Yulimar: un sueño hecho realidad


Ya sea en pleno vuelo de uno de sus increíbles saltos; en el gimnasio, mostrando los impresionantes cuadritos de sus abdominales; en la cama, solo cubierta por una sábana; en bikini en una playa venezolana; o con una pinta de alto impacto, bajo los reflectores del mundo alucinante del fashion, Yulimar Rojas es una campeona.

Su desempeño en cualquiera de estos escenarios demuestra que es una persona dotada de un cuerpo excepcional, predestinado al logro deportivo, pero también que su mente y su alma son de alto y largo vuelo.

A menudo se le ha oído decir que sus victorias en el atletismo son “un sueño hecho realidad”, y esa frase funciona perfectamente como su autorretrato.

Yulimar es, ella misma, un sueño realizado para su familia, para Venezuela, para las mujeres en general y para las negras en particular.

La historia de la campeona olímpica y mundial de salto triple es perfecta para quien quiera escribir una de esas biografías inspiradoras, de las que pueden motivar a la gente más pobre y excluida a “salir de abajo”.

Su origen humilde no es un rasgo conveniente para ponerle al relato música de violines, sino un hecho real. El barrio de Puerto La Cruz donde la espigada niña creció (y mire usted que lo hizo: 1 metro 93) es de una pobreza sin cuento. La casa, un rancho de zinc que, como ella suele recordarlo, se estremecía con los palos de agua.

Los travesaños de esa frágil vivienda fueron las primeras vitrinas de las medallas que “la Negrita Zancona” (así la llamó un viejo amigo, con cariño de abuelo) comenzó a coleccionar tan pronto pisó una cancha de atletismo.

Apenas terminaba la primera década del siglo y Yulimar (que nació en 1995) ya era la propia vara de puyar locos, como le decimos por estos lares a la gente delgada y alta. Debido a la influencia que tuvo en el país el desempeño de la selección femenina de voleibol (clasificó a los Juegos Olímpicos Pekín 2008) la chama se interesó por esa disciplina, para la que tenía evidentes condiciones, dadas su estatura y capacidad de salto.

Pero quiso el destino que no fuera el voleibol sino las especialidades de pista y campo las que ficharan a Yulimar. En el polideportivo no había entrenadores de voleibol, pero los de atletismo le echaron el ojo a la flaca. Y allí mismo comenzó a escribirse una de las historias más gloriosas del deporte venezolano de todos los tiempos, dicho sea sin exageraciones.

La joven atleta descolló de inmediato en salto alto, en el que se convirtió en estrella desde la categoría júnior. No fue sino hasta 2014 cuando se le orientó al salto largo y triple. Dos años más tarde ya era una esperanza muy cierta de entrar en el medallero de Río de Janeiro, de la mano de su entrenador, el cubano Iván Pedroso.

Fue el primer sueño que se hizo realidad y con color plateado, porque Yulimar se metió de segunda en la final, solo superada por una leyenda de la especialidad, la colombiana Catherine Ibargüen. Su performance en la cita olímpica de Brasil ya anunciaba la magnitud de la estrella de Rojas, que entonces solo tenía 21 años, frente a los 32 de la neogranadina.

Para un país acostumbrado a las hazañas de sus peloteros profesionales y a las discretas actuaciones de casi todos los demás deportistas, la insurgencia de Yulimar tuvo efectos balsámicos, sobre todo si se toma en cuenta las enormes calamidades que ocurrieron en Venezuela durante el segundo lustro de la década pasada.

Mientras se encaminaba con determinación hacia las Olimpíadas de Tokio, Yulimar se consagró también en el campo profesional, con base de operaciones en España. De una manera relampagueante, como es su costumbre, se entronizó como una figura fundamental de la Liga de Diamante, donde confluyen los mejores de los deportes de pista y campo. En esos exclusivos círculos ha implantado ya varios récords, tanto al aire libre como bajo techo.

El retraso de un año que sufrió la cita de Tokio no impidió que Yulimar realizara otro nivel de su elevado sueño: el oro olímpico, con el añadido del récord mundial, todo ello en el contexto de un derroche de carisma que la proyectó como una de las figuras indiscutibles de este encuentro de los mejores del planeta. Pocos de los ganadores de medallas de oro dieron demostraciones tan terminantes de supremacía como la de Yulimar, quien parece estar pidiendo rivales extraterrestres.

Más allá de sus apabullantes victorias –que han continuado este año, e incluyen incursiones en el salto largo–, la chica impresiona por sus cualidades personales. Tanto en las canchas como fuera de ellas da muestras de un magnetismo que recuerda al de grandes figuras históricas en sus respectivos deportes: Muhammad Alí, Diego Armando Maradona, Usain Bolt, Nadia Comaneci, las hermanas Williams.

Independientemente de que esté haciendo su bailecito preparatorio de cada salto o que se encuentre como invitada especial en el concurso de Miss Venezuela, Yulimar derrocha simpatía y es el centro de atracción.

A diferencia de algunos íconos del deporte con alto perfil en actividades no deportivas, Rojas no transmite la sensación de egolatría ni ha protagonizado escándalos; dice lo que piensa, pero no se enreda en polémicas inútiles y desgastantes; se nota que disfruta de los privilegios que se ha ganado, pero siempre recuerda sus orígenes; se sabe ejemplo para niñas, niños, adolescentes y jóvenes y como tal se comporta, sin caer en hipócritas poses ni puritanismos.

Lo dicho: esa Negrita Zancona, por donde quiera que se le vea, es un sueño hecho realidad.

Por ahora, contra ella misma

Sonará a echonería nacionalista, pero la verdad es que, por lo pronto, Yulimar Rojas solo está compitiendo contra ella misma.
Así quedó en evidencia en el World Indoor Tour 2022 de Madrid, en el que la gran expectativa giró en torno a si la atleta venezolana lograba batir su propia marca bajo techo, conquistada en 2020, de 15 metros 41 centímetros. No lo consiguió. Quedó apenas 2 centímetros por debajo, pero fue responsable de toda la adrenalina que explotó en el polideportivo de Gallur, que estuvo lleno por primera vez, al levantarse las restricciones de aforo que se aplicaron durante los dos primeros años de la pandemia.
Las emociones llegaron a su máximo nivel en dos de los saltos que fueron declarados nulos, pero que al momento de aterrizar estuvieron muy cerca de los 16 metros. Mucha gente pensó que había ocurrido una insólita hazaña: que Yulimar hubiese batido bajo techo incluso su récord olímpico y mundial al aire libre, que es de 15 metros 67 centímetros, alcanzado en Tokio el año pasado.
Previamente, había deslumbrado en Liévin, Francia, ganando oro en salto largo, con 6 metros 58 centímetros. Ahora se prepara para participar en el campeonato mundial que se va a celebrar este mes en Belgrado, Serbia. En esa otra especialidad, al menos por el momento, no está “fuera de lote”, como en el salto triple. Pero, conociéndola, tal vez pronto sea también la reina.

Perfil Clodovaldo Hernández
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