Carlos Lanz, paranoico con razón


«Tú como que eres paranoico, siempre crees que te están siguiendo”, le dijo Alex Lanz a su padre, Carlos, en varias oportunidades. Se refería a las mañas características de un viejo guerrillero, acostumbrado a desconfiar hasta de su sombra.

Ese es uno de los rasgos más raros de la desaparición de Carlos Lanz, ocurrido el 8 de agosto del año pasado: contrario a sus inveteradas prácticas preventivas, el veterano luchador social salió de su casa en Maracay, aparentemente sin violencia, y no se ha vuelto a saber de él.

Alex recuerda a menudo sus comentarios acerca de la paranoia de su papá. ¿Acaso ese día, inexplicablemente, se relajó en su secular manía de recelar? Es una de las interrogantes que siguen pendientes.

Cualquiera, desde afuera, creerá que personas como Lanz, militantes de la izquierda insurreccional de los años 70, no tienen razones para andar a salto de mata en la Venezuela revolucionaria del siglo XXI. Pero esa es una percepción superficial. En la dialéctica de un proceso tan acosado externa e internamente como lo es el bolivariano, hay amenazas muy reales para los cuadros