“Antiambientalismo en prospectiva”


Geógrafo Pascual Curcio Morrone, UCV – 1983

He iniciado mi escrito con una acción muy poco frecuente, una foto, la manera más
rápida para explicar la única frase con la que se me ocurrió identificar la realidad
ambiental presente al observar la decoración que, con motivo de los próximos
carnavales, se están realizando actualmente en el emblemático y querido por todos los
venezolanos Paseo Los Próceres, un bulevar con una área arbolada refrescante,
tradicionalmente usada por los metropolitanos residentes y visitantes de la capital de
la República para su libre esparcimiento, localizada al sur-oeste de la ciudad, diseñado
y dirigida su construcción como homenaje a nuestros Libertadores por el arquitecto
caraqueño Luis Malaussena a finales de la década de los años 50, concluyendo su
recorrido de aproximadamente 3,8 kilómetros en el más importante Fuerte Militar del
país, Fuerte Tiuna.
Paseo Los Próceres, un espacio urbano destinado al uso recreativo – festivo- ecológico,
maravillosamente diseñado para sostener una significativa “área verde” como marco
embellecedor; árboles entremezclados con gramíneas y flores sería su uso ambiental
apropiado, y tales micro ecosistemas son protegidos por la Ordenanza de Valorización
y Retribución por Servicios Ambientales publicada en Gaceta Municipal 3267 – D de
fecha 13/mayo 2010, Ordenanza realizada para complementar la Ordenanza Municipal
Sobre Áreas Verdes de fecha 1/julio 1996, la cual dedica todo su capítulo II a la
Conservación y Defensa de las Áreas Verdes Públicas en nuestra ciudad capital, toda
esta legislación municipal protectora del ambiente en concordancia con el artículo 3,
numeral 3ro. de la Ley Orgánica del Ambiente, referida a la necesidad de mantener los
espacios para la vida vegetal porque las plantas, los árboles son SERES VIVOS, los
cuales poseen su propio metabolismo y sufren los maltratos al igual que cualquier
criatura.
Pero ¿qué constituye un “área verde” en la vida cotidiana de una ciudad? Creo
necesario tocar este punto conceptual al observar como frondosas palmeras edificadas
con telas metálicas, material sintético no biodegradable, colocadas sobre un cuerpo de
hierro forjado son ubicadas en espacios que en otrora ocupaban gramíneas y/o flores –
hoy solo se observan despojos maltratados de tales gramíneas -, y medusas luminarias
también con un soporte metálico cubierto por telas metalizadas cuya composición
aparente incluye poliéster y lurex son colocadas en las ramas de los árboles
agonizantes por el maltrato al no recibir tratamiento fitosanitario, ni siquiera un
elemental riego diario y varios de ellos hoy solo son troncos cadavéricos, para
garantizar con tales medusas luminarias una iluminación nocturna a todo lo largo del
bulevar, acción que contraviene acuerdos internacionales en materia de

contaminación lumínica; un hecho curioso en Venezuela, ya que a pesar de ser
considerado un “crimen ecológico” por numerosos ambientalistas del planeta – tema
central por el cual surgió el Día Mundial de las Aves Migratorias, asignado el 14 de mayo del
año 2022 para ser celebrado el segundo sábado de cada mes de mayo, bajo la consigna:
“atenuar las luces para las aves en la noche”, respuesta para todos aquellos caraqueños que
nos preguntamos ahora ¿por qué ha disminuido drásticamente el número de guacamayas y
otras aves anidando en el micro ecosistema establecido en el Paseo Los Próceres? -, no
constituye un delito en el país al no estar contemplado como tal en la legislación
ambiental nacional.
Vale la pena recordar que 175 países – incluida la república Bolivariana -, emitieron una
resolución en la 5ta. Asamblea de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente
efectuada en Nairobi – Kenia – entre el 28 de febrero al 2 de marzo del año 2022 para
intentar acabar con la contaminación del plástico – las telas metálicas realizadas con
poliéster generan fibras pequeñas que forman parte de contaminantes conocidos como “micro
plásticos” -, resolución que muchos ambientalistas y expertos en el tema la califican
como histórica: forjar un acuerdo vinculante para finales del año 2024 para terminar
de una buena vez con tal contaminación.
Un “área verde urbana” es un espacio público reservado para la vida vegetal; en él,
plantas, flores y árboles contribuyen a embellecer la ciudad y mejorar su imagen
paisajística, aportando un granito de arena a modificar benéficamente los microclimas,
generar espacios refrescantes para el diario paseo de los ciudadanos y contribuir a
detener el cambio climático; de hecho, el primer punto de acuerdo de los países
participantes – incluida Venezuela – en la convención ambiental COP27 celebrada en
noviembre del año pasado establece lo siguiente, cito: 1er.- “Mantener, mejorar y
restaurar los ecosistemas, lo que implica detener la extinción de especies y mantener
la diversidad genética”. Algunos fanáticos extremistas defensores de lo indefendible y
voceros del antiambientalismo podrían afirmar que tal acuerdo solo se refiere a
grandes ecosistemas y/o especies en vías de extinción, pero ¿acaso un paseo bulevar
arbolado de varios kilómetros de extensión no es capaz de generar un microclima
refrescante? Y, si es capaz de generar un microclima refrescante, entonces ¿no
constituye un ecosistema? En síntesis, estamos ante un espacio urbano público vital
destinado a implantar vegetación que puede ser nutrido de especies autóctonas, en
donde debieran existir estables cooperativas sociales para su conservación y
mantenimiento diario, pudiéndose, inclusive, decorarlos naturalmente con árboles
cuyas flores representen los colores patrios: amarillo, las flores del Araguaney;
aproximándonos al azulado con las flores del Apamate y flores rojas como las que
produce el Camoruco, con lo que trato de citar un simple ejemplo de organización
comunal para lo que podríamos llamar “patriotismo ecológico”.
Trato de realizar con este escrito un llamado de atención para la auto reflexión al
colectivo venezolano y, en particular, a la gerencia pública del Municipio Bolivariano

