La potente energía de Hindu Anderi


Hindu Anderi igual usted la puede encontrar encabezando una marcha a favor de Palestina, fabricando pasta de dientes, cocinando comida árabe, dirigiendo su programa radial, gestionando ayuda para algún enfermo o leyendo sus poemas en un recital.

Con su rostro tan árabe, esta periodista nacida en Carúpano y criada en El Tigre no parece conocer la palabra cansancio. En lo que decide hacer, se da con todo.

A la hora de una selfie con palabras, ella dice que es “radicalmente comprometida con la vida, tirapiedras hasta la muerte, aunque las lance a la Luna, y de vez en cuándo periodista… perseguidora de sueños”. Ésta, por cierto, es la autodefinición que ella había puesto en una de las cuentas de Twitter que le han cerrado, después de acumular varias decenas de miles de seguidores.

“Es una de las energías más potentes que conozco y la expresa como periodista y también como poeta. Ella es como es. Como cada quien la perciba. Es, para mí, solidaria, detallista, directa, alegre, consecuente con ella y con sus creencias. Y puede, algunas veces, enfurecerte, sobre todo cuando tiene razón y la usa para juzgarte. “¡Me encanta la Anderi!”, dice la profesora Cristina González, quien la conoce desde los tiempos en que la muy joven Hindu alborotaba las aulas de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela con su rebeldía a flor de piel.

Corrían los años 90, tiempo de máxima arrogancia de los ganadores de la Guerra Fría, cuando ser de izquierda era ir en sentido contrario al carril único que supuestamente había cogido la historia. Ese clima universal se reflejaba en la UCV con el deplorable sifrinismo del estudiantado y la retrogradación ideológica del cuerpo docente. Así se puede imaginar el efecto que causaba esta chica con estilo de hippie trasnochada, que de vez en cuando vendía artesanía de cuero y siempre denunciaba al sionismo.

“Ella convocaba a marchar cuando nadie se atrevía a hacerlo, incluso antes de la llegada del Comandante Chávez. Siempre se ha afanado en explicar la diferencia entre judaísmo y sionismo, algo muy importante para comprender esa lucha –afirma Isbemar Jiménez, otra de la pandilla radial–. Siempre la tengo presente por esa causa que ella ha sabido llevar con muchísima constancia y valentía: la del pueblo palestino, mancillado por el sionismo”.

Jiménez admira también los otros empeños de Anderi. “Es una mujer luchadora, una militante de la justicia, del periodismo, del ejercicio reporteril. Siempre está procurando ayudar a los demás: a las mujeres, a los adultos mayores, a las personas enfermas”, resume.

En aquellos primeros tiempos de nado contra la corriente hubo momentos críticos en los que de la descalificación y el insulto los adversarios pasaron a la acción. Así lo rememoró el periodista Ildegar Gil: “Si mal no recuerdo, ella vivía por los lados de la avenida Roosevelt o en la Nueva Granada. Finalizaba la década de los años 80. Estaba ‘sarampionosa’ con la política y se lo cobraron arrojando una bomba incendiaria a su casa. Leí esa vez que pegó de la ventana y creo que no hubo mayores daños. Tampoco lograron intimidarla”.

Claro que no la amedrentaron. Por el contrario, pues su carrera como cabezacaliente apenas comenzaba. Y estas son horas que sigue en efervescencia, con la misma fuerza que en aquellos tiempos casi adolescentes.

Aparte de su trabajo como reportera, su determinación de hacer se expresó a través del Foro Itinerante de Participación Popular. La comunicadora Teresa Ovalles lo califica como “una valiosa iniciativa para discutir temas candentes y, sobre todo, para mantener viva a Palestina, esa patria olvidada y maltratada por Occidente”. Añade que “es admirable su constancia, su sencillez y su trato respetuoso para con todas y todos. Hindu es, no sé si por sus raíces árabes, una gran emprendedora, resiliente, con temple y fortaleza, y una muy hermosa mujer”.

Como ocurrió con camadas enteras de revolucionarios, el momento de las definiciones para Anderi fue el 4 de febrero de 1992. Como si hubiese ocurrido un gran sismo, se anchó una grieta que hasta entonces muchos no querían ver: unos “cayeron” de un lado y otros, del otro. Hindu, ya sabemos en cuál quedó.

Como consecuencia de esa definición, experimentó mayores y más riesgosas presiones. Si ya su antisionismo era percibido como una amenaza, ¿qué podía pasar luego de pronunciarse claramente a favor del chavismo, que tomaba cuerpo como movimiento de masas?
Con la Revolución en el poder, no es que las asechanzas cesaran. Más bien se acentuaron, en especial de 2001 en adelante, con la furiosa reacción de los grupos desplazados del poder. En eso estamos todavía, e Hindu sigue defendiendo sus ideas sin ceder ni tantico así.

En la trinchera comunicacional bolivariana, ella ha sido y es fundamental. La exdirectora de RNV, Helena Salcedo, expresa: “Es tremenda compañera, amiga y colega. Me correspondió compartir muchos años con ella en la radio. Aportó en diversos espacios, dio ideas para la generación de contenidos, y en la tarea de delinear el Canal Internacional. Sus opiniones son certeras. Es una persona con un gran compromiso revolucionario. Valoro su ética, su solidaridad con Palestina y con muchos hermanos en el país, a través del programa que conduce, País alternativo”.

Otra voz aguerrida y femenina de RNV, la profesora Ana María Hernández, optó por opinar en modo poético: “Algo como su inquietud ante la indolencia. / Algo como su mirar transformado ante el ser amado, con ternura / o su fiero rechazo ante el opresor. / Algo como su ternura infinita ante sus hijas, o la poesía comprometida que realiza. / Hin al Anderi, o sencillamente Hindu Anderi, / belleza en su mirar con el sello de su causa”.
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Crema de garbanzos en La Casona

El periodista Gustavo Mérida aportó al retrato de Hindu Anderi con una breve crónica de sus quehaceres del sábado pasado, 19 de marzo, Día del Artesano y la Artesana.

Relata que Hindu estaba afanada en la cocina de La Casona Cultural Aquiles Nazoa y que lo atendió sin mirarlo mucho, pero de una manera cortés. Sin prisas, con pausas, le dio la receta:

“La crema de garbanzos, que es una de mis preferidas, es muy sencilla de hacer. Como en toda comida, la sazón tiene que ver con el humor y el amor. Se ponen a remojar los garbanzos de un día para otro, luego, con un poquitico de su propia agua, se licúa. Cuando ya es una crema, le agregas limón, sal y ajo. Me gusta ácida. Hay quienes utilizan la sal de limón”.

Mérida comenta que acidita es la canción de Hindu para todas sus preparaciones, entre las que destaca su manera de juntar cebolla, aceite de oliva, hierbabuena y carne cruda. Por supuesto, no revela todos los ingredientes de sus recetas libanesas, pero remata recomendando: “Cuando ya está todo mezcladito, la adornas como tú quieras”.

Artesanas y artesanos, poetas y cantoras, comieron crema de garbanzos con pan árabe, en triangulitos. Hindu también hizo café, té de flor de Jamaica, té de menta.

Luego de recoger y limpiar todo, Hindu va a de un lado para otro, lleva esto para acá y aquello para allá. “Y así va. Así”, cierra Mérida su relato.

Clodovaldo Hernández

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