Primera y última: el prontuario de la vacuna Oxford-AstraZeneca


La vacuna de Oxford-AstraZeneca ha enfrentado dificultades desde antes de su lanzamiento. Foto Archivo

Esta semana, de nuevo, fue noticia en el mundo la vacuna británica de Oxford-AstraZeneca. El fármaco cuya efectividad ha estado constantemente en tela de juicio, que además ha incumplido con sus compromisos de despacho, y que incluso ha llevado a varios países a querer activar el mecanismo de arbitraje de Bruselas, fue sacado momentáneamente del esquema de vacunación en varios países de Europa luego de que se asociara con efectos secundarios fatales. 

¿Cómo el primer proyecto de vacuna que dio esperanzas a un mundo que despertaba ante una pandemia hace un año pudo caer en semejante hoyo de desconfianza? Te contamos su historia en este relato que mezcla ciencia, política, geopolítica y mercantilismo.

Así nació la vacuna

La historia de esta vacuna comienza en la Universidad de Oxford, casa de estudios británica con un devenir de varios siglos.

No se tiene certeza de su fecha de fundación exacta, pero según su página web los primeros registros datan de 1096, lo que la convierte, hasta que se demuestre lo contrario, en la segunda universidad más antigua del mundo. Para tener una idea, calculemos que es contemporánea con el fin de la era vikinga y que Colón llegó a América 396 años después.

Oxford es la segunda universidad más antigua del mundo.

De esta casa de estudios han salido 12 santos, 46 ganadores del premio Nobel, 50 medallistas olímpicos, y entre sus alumnos notables contemporáneos se puede nombrar a Stephen Hawking, ​ Oscar Wilde e Indira Gandhi.

La hoy vacuna Oxford-AstraZeneca nació como proyecto entre sus muros, específicamente en el Jenner Institute, un centro de investigación en vacunas asociado a la universidad que data del año 2005. Lleva el nombre del médico inglés Edward Jenner (1749-1823), contribuyente al desarrollo de la vacuna contra la viruela. Este laboratorio cuenta con experiencia en el desarrollo de fármacos inmunizadores contra la malaria, la tuberculosis, el ébola y el MERS. 

Meses antes de que la covid-19 fuera declarada una pandemia, el Instituto Jenner comenzó a trabajar en una vacuna, teniendo en cuenta que la enfermedad iba extendiéndose por el mundo. Como tal, se pusieron manos a la obra en enero de 2020 y en marzo ya comenzaron a convocar a personas que quisieran someterse a los primeros ensayos, para inocularlo el 30 de abril al primer grupo de sujetos de prueba.

Desde el punto de vista de su arquitectura científica, la vacuna era una inmunización de doble dosis, con un vector viral recombinante, es decir, que usa un virus como medio de entrega. En este caso se trata de versión debilitada del virus del resfriado común de los chimpancés que codifica instrucciones para fabricar proteínas del nuevo coronavirus, generar una respuesta inmunológica en el organismo y prevenir la infección. En palabras sencillas, como la mayoría de las vacunas, con otro virus parecido hace creer al cuerpo que ya tuvo la enfermedad, así que el mismo desarrolla sus anticuerpos contra una reinfección.

AstraZeneca entra en el cuadro

La vacuna fue desarrollada en el Instituto Jenner, asociado a la Universidad de Oxford.

El desarrollo de esta vacuna fue avalado discursiva y financieramente por el gobierno británico, pero en el mismo mes de abril, el día 30, Oxford anunció su asociación con la gran farmacéutica trasnacional AstraZeneca. La empresa, que data de 1913, aunque con su nombre actual existe desde 1999, constituye la fusión del laboratorio sueco Astra AB y la farmacéutica británica Zeneca Group. Su cabecilla es el magnate sueco Leif Johansson, sexta persona más rica de su país según Forbes.

Esta empresa ingresó en la fotografía para encargarse de la producción y distribución en masa de la vacuna a través de su amplia red de laboratorios a nivel global. Digamos que iba a encargarse de su trabajo administrativo y de su representación, aunque AstraZeneca siempre ha mantenido que no percibirá ganancias de la vacuna hasta que la OMS levante la declaratoria de pandemia.

Luego de la asociación, la vacuna terminó llevando por nombre científico AZD1222 o ChAdOx1 nCoV-19, y levantó tal esperanza que incluso Donald Trump ofreció 1,2 millardos de dólares para continuar con su desarrollo (lo cual nunca concretó).

En paralelo, laboratorios de otras partes del mundo como Pfizer, Moderna y Gamaleya iban montándose en el tren de la carrera por la vacuna.

En mayo comenzaron los problemas con la Oxford-AstraZeneca cuando algunos sujetos de prueba en Inglaterra recibieron por error la mitad de la dosis, pero eso no detuvo que siguieran las pruebas consecuentemente en Brasil, Sudáfrica y Estados Unidos.