Libertador de la ciudad de Caracas: realizar contrataciones con dineros públicos para
generar acciones antiambientalistas, implantar obras artificiales que solo contribuirán
a enfermar y hasta aniquilar a los árboles en espacios públicos de la ciudad, un ser vivo
que convive con nosotros y solo nos aporta beneficios, es una mala inversión al no
generar “plusvalía ambiental”, por decirlo de la manera más clara posible,
representada tal “plusvalía” en belleza natural, aire fresco en un micro clima que
invita a vivir; no sirve esconderse detrás de un discurso ecologista para proyectar
convicciones tanto a lo interno como al extranjero que no sentimos de corazón y no
ejecutamos en la práctica; el filósofo helénico Epicuro fue muy claro hace milenios: “la
explicación no debe contradecir a la percepción sensible”.
La naturaleza es nuestro principal maestro educador, absolutamente nada desecha, lo
que nos enseña una regla muy básica para subsistir: no desechar, aprovechar es el
objetivo y la enseñanza más impactante se obtiene de la observación, la observación
básica de la interacción entre los elementos bióticos en los ecosistemas, así sea el más
pequeño como las áreas verdes en espacios urbanizados; todas las cosas que se han
construido para el bien de la humanidad se han realizado con la simple observación de
la naturaleza – surgió la ciencia conocida como Biomimesis, resumida como la emulación
consiente de la vida silvestre para convertirse en estrategia de supervivencia para la
humanidad en aras de alcanzar un futuro sostenible -; por todo lo comentado, es
imperativo conservar como sea posible la mayor cantidad de espacios verdes, la
biodiversidad, incluso en aquellos espacios con menor densidad vegetal natural, las
ciudades.
Quizás sea el riesgo de la proliferación de acciones antiambientalistas lo que más dañe
a los procesos revolucionarios en nuestros países del hemisferio por ser reflejo
tangible de una conducta anti ética en la convivencia vital ser humano – medio natural,
daño más grave aun que el producido por las sanciones económicas o bloqueos
ejercidos por gobiernos Imperiales, ya que se distorsiona el propio discurso
revolucionario, distorsión reflejada por el no cumplimiento de leyes ambientales
escritas incluso durante el ejercicio del propio gobierno revolucionario para nuestra
convivencia armoniosa.
Síntesis hoja de vida profesional:
Geógrafo Pascual Curcio Morrone, UCV- 1983; Especialista en Análisis de Datos, UCV–
1989; Especialista en Fotogrametría, Universidad de Stuttgart, Alemania 1990;
Fundador y primer Coordinador del Programa de Estadísticas Ambientales del Instituto
Nacional de Estadísticas de Venezuela, 6 publicaciones en el área: “Índice de Calidad
Ambiental, ICA”, año 1998; “Estadísticas Ambientales de Venezuela”, año 1999; “La
Dicotomía Urbano – Rural en la Realidad Venezolana”, año 2000; “Generación de
Residuos Sólidos y Urbanismo”, año 2000; “Cuentas de Agua y Urbanismo”, año 2003;
“Índice de Calidad Ambiental, ICA”, año 2004; Otras publicaciones distintas a la

temática propiamente ambiental: “Marco Conceptual del Plan Nacional de Desarrollo
Ferroviario 2006 – 2030”, IAFE ahora IFE, año 2005; “Índice Diplomático de
Información Geopolítica, IDIG, hacia las mancomunidades y la negociación en bloque,
síntesis ejecutiva”, Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores, año 2010;
“Un Cuento Helénico Y Otros Más”, editorial Círculo Rojo, España, año 2019.
pascualc21@hotmail.com /

Caracas, 04 de febrero del año 2023

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