Apuntes sobre la ideología de la Revolución Cubana


Autor: Eduardo Torres-Cuevas | internet@granma.cu

29 de enero de 2022

La definición de Ideología de la Revolución Cubana se basa en los principios rectores de los procesos de liberación nacional y de emancipación social cubanos; en el desarrollo de un pensamiento propio caracterizado por, como señala José Martí, colocar en forma relativa, en singularizar, el pensamiento universal según las exigencias de la realidad específica cubana

Considero que lo que le da coherencia al trabajo cultural, político e ideológico es la definición de Ideología de la Revolución Cubana.

Ella se basa en los principios rectores de los procesos de liberación nacional y de emancipación social cubanos; en el desarrollo de un pensamiento propio caracterizado por, como señala José Martí, colocar en forma relativa, en singularizar, el pensamiento universal según las exigencias de la realidad específica cubana.

Fidel Castro, conocedor profundo del pensamiento martiano, fue el artífice y quien le dio al proyecto revolucionario cubano, en la praxis y en su pensamiento dialéctico, su contenido universal y propio. Según expresó, su aporte de la teoría revolucionaria fue la unión del pensamiento marxista con el pensamiento martiano. De ello se colige que la Ideología de la Revolución Cubana contiene dos componentes directrices: el pensamiento revolucionario cubano y el pensamiento marxista adecuado a nuestra realidad.

Esta combinación es rigurosamente necesaria para entender los procesos históricos y las complejidades actuales de Cuba y de los países del Tercer Mundo, cuya evolución es muy diferente a la de los países del Primer Mundo. Mientras estos últimos han constituido el centro de la formación de la modernidad capitalista, los primeros formaron la periferia o los espacios marginales del mundo moderno.

Ello implica una complejidad surgida de la dominación y explotación de los países imperialistas que singulariza la evolución histórica y las luchas actuales a las que nos enfrentamos.

A este respecto Carlos Marx escribe, en carta a la revista rusa de OtiéchestviennieZapiski, sobre el intento de N. K. Mijailovki de extrapolar, esquemáticamente, contenidos de El Capital a la realidad rusa: «A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio)».

Las características de la sociedad cubana y de su evolución parten de aspectos muy diferentes a los de Europa y Estados Unidos, al haber sido la nuestra colonial-colonizada, esclavista-esclavizada, productora de materias primas pero colocada en la red comercial norte-sur y este-oeste, según Martí, «en el fiel de América».

El estudio de su complejidad y de la evolución del pensamiento revolucionario cubano permite comprender por qué en nuestro país se produce un proceso ininterrumpido por la liberación nacional y la justicia social que confluye hacia el socialismo como consecuencia de las luchas de clases, sociales e ideológicas.

El componente martiano diferencia este socialismo del de Europa Oriental, al introducir las contradicciones y paradojas típicas latinoamericanas y el aspecto humanista derivado del enfrentamiento a los factores capitalistas que estructuraron una sociedad esclavista, y con posterioridad una sociedad dependiente, no solo en lo económico, sino también en lo cultural.

Lenin llamaría a la Guerra Hispano-americana la primera guerra imperialista. Martí, conocedor profundo de los Estados Unidos, entendió que Cuba sería determinante en el nacimiento del imperialismo norteamericano, por lo que dedicó todas las fuerzas de su pensamiento y acción a producir en nuestro país las bases del equilibrio mundial: «un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos».

En lo referente al pensamiento marxista, debe tenerse en cuenta que este constituye una teoría compuesta de tres partes: materialismo histórico, materialismo dialéctico y economía política. Es importante, a la hora de transmitir los contenidos del marxismo, que el concepto de economía política no es un tecnicismo económico, sino una visión, un método y un concepto esencialmente político.

En lo referente al materialismo histórico, se trata del análisis esencialmente teórico-filosófico que no debe confundirse con la ciencia histórica. Esta, como toda ciencia, se rige y evoluciona a partir de métodos rigurosos aplicados a investigaciones factuales de los cuales depende el mejor conocimiento de la realidad. De sus conclusiones se derivan debates y abstracciones que penetran en campos metahistóricos.