En septiembre los ensayos en humanos se suspendieron en todo el mundo después de una sospecha de reacción adversa en un voluntario británico. Ni AstraZeneca ni Oxford anunciaron oficialmente la pausa que en horas se filtró a la prensa y sucede una pequeña controversia, pero finalmente el equipo logra autorización para continuar los ensayos en EEUU y en el Reino Unido. 

El 8 de diciembre aparece en la revista The Lancet el primer trabajo científico publicado sobre los resultados de las pruebas en donde se garantiza su seguridad y eficiencia en un margen que va desde el 61% hasta el 90%, dependiendo de los grupos. 

En el estudio también se revelan varios de los financistas de la vacuna, entre quienes figuran además del gobierno británico y la empresa AstraZeneca; Bill & Melinda Gates Foundation, de los dueños de Microsoft; además de Lemann Foundation y Brava and Telles Foundation, de sendos magnates brasileños socios entre sí, reconocidos por Forbes como dos de los hombres más ricos del mundo. El primero, el potentado banquero y cervecero Jorge Paulo Lemann, y el segundo Carlos Alberto Sicupira, también cervecero y socio de Warren Bufett en Burger King y Heinz. Gente no exenta de polémica, como es usual en multimillonarios.

Siguiendo con la historia, ya el proyecto de AstraZeneca había perdido la carrera de las vacunas porque para ese momento ya habían hecho lo propio otras como la Sputnik V y la Pfizer, pero igual se erigió como una opción viable de inmunización en un mundo ávido por salidas rápidas y eficientes a la coyuntura pandémica. De hecho, ya se había solicitado su aprobación de emergencia en India y el 30 de diciembre finalmente consiguió su aprobación en su país de origen.

Ese mismo mes comenzaron las dudas con respecto a su eficacia y seguridad, y varios voceros farmacéuticos pusieron en tela de juicio el blindaje de este fármaco. Semanas después comenzaría la lluvia de dudas, quejas y decepciones. En fin, que la vacuna no ha tenido un solo día de paz.

Mucho ruido y muchas nueces

El primer ministro británico Boris Johnson ha mantenido su respaldo a la vacuna

La vacuna de Oxford-AstraZeneca sufre problemas de confianza desde antes del día 1, debido a que como ya relatamos, evidenció problemas desde su fase de pruebas. Un segundo escollo debió enfrentar cuando se le encaró por su baja efectividad —prácticamente tan solo del 50%—  en personas mayores de 55 años, justamente el grupo más vulnerable en el contexto del coronavirus, además de su prácticamente nula acción frente a nuevas cepas del virus, la sudafricana por ejemplo.

Por otro lado, ya suma un largo historial de inconvenientes administrativos. Desde enero que anunció que no podría cumplir con las cuotas prometidas con la Unión Europea, los retrasos en las entregas han ido en escalada, tanto que la semana pasada Italia decidió —amparándose en una reciente normativa europea— expropiar un lote de vacunas de la firma producidas en su territorio que ya estaban listas para ser exportadas a Australia.

Originalmente, AstraZeneca debía entregar a Europa, en el primer trimestre del año, 90 millones de vacunas, que luego fueron reducidas a 40 millones; pero a la fecha los Estados miembros han recibido solo 15,8 millones de dosis, de las que se han inyectado de momento 8,6 millones, según datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). 

Las demoras han ocasionado que la Comisión Europea proponga la activación del mecanismo de arbitraje de problemas de Bruselas para solucionar el tema de suministro con la farmacéutica y determinar de una vez por todas si va a poder entregar lo que comprometió, que además ya está pagado.

Pero eso no es nada en comparación con el escándalo que ha venido después y en escalada: varias muertes asociadas a supuestos efectos secundarios del fármaco.

Y es que, aunque aún no se llega a evidencia científica concluyente, se han presentado decenas de casos de trombo en pacientes europeos recién inoculados del virus, incluyendo al menos siete personas fallecidas. Es difícil precisar la cantidad exacta porque la prensa hegemónica ha tratado de matizar los acontecimientos amparándose en que efectivamente no se ha reconocido de forma oficial la relación de la aparición de coágulos de sangre con la vacuna, y que además proporcionalmente se trata de una cifra muy baja, tras un gigante poder económico.

La situación se devela cuando ya se ha vacunado a 7 millones de personas en la Unión Europea con esta vacuna, 11 millones más en el Reino Unido, y en suma más de 20 millones en todo el mundo. Hasta el 8 de marzo, la propia AstraZeneca había reportado 15 casos de trombosis venosa profunda en las piernas y 22 de embolismo pulmonar entre los vacunados de la UE y el Reino Unido. Música para los oídos de los grupos antivacuna.

Ante las dudas, a partir del 11 de marzo la vacuna se suspendió en Europa para 15 días después retomar el esquema de inmunizaciones aduciendo que sus beneficios son mayores que su riesgo. En palabras casi textuales de varios de los voceros autorizados: es más fácil morir de coronavirus que de trombosis asociada a la vacuna; de modo que los “expertos” recomiendan el mal menor.

