UNA ROSA ROJA PARA JESÚS FARÍA


No siempre se da eso de “tal palo tal astilla”. Jesús “Yegor” Faría, el ideólogo de la perestroika pesuveca, no tiene nada en común con su famoso padre. Él solo se ha valido del nombre de su familia para presumir de “pedigrí” revolucionario. Ruédalo para su vergüenza. Nada que ver el hijo con el padre

Orlando Oberto Urbina
bajarigua@gmail.com

Los nuevos tiempos nos reclaman unidad y perseverancia en la lucha sindical, y quizás claridad en cuanto a la escala móvil de sueldos y salarios. En especial si nos referimos a ese movimiento  de lucha que hoy impera en las calles por un mejor porvenir y por la dignidad laboral.  Esto me traslada a los tiempos -de ayer y de hoy, tomando como punto inicial el gobierno del dictador Gómez- en que ha habido desafíos para la democracia, socialismo, sindicatos y grandes jornadas de lucha, agitación callejera y  dura empresa organizativa.
Eran también los tiempos de Jesús Faría, un obrero petrolero que parió Borojó un 27 de Junio de 1910: un pequeño caserío del estado Falcón con una Iglesia hermosa, de la cual este comunista se sentía orgulloso por esa colonial  e inigualable  arquitectura de la casa de Dios a pesar de no haber sido creyente. Borojó era el terruño donde nació Jesús Faría. Sus padres fueron María Fulgencia Faría Ugarte, y su padre Reinaldo Oberto. Su año fue el año del cometa Halley y de los preparativos del gobierno de Juan Vicente Gómez para la celebración de los cien años de la Independencia. Eran tiempos de miseria rural, y se asomaban batallas como las del heroico guerrillero de la libertad Rafael Simón Urbina.

Nada le ofrecía el futuro a aquel muchacho de  trece años que decidió salir de su pueblo –en el más desolador analfabetismo- y  trabajar como ayudante de labores agrícolas, con un salario de un bolívar a destajo por día. No había manera de llegar a la región más cercana que era el Zulia, donde el oro negro ya brotaba del subsuelo y la vía de transporte era a caballo o a pie. Y entonces decidió irse a pie hasta Mene Mauroa; allí conoce a quien va a  ser su orientador y compañero de luchas dentro del movimiento en el seno del expansivo Partido Comunista: el activista Manuel Taborda, quien narraba la vida dura de los trabajadores petroleros durante los largos años del General Juan Vicente Gómez.
En esa época los poblados petroleros eran canalizadores del instinto de lucha antiimperialista debido al sentimiento de rabia de los trabajadores contra el explotador (aquí  todo parecido con la realidad es pura coincidencia con respecto a la política neoliberal que en estos tiempos se practica contra el trabajador), aunque sin una conciencia real de las corrientes ideológicas como el marxismo, la revolución bolchevique, o la conformación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Al relato de Taborda sobre la dura vida petrolera se le hizo un documental a través de Jesús Enrique Guédez, mientras que los relatos de Jesús Faria sobre su lucha sindical casi no se conocen y jamás se publicaron. Algunos de esos relatos fueron escritos en el Cuartel San Carlos, donde pasó casi tres años junto a Gustavo Machado, Eduardo Machado, Pompeyo Márquez, Guillermo García Ponce y Teodoro Petkoff. José Vicente Abreu se había interesado en hacer unas publicaciones sobre la vida, lucha y personajes revolucionarios. Sin embargo, la publicación de Faría no se logró hacer, pero en ruso sí se le público y no había sido traducido al español. Según Jesús Sanoja Hernández, tampoco se publicó un libro que había escrito Teodoro Petkoff llamado “Contado por un idiota” sobre la guerrilla urbana –algunas hazañas en el Ateneo de Caracas, la “Concha”, y otras historias guerrilleras-.  Así como tampoco el libro  del jefe guerrillero, profesor de la Universidad del Zulia y abogado Polito Acosta Blanco sobre sus experiencias como jefe en el frente José Leonardo Chirinos. Hoy tendrían un gran impacto para quienes detentan el poder y que muchas veces desconocen quiénes financiaban y ayudaban a la lucha de los pueblos oprimidos. Nos referimos, entre otros,  a Miguel Otero Silva,  María Teresa Castillo, Pedro León Zapata y otros escritores, así como el diario “El Nacional”.
  En la vida política y sindical de Jesús Faría hay unos episodios de lucha, tales como su participación en la huelga petrolera de 1936 a 1937, en la que asistía a la I Conferencia Nacional del PCV. Allí decidió  dar un paso al frente, pues el Partido Comunista de Venezuela había quedado inhabilitado en 1935. Justo entonces comenzaba la hegemonía del ORVE (movimiento de Organización Venezolana), preadeco dentro del Partido Democrático Nacional (PDN). Durante el gomecismo, el PCV se mantuvo en la clandestinidad, y bajo el gobierno de transición de Eleazar López Contreras el partido logró cierta semilegalidad.  Editó durante ese período el periódico El Martillo. Mientras tanto, Faría sufrió prisiones, pero se despuntaba como líder sindical de los trabajadores petroleros en el Zulia y Falcón.
En los tiempos de Jesús Faría, estaba abierto el sendero para la fundación de la Unión Sindical Petrolera de Venezuela (USPV) de la cual llegó a ser presidente durante varios años y para la afiliación a la gran central latinoamericana de trabajadores (CTAL), dirigida  por Lombardo Toledano. La unidad orgánica del sindicalismo venezolano sufrió un duro golpe durante el trienio 1945-1948, debido a la actitud divisionista de AD, y de ese modo Fedepetrol  quedó como apéndice laboral del partido de gobierno, mientras que COSUTRAPET  (el Comité Sindical Unitario de Trabajadores Petroleros de Venezuela) se asumió como expresión de los sindicatos petroleros controlados o influidos por el PCV, en los que Jesús Faría era el líder indiscutible.