La ciencia histórica tributa y enriquece a la ideología, a la política y a la teoría; no es esclava, es espada y escudo de liberación en manos de los creadores de políticas y de los ideólogos actualizados y combatientes. Es materia prima para la teoría.

Un concepto fundamental para el estudio de sociedades específicas es el de Formación Económico-social, creado por Marx, que permite estudiar un complejo económico-social específico, con una valoración objetiva de diferencias (por ejemplo, los modelos soviético, chino, vietnamita y coreano con el cubano a partir de sus evoluciones históricas, culturales y sociales) esencial para la comprensión de la contemporaneidad y la riqueza que posee. Incluso más allá del esquema base-superestructura, que él mismo utilizó de manera tan efectiva, pero que no debe usarse a discreción (como ningún otro esquema binario). Lo esencial de la formación económico-social es la interrelación e interdependencia de todos los componentes de una sociedad específica, jerárquicamente establecidos, para configurar sus características propias (El paralelogramo de las fuerzas de Engels). La complejidad cubana adquiere así coherencia cognoscitiva.

Otro aspecto importante es el de la lucha de clases. Es rigurosamente necesario estudiar en vivo las características de las clases sociales y de las luchas de clases en una sociedad específica.

En el caso de Cuba, su historia está unida a la presencia de la esclavitud, en sus diversas modalidades, incluyendo la esclavitud que pasa desde la patriarcal a la intensiva de plantación y de esta a una sociedad que sustituye la esclavitud legal por la discriminación racial.

La estructuración de la sociedad republicana complejizó el tema de las clases sociales. Para entender esta complejidad no solo se debe tener en cuenta la clase en sí y la clase para sí, sino también las divisiones intraclases, entre las que se encuentra la división racista al interior de una misma clase social.

De igual forma debe tenerse en cuenta la influencia en la ideología de los gustos y modas que actúan, fundamentalmente, sobre las clases medias que, muchas veces, en países como el nuestro, son más una media clase que una clase media.

Lenin aportó dos elementos fundamentales: el estudio de la fase imperialista del capital en su nacimiento y la relación Estado-Revolución, que profundiza en las estructuras del poder y analiza la creación de las situaciones revolucionarias en los inicios del siglo xx.

El marxismo como teoría y práctica revolucionarias, así como los aportes de Lenin, deben ser confrontados con la etapa actual del capitalismo (por ejemplo, la diferencia entre el capital financiero y el capital especulativo o el dominio neoliberal bajo alianzas de potencias capitalistas que superan el periodo de las guerras interimperialistas).

Es fundamental el dominio tanto de la teoría, el método y los conceptos marxistas y leninistas para dar coherencia teórica a la ideología de la Revolución Cubana. Estos conceptos deben ser descargados de lo ya superado y cargados y recargados con los resultados de las experiencias y nuevos conocimientos aportados por el siglo xx y lo que va del siglo xxi.

Nuestros instrumentos ideológicos deben estar a la altura del debate actual con nuevas propuestas, resultado de nuestra experiencia y del desarrollo de la conciencia política que tienen en José Martí y en Fidel Castro sus creadores más profundos y realistas.

El carácter de «satélite privilegiado» de Cuba dentro de la expansión imperialista norteamericana creó una aspiración en su burguesía y en sectores de su clase media, vinculada al dominio simbólico y al predominio, en muchos de ellos, del llamado american way of life.

Fue esta una influencia visible en nuestra sociedad, que se originó en el siglo xix y el lazo neocolonial consolidó. La Revolución Cubana fue un abierto enfrentamiento de las tradiciones, costumbres, hábitos, creencias de lo más genuino del «ajiaco cubano» que conformó esa extraordinaria combinación que llamamos cubanía. Durante siglos se forjó. Ese modo de ser, sentir y hacer de lo cubano, que necesariamente identifica a nuestra nación, se formaba en el pueblo en confrontación con las proyecciones que se plegaban a un nuevo estilo de coloniaje.

