones educativas (escuelas y universidad) han perdido su centralidad en la reproducción simbólica de la cultura, estilos de aprendizaje y conocimiento que demanda el modo de producción capitalista en la tercera revolución industrial y la transición a la cuarta revolución industrial.  Esto no ocurre por desplazamiento de los sistemas escolares (escuela y universidad) hacia el campo de lo popular-nacional o los intereses de la clase obrera, sino por el estancamiento paradigmático, al perder la capacidad de acompañar la inusitada aceleración de la innovación científico-tecnológica y de generar propuestas pedagógicas actualizadas con contenidos que posibiliten la democratización del conocimiento actual.

Esta crisis paradigmática ha generado una brecha epistémica sin precedentes, que desde el poder de los ministerios de educación ha pretendido ser resuelta con incesantes reformas que intentan resolver el todo, “reparando” a tientas una u otra parte del sistema escolar, como si fueran aprendices de mecánicos intentando reparar un vehículo por ensayo y error. Ni para el sistema mundo capitalista, ni para las alternativas populares, es posible resolver la crisis paradigmática de lo escolar (escuela/universidad) reformando una de las partes (currículo, formación docente, evaluación, planeación, didácticas), sino que se requiere un cambio estructural del todo con especificidades en cada una de las partes. El problema es que eso choca con los protocolos institucionales rígidos, la praxis rutinaria, la percepción social de la normalidad institucional; nos acostumbramos a ver funcionar de un modo único la maquinaria escolar (escuela/universidad) que se tiene dificultad para pensar otras formas de organizar el trabajo y la actividad escolar en el siglo XXI.

Esta falta de brújula que oriente el cambio, debido a la brecha epistémica, ha convertido a una parte importantes de los discursos del cambio educativo en significantes vacíos. En medio de trabalenguas de reformas, se ha edificado una torre de babel educativa, donde ya casi nadie sabe cuál es la columna vertebral de lo que hay que cambiar, a pesar que cada quien pareciera sentirse habilitado para decir que fragmento es el fundamental.

En medio de este caos, el pragmatismo y el inmediatismo han lanzado puentes a narrativas que hablan de pedagogías (abrazo, ternura, alegría, salto, virus, etc.) pero que no tienen nada de pedagógicas. Esto ha facilitado el desmonte del laicismo, ya que, si no encontramos “respuestas racionales” para resolver los problemas educativos, pareciera que hay que “darle una oportunidad” al pensamiento metafísico.

Este proceso, en el marco de la llamada transformación digital, que impulsa la destrucción de la escuela pública presencial, procura construir hegemonía respecto a que lo religioso y la orientación de lo educativo no son asuntos del Estado, es decir, forman parte de la esfera de lo privado, abriendo paso a las nuevas formas de privatización que hemos denunciado en otros artículos.  La derrota de la laicidad es un requisito para sacar de la esfera de lo público la educación, transferir la responsabilidad de los costes educativos a las familias y disminuir a su mínima expresión la educación púbica presencial, en el marco del desmantelamiento del Estado de Bienestar fordista.

6. El laicismo educativo en la cuarta revolución industrial

La comprensión de los desarrollos propios de la aceleración de la innovación científico tecnológica le son cada vez más esquivos a la población, especialmente a la clase trabajadora.  Una parte importante de la humanidad viene aprendiendo a hacer funcionar múltiples equipos y tecnologías, pero la ciencia que hay detrás de ello se convierte en una caja negra para las multitudes; no es lo mismo encender un computador o hacer una llamada por un Smartphone que saber los procesos y relaciones que hacen posible la impresión de textos o el envío de mensajes de texto con imágenes. Se ha legitimado una especie de oscurantismo, iluminado por el consumo desenfrenado de potencial chatarra tecnológica. Una vez que hemos aceptado que no importa saber cómo funcionan las “cosas que tenemos en la cotidianidad” sino su utilidad para nuestras vidas, renunciamos colectivamente al espíritu científico que impulsó la ilustración e impulsó el espíritu de las dos primeras revoluciones industriales. Ese enfoque epistemológico es altamente permeable a la neo teologización del mundo, el reimpulso de las religiones y, en consecuencia, el ocaso del laicismo.

El capitalismo industrial ya no necesita de las escuelas primarias, secundarias y universidades presenciales para la reproducción y ampliación del conocimiento que genera la ciencia y tecnología, orientada a la mejora de manera incesante de las máquinas y los sistemas de gestión del modo de producción. Por ello, lo primero que comienza a desmontar es el laicismo de los espacios escolares, abriéndole paso a la revitalización de la superchería dogmática como mecanismo de control social.

En una etapa del capitalismo en el cuál se han abandonado las ideas liberales de democracia burguesa, ciudadanía y desarrollo integral de la personalidad para el consumo, el vacío que comienzan a dejar las representaciones que conocíamos, comienzan a ser sustituidas por el “imperio de la fe” para el control. Por ello el capitalismo en la transición a la cuarta revolución industrial “promueve la fe” y los gobiernos ultra conservadores sustentados en religiones conservadoras afines con las ideologías de ultraderecha. Una nueva cosificación de los cuerpos y las mentes está en marcha.

7. Venezuela: la Ley de Participación Estudiantil, promoción de la fe y otras veleidades para desmontar el laicismo

El presupuesto público venezolano de 2023 inaugura una preocupante categoría de “promoción de la fe” a la cual se le asigna el 4% del monto global de dinero, mientras el apartado de las ciencias solo tiene el 2%. En los dos primeros meses del año hemos visto una política pública orientada a la reparación y sostenimiento de los templos religiosos, tanto católicos como protestantes, en un marco de severas limitaciones salariales para la clase trabajadora en general y los y las docentes en particular, hecho que apunta a un quiebre en el laicismo estatal y una ampliación sin precedentes de lo público hacia los temas religiosos que formaban parte del ámbito de lo privado.