La época de ayer parece  similar a la de hoy, con el movimiento obrero contra las arremetidas que en ese entonces propiciaba la dictadura militar contra los trabajadores en los años 1950, y con los obreros a la cabeza de la huelga petrolera, lo que provocó un sentimiento de unidad y a la vez la prisión para Jesús Faría, quien se mantuvo encarcelado hasta el 24 de Enero de 1958. Aquello trajo hacia el país la solidaridad Internacional con epicentro en la Federación Sindical Mundial, y en los partidos comunistas. Jesús recupera la secretaría general del PCV que, con su ausencia carcelaria, había estado en manos de otro personaje de luchas como Pompeyo Márquez, asistido por un equipo que se integraba, entre otros, por Pedro Ortega Díaz, Alonso Ojeda Olaechea, Luis Emiro Arrieta, Max García, Guillermo García Ponce y Eloy Torres.
Jesús Faría también fue diputado a la Constituyente en el año 1959, y el 30 de septiembre de 1963 fue senador por el Zulia. Por órdenes de Rómulo Betancourt, fue apresado y sometido, al igual que sus camaradas, a juicio militar. Una parte de la dirección obrera de AD sintió vergüenza ante esa medida y presionó a Raúl Leoni, cuya especialidad era  derecho del trabajo, para que liberara a Jesús Faría mientras que, por otro lado, Miguel Otero Silva hacía gestiones ante su primo y compañero de generación.
 Fue expulsado a Moscú en 1966, no sin antes declarar cómo efectivamente lo fue “hasta la muerte”. Jesús Faría se reencontró con su amigo y compañero de luchas Miguel Otero Silva en la capital soviética, en mayo de 1967. La estimación entre ambos era muy especial. El novelista se había inspirado en Eduardo Gallegos Mancera para escribir el personaje del médico en La muerte de Honorio; mientras que el activista de Cuando quiero llorar no lloro, fue inspirado por Jesús Faría.

 Por otro lado, este personaje de las luchas sindicales en la Venezuela del siglo XX contrajo matrimonio con Elizabeth Tortosa, hija de otro de los fundadores del comunismo en Venezuela. Jesús Faría vivió siempre en un modesto apartamento que había adquirido en 1958 por la suma de 20.800 bolívares, y usó siempre un Mercury del año 58, el mismo carrito que le conocí de toda la vida. Faría fue un hombre entregado apasionadamente a una causa de inteligencia singular, que lo llevó de analfabeto juvenil a excelente lector de literatura política y articulista de párrafos cortos, claros y llenos de agudeza.  Aprendió a hablar más de cuatro idiomas.
Su amigo entrañable y camarada, el periodista Héctor Mujica, escribió sobre Jesús Faría algunas notas; entre ellas, contó que cuando se dividió el PCV y nació el MAS, y se fueron sus entrañables amigos: Teodoro y Pompeyo, Jesús le dijo a Héctor: ¿y por qué te quedas? Y Héctor le respondió: – Por el Catire  Faría y por Gustavo Machado. Jesús le respondió: ¿Cómo alguien puede ser fariísta? Y donde Héctor Mujica le respondió: -Pues yo.
En palabras de Héctor Mujica, Jesús fue un hombre de buen humor y un político más bien pragmático. Y yo ahora recordándolo, mucho después de su fallecimiento en 1995, constato que muchas veces contaba que cómo era posible que ya no pudiera reunirse en la casa sindical de Punto Fijo que había fundado con tanto  esfuerzo. Así era ese gran sindicalista. Recordado con el mismo sentimiento con que Héctor Mujica miraba, no sin pena, la renuncia de sus más valiosos compañeros y el decaimiento del PCV: “el partido es pobre sin recursos y sin votos”.
Para culminar, hay que señalar que Jesús Faría fue un gran parlamentario, de los que algunos senadores viejos recuerdan su discurso petrolero en el Senado de la república, en el cual se refería a La Ley de Reversión Petrolera. Incluso Arturo Uslar Pietri, quien lo admiraba, lo llegó a felicitar. Cuestionó los contratos de servicios, y propuso por primera vez la nacionalización petrolera, que si bien fue rechazada en principio por AD y COPEI, fue convertida luego en bandera a partir de 1975

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