El tema requiere de un tratamiento de profundidad y no de simplificaciones y vulgarizaciones que, en los últimos tiempos, tienen mucho de improvisación y de especulación debido a la falta de conocimiento de aspectos fundamentales de la historia y de la cultura cubanas.

Existen centros de investigación, investigadores, estudiosos que pueden aportar a una mejor comprensión de la Ideología cubana, que encontró en el marxismo un método y una práctica que permitió encauzar gran parte del pensamiento revolucionario anterior, en particular el de José Martí. Esas son nuestras fortalezas.

El hacedor de la Revolución Cubana, Fidel Castro, quien rompió con los dogmas que obstaculizaban la posibilidad de culminación de una Revolución en Cuba (la teoría del fatalismo geográfico, la teoría de que «se puede hacer una revolución con el ejército, sin el ejército, pero no contra el ejército» y la de que «para que triunfe una revolución en Cuba necesariamente antes tiene que haber triunfado en Estados Unidos») y su comprensión de que los cambios en Cuba, el camino del socialismo, debían responder a las necesidades más imperiosas de la sociedad cubana, debían ser profundamente humanistas (educación, salud pública, reforma agraria, reforma urbana).

Y, además, responder, con visión de futuro, a una gran revolución humanista que avanzaba construyendo un nuevo socialismo, vinculado a las problemáticas de América Latina y del Tercer Mundo, y cuyo obstáculo fundamental lo era el imperialismo norteamericano.

Caracterizó al pensamiento cubano el establecer, desde sus inicios (Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive), el nexo entre ciencia, conciencia, virtud.

Para que el país se desarrollara era necesaria la práctica y el pensamiento científico que debía corresponderse con un sentimiento patriótico formador de una conciencia nacional (ciencia para crear conciencia; conciencia para hacer ciencia). Ello estuvo unido a la práctica de la ética en todos los aspectos de la vida del país. Fue la escuela cubana la que transmitió en todas las esferas sociales esa aspiración de construcción de una sociedad nueva, libre, de igualdad social y humanista.

Es necesario superar la dicotomía ortodoxia-heterodoxia para desarrollar una verdadera dialéctica marxista aplicada a la evolución y a la realidad cubana que permita entender no solo los textos originales que dieron vida a la concepción marxista, sino estudiar también el resultado del aporte del pensamiento marxista del siglo xx y comienzos del xxi, de sus contradicciones, y de aquello que, a partir de la praxis de la Revolución Cubana, dio forma a una conciencia revolucionaria, no solo patriótica; unidad al proyecto revolucionario, contenido específico a la definición de las clases sociales y de la lucha de clases, en un país en el cual la esclavitud, la colonización, la restauración neocolonial, el problema racial y su ubicación en la expansión del imperialismo norteamericano (diferente en su evolución de los imperios europeos) han moldeado y dado sus características específicas a la lucha de clases en Cuba.

Un estudio de la formación de la militancia comunista y de los sectores revolucionarios lleva a la conclusión de que en muchos de ellos están ausentes, o resulta deficitaria, la presencia de textos fundamentales de la Ideología de la Revolución Cubana.

De igual forma, se puede observar la ausencia de algunos aspectos fundamentales de nuestra teoría revolucionaria en una parte importante de la población.

Foto: Juvenal Balán

En este aspecto debe diferenciarse lo que es la formación de filósofos e intelectuales, necesitados de profundizar y modernizar la teoría, a partir de la práctica revolucionaria cubana, de lo que debe ser de conocimiento general de las obras clásicas de la Ideología de la Revolución Cubana.

Es recomendable hacer una selección de lecturas de las obras más importantes de la teoría revolucionaria. La divulgación de estas obras debe ir acompañada de seminarios, cursos y talleres de debates.