A inicios del mes de febrero de 2023, la Asamblea Nacional aprobó, casi por unanimidad (bancada de gobierno y de las derechas), con el voto salvado del PCV, la Ley de Participación Estudiantil en el Subsistema de Educación Básica. Esta Ley contiene elementos progresivos muy importantes, otros difusos y algunos que preocupan. En este artículo me concentraré en los regresivos respecto al laicismo escolar. Lo haremos con base al proyecto que se estaba discutiendo porque no encontramos el texto definitivo de dicho instrumento jurídico.

El artículo 10 del proyecto de Ley contempla que “las y los estudiantes podrán asociarse libremente, con fines sociales, culturales, deportivos, recreativos, religiosos, políticos, económicos, laborales o de cualquier otra índole, en el subsistema de educación básica, siempre que sean de carácter lícito”. Compartimos la idea de que los estudiantes se organicen de manera autónoma en clubes deportivos, culturales, sociales, recreativos, cooperativas, etc., cuyo marco epistemológico es afín a los principios laicos de la escuela pública, lo que no comparto es convertir a las instituciones educativas en escenarios de disputas religiosas que además tienen una epísteme contraria a la razón de ser de la educación.  Es decir, no es posible defender que en las escuelas se puedan encontrar clubes de católicos, musulmanes, evangélicos, rosacruces o de cualquier otro signo, reafirmando su credo en los espacios escolares y diciéndole a sus compañeros estudiantes que la ciencia que enseñan los docentes es superchería. Todo ello con la protección del Estado. Es insólito. De ahí a las reformas de contenidos y el currículo para imponer el dogmatismo solo hay un paso.

Para un país como Venezuela, que tanto necesita de la ciencia, desarrollo tecnológico alternativo, pensamiento crítico anti dogmático para salir de la dependencia neocolonial, esto es puede convertirse en un crimen pedagógico, o mejor dicho anti pedagógico.

Esta situación es un quiebre en el concepto de Estado laico, sobre el cual se había fundamentado el sistema escolar venezolano. Este proceso de desmontaje no es nuevo, viene de años atrás, en la cuarta y quinta República. De hecho, cuesta hoy conseguir una escuela pública donde a la par del Himno Nacional no se rece una oración, donde no se promuevan los bautizos, primeras comuniones y hasta confirmaciones, de hecho, muchas de las celebraciones educativas son precedidas por una misa, culto religioso o invocación de fe, imponiendo una ruptura de hecho con el laicismo.

Estas prácticas abren paso a discusiones descabelladas en los espacios escolares, vinculadas al terraplanismo, creacionismo, entre otras, sobre las cuales se sustenta todo el desmantelamiento democrático y el surgimiento de la ultra derecha fascista. De manera progresiva, lenta y silenciosa se construye desde lo escolar un giro autoritario que requiere no pensar, sino creer.

8. ¿Transición o desmonte de la escuela pública presencial?

Para muchos las transiciones son procesos lentos que permiten hacer correcciones sobre la marcha, sin desviar el norte. Considero que este no es el caso que está ocurriendo entre 2020-2030, sigo una dinámica de destrucción de la escuela pública presencial que aún no llega a un punto de no retorno, pero que puede ocurrir.

El capitalismo digital-virtual está decidido en hacer de lo educativo el centro de su acumulación de ganancias, de creación de nuevas formas de reproducción cultural basadas en la exacerbación del individualismo y el consumo irracional sin otro referente social que no sea el hedonismo. En esa ruta el presupuesto público destinado a la infraestructura escolar, dotación de equipos y materiales y para la nómina docente está en la mira, pero apropiarse de esa tajada del presupuesto público demanda la destrucción de la escuela pública presencial, construyendo hegemonía sobre educaciones híbridas. Bi-modales, virtuales y digitales. En esa orientación la derrota del laicismo científico se convierte en una prioridad para abrir paso a dioses, entre ellos con rostro de inteligencia artificial, bloques de datos, big data y neurociencia. Por ello, este debate no es neutro ni aislado, sino forma parte de la centralidad urgente en la disputa pedagógica alternativa.

9. Conclusión

Defender el laicismo de los sistemas escolares (escuela/universidad), es parte de la defensa de la educación pública presencial, gratuita, popular, democrática y científica en la tercera década del siglo XXI.

En consecuencia, el necesario debate sobre la Ley de participación y otras iniciativas convergentes es fundamental, para quienes consideramos que el derecho a la educación es un tema central en cualquier proyecto de emancipación de la clase trabajadora.

Desde nuestro punto de vista, la Ley de Participación contiene “gazapos· ocultos” que marcan un nuevo momento en la destrucción del laicismo educativo en Venezuela.  

Lista de referencias

Asamblea Nacional de Venezuela (2023) Proyecto de Ley de participación estudiantil en el subsistema de educación básica. Sitio web del parlamento.

Bonilla-Molina, Luis (2023) El puente roto y los problemas para atravesar aguas turbulentas: las pedagogías críticas en la era digital. Revista Profesorado. España

Jameson Fredrich (1989) El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidos Iberia. España

Teresita de Barbieri: Los ámbitos de acción de las mujeres, en: Narda Henríquez (ed.). Encrucijadas del saber: los estudios de género en las ciencias sociales. Lima, Pontificia Univ. Católica del Perú, 1996, p. 107-132.


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas, Postdoctorados en Pedagogías Críticas y Propuestas de Evaluación de la Calidad Educativa. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).  Socio de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la educación. Integrante de la Asociación latinoamericana de Sociología (ALAS) y la Fundación Kairos.  Director de investigaciones del Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en educación (CII-OVE). Profesor universitario.

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