Cuatro falacias sobre el hambre


 Por Clodovaldo Hernández

El capitalismo hegemónico miente sobre una de las grandes calamidades que produce

 Culpa del socialismo
La primera gran falacia que difunde el capitalismo reinante sobre el hambre en el mundo es que esta es culpa del socialismo o de cualquier sistema económico que desafíe la hegemonía neoliberal impuesta al planeta durante los últimos 30 años.

Para darle forma a esta creencia, el capitalismo hegemónico cuenta con una verdadera superestructura (dicho en términos marxistas) de la que forman parte los organismos multilaterales con especialidad en el tema alimentario; las ONG que se ocupan del tema; los medios de comunicación convencionales y de nueva generación; e instituciones académicas y religiosas.

Todos esos factores propalan la versión de que son las desviaciones socialistas las causantes del hambre en el orbe. Se trata de una tesis rebatida por la realidad cotidiana, pues en el mundo actual solo unos pocos países pueden ubicarse en la esfera del socialismo y aun esas naciones mantienen estructuras económicas de corte capitalista para poder sobrevivir en un escenario internacional hegemónico.

La inmensa mayoría del mundo (incluso la gigantesca China y el emblemático Vietnam) se rige por reglas neoliberales. Entonces, si el hambre campea en el planeta, ¿cómo puede ser culpa de un sistema objetivamente minoritario como el socialismo?

Exclusividad de las razas inferiores
Otra de las mentiras de la superestructura dominante acerca del hambre es que se trata de un fenómeno del Tercer Mundo, responsabilidad de razas inferiores, poco dadas al trabajo creador y de escasa inteligencia.

Esta es la mentalidad colonialista en su esencia pura. Los países que históricamente sojuzgaron a continentes enteros, impusieron autoridades y religiones, saquearon sus riquezas y establecieron relaciones de producción esclavistas, completan la infamia culpando a las víctimas de todas esas tropelías por su propio “atraso”.

Ese enfoque, compartido por las clases dominantes de los propios países sometidos al expolio, les permite sostener la idea de que los habitantes del sur global sufren hambre porque no son lo suficientemente competitivos y laboriosos.

Tal manera de plantear el asunto le concede legitimidad a la hiperexplotación que siguen ejerciendo sobre las masas trabajadoras y sobre los recursos naturales de las naciones empobrecidas.

En el norte es responsabilidad de los fracasados
Como, a pesar de todos los esfuerzos que hacen, las élites no pueden ocultar que también en las naciones llamadas “desarrolladas” hay grandes bolsones de miseria extrema, el aparato ideológico al servicio de estas oligarquías siembra otra creencia perversa: el hambre en esos países es culpa de los hambrientos.

Bajo esa premisa, todo aquel que caiga bajo el umbral de la pobreza y comience a pasar hambre en Estados Unidos o Europa, es un fracasado, un subproducto, un desecho de la libre competencia laboral y social y, por lo tanto, responsabilidad individual de cada sujeto.

En las zonas de gente sin hogar de las grandes ciudades estadounidenses miles de seres humanos sobreviven en carpas, casuchas de cartón o durmiendo en automóviles, comen en albergues para indigentes organizados por la caridad religiosa, son pasto fácil de las drogas y mueren de frío o de enfermedades y sin asistencia médica. Pero ese cuadro trágico no es presentado por los grandes medios como una prueba del fracaso del capitalismo en su fase neoliberal, sino como la selección natural de los más aptos.

La mano invisible resuelve el problema
La mayor falacia respecto al hambre en el mundo es el empeño en hacer creer a las masas empobrecidas que el capitalismo es la vía para superar ese problema y todos los otros asociados a la desigualdad económica y social.

No lo es. Y muy por el contrario, es la causa de las tremendas distorsiones que sufre el planeta en materia nutricional. Mientras mayor es la capacidad productiva del agronegocio; mientras mayores son las ganancias de los propietarios del sector alimentario, peores son las cifras de personas famélicas a escala global.

La concentración de tierras productivas, el control de los avances científicos y tecnológicos y una poderosa estructura mundial de comercialización ha ido convirtiendo al sector agropecuario en un oligopolio internacional, lo que pone la seguridad alimentaria de naciones enteras en manos de corporaciones privadas cuyo único interés es la maximización de sus utilidades.

Un análisis ponderado del punto dejará claro que la mano invisible del mercado no ha hecho más que agravar el problema endémico del hambre y la desnutrición, que la humanidad entera arrastra desde tiempos remotos, debido al auge del mercantilismo colonial y el capitalismo; sobre todo en su etapa unipolar. Y continuará agravándolo en los próximos tiempos, a menos que haya cambios drásticos en la estructura de poder geopolítico.

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