No es recomendable elaborar manuales que, por su estructura, necesariamente reflejarían criterios de sus autores y reducirían la riqueza, tanto literaria como de contenidos, de los clásicos del pensamiento revolucionario. Los estudiosos deben tener selecciones de lecturas para conocer, incluso, observaciones de los clásicos, que no siempre están en los manuales.

En la formación de los revolucionarios cubanos, en particular de los militantes comunistas, resulta imprescindible el dominio de las ideas fundamentales de José Martí y de Fidel Castro, constructores del pensamiento revolucionario cubano. Este nexo debe ser establecido con la formación marxista, como un todo dialécticamente enlazado.

De igual forma deben tenerse en cuenta los trabajos de importantes figuras del pensamiento revolucionario cubano como son: Félix Varela, Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Diego Vicente Tejera, Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Blas Roca, entre otros.

Es imprescindible unir en estos estudios a las figuras que desarrollaron un pensamiento constructor del conocimiento, de quiénes somos, ya sea en poesía como en las ciencias sociales. Nombremos aquí a Fernando Ortiz, Nicolás Guillén, Alfredo Guevara, Roberto Fernández Retamar, Fernando Martínez, quienes contribuyeron esencialmente, junto con un amplio grupo de ensayistas, a una mejor comprensión de la sociedad cubana.

Es imprescindible realizar una selección de obras que permitan la formación integral de los revolucionarios cubanos. Para contribuir a poner en marcha este proyecto, me permito someterles la propuesta siguiente:

Biblioteca básica del revolucionario cubano

Carlos Marx: El Manifiesto Comunista, Once tesis sobre Feuerbah, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política  y Crítica del Programa de Gotha.

Federico Engels: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.

José Martí: Selección de trabajos de  Nuestra América,  sobre los Estados Unidos, sobre sus proyecciones nacionales e internacionales y sobre el partido y la guerra necesaria.

Vladimir I. Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo y El Estado y la Revolución.

Antonio Gramsci: Selección de Cartas desde la cárcel.

Julio Antonio Mella: Glosas al pensamiento martiano y selección de otros trabajos.

Antonio Guiteras Holmes: El septembrismo y Programa de la Joven Cuba.

Fidel Castro: Selección de textos claves sobre temas conceptuales desde el Moncada hasta su definición madurada del concepto de Revolución en su Discurso del 1ro. de mayo de 2000. (El Centro Fidel Castro se encuentra en la actualidad elaborando las obras escogidas).

Ernesto Guevara: El socialismo y el hombre en Cuba, Carta a Fidel Castro, 25 de marzo de 1965.

Selección de textos que propicien una mirada integral a la complejidad del panorama estratégico global del hoy.

Esta selección de lecturas puede ser complementada con obras importantes que permitan una mejor comprensión del escenario donde escribieron los autores clásicos. Se sugiere: La biografía de Marx, de  Franz Mahring; la de Lenin, de Gerald Walter; las de Martí, de Jorge Mañach y Cintio Vitier; las de Guiteras, de José Tabares del Real y de Paco I. Taibo; las del Che, de María del Carmen Ariet y Taibo, y la de Fidel Castro, de Katiuska Blanco.

El General de Ejército Raúl Castro y el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez han producido discursos que tienen especial trascendencia para el enfoque de los momentos actuales, de la lucha ideológica y del fortalecimiento de la Ideología de la Revolución Cubana.

La selección de los discursos más trascendentes en el Partido, en el Gobierno, en intervenciones públicas; así como la intervención de Díaz-Canel en Palabras a los intelectuales y sus discursos en el último Congreso de la Uneac, deben ser lectura necesaria, como complemento no solo de la tradición revolucionaria, sino para la comprensión de las estrategias actuales y de los conceptos de la batalla actual de la Revolución Cubana en sus diversas manifestaciones.

Es evidente que la amplitud y la complejidad de las selecciones de texto que se concreten como fuentes han sido concebidas para ser ajustadas en cada caso, tomando en cuenta el nivel y la extensión de la actividad formativa en la que se aplique.

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