“El número de eventos trombóticos reportados entre la población vacunada es menor que el esperado en la población general, según ha observado el comité”, por lo que “no hay un aumento en el riesgo global de aparición de trombos. Sin embargo, aún hay ciertas incertidumbres; hemos visto algunos casos muy raros describiendo una combinación de trombosis, trombocitopenia y hemorragias, en algunos casos empezando por pequeños trombos entre los 7 y los 14 días posteriores a la vacunación, una condición conocida como coagulación intravascular diseminada. También unos pocos casos de trombosis de senos cerebrales. Estas condiciones están relacionadas con una trombocitopenia y aun no hay evidencia científica suficiente para determinar si estos eventos están relacionados con la vacuna, aunque son muy raros, por el PRAC lo seguirá investigando”, dijo al retomar la vacunación La directora del Comité de Fármacovigilancia de Europa, Sabine Straus. Es decir, sí pero no pero sí.

No se han presentado, o al menos no se han informado, sobre casos parecidos de reacciones adversas fatales en personas que han recibido pinchazos con las otras vacunas. Solo se ha documentado un caso el pasado mes de enero en Estados Unidos de un médico fallecido en Florida por una drástica reducción de plaquetas, cuadro que concluyó en una hemorragia cerebral, luego de recibir la inmunización de Pfizer.

Estados Unidos siempre caritativo

Se ha administrado a unos 20 millones de personas a nivel mundial.

Es bueno hacer ver que, a la fecha, la vacuna de Oxford-AstraZeneca se ha aprobado en 70 países del mundo, incluyendo en América a Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Colombia, El Salvador, México, Guyana Francesa, República Dominicana y varias islas del Caribe como Bahamas y San Vicente y las Granadinas.

De hecho, esta es la vacuna bandera que la iniciativa Covax, de las Naciones Unidas, pretende enviar a países de la región y en general a territorios del “tercer mundo”.

Pero con Estados Unidos sucede un caso particular. El país no ha dado la aprobación al fármaco porque espera evidencias concluyentes de su efectividad y seguridad en sus 32 mil sujetos de prueba. Mientras tanto, mantiene almacenados cientos de millones de dosis a la espera de una decisión, y AstraZeneca aún le debe 50 millones de vacunas más prometidas para finales de abril.

Recordemos que Estados Unidos se ha convertido en el gran acaparador mundial de vacunas gracias a su política de “America first” según la cual se ocupará de garantizar el cien por ciento de dosis para su población a costa de lo que sea.

Pero muy coincidentemente, al mismo tiempo que en Europa se comenzó a debatir sobre la seguridad del producto farmacológico, la administración de Joe Biden informó que estudiaban donar (o prestar) esas vacunas a México y quizá a Canadá, como acción solidaria. No lo sé, Rick.

En contracara, Venezuela, como medida salomónica, decidió no autorizar el uso de esta vacuna en el territorio nacional debido a los riesgos que, si bien no han sido estudiados a fondo, están presente a todas luces. 

¿Cómo pudo caer en desgracia una vacuna formulada en las mismas aulas donde trabajaron algunos de los más prestigiosos científicos de Occidente? Es un misterio que la historia seguramente develará. 

Vacuna no, pero anticonceptivos sí

Llamó la atención que se suspendiera el uso de la vacuna Oxford-AstraZeneca ante algunas decenas de casos de trombos cuando está normalizado que otro tipo de fármacos cause anualmente el mismo efecto secundario, pero en una de cada mil personas: las pastillas anticonceptivas.

Desde su lanzamiento en los años 70, las pastillas hormonales para el control de la natalidad en mujeres han estado envueltas en polémica primero por los efectos fatales de sus pruebas en Centro América, Asia y África (hay mucho de esta historia en varios documentales de Netflix), y luego por sus avasallantes efectos secundarios nunca solucionados que además de trombosis incluyen depresión, migraña y desórdenes hormonales.

En este caso, es de notar que los casos de trombosis asociados a la vacuna que causaron alarma mundial son del 0,0006%. En lo que concierne a la píldora, esta afección está catalogada como efecto “raro” y puede afectar hasta 1 de cada 1.000 pacientes. Pero nadie nunca ha manifestado una preocupación suficientemente contundente como para revisar su formulación o solicitar que se suspenda su uso.

Es una política de “doble rasero”, denunció la Asociación Francesa de Víctimas de Embolia Pulmonar y Accidente Vascular Cerebral, entre otras organizaciones que han abordado el tema. Esta se sorprendió “de la indiferencia con la que se trata a miles de mujeres víctimas de trombosis y de embolia debido a su contracepción en Francia y Europa”, haciéndose eco de numerosos mensajes similares publicados en los últimos días en las redes sociales, reportó France24.

Es otro caso de cómo la industria médica es otro de los territorios en disputa para afrontar con perspectiva de género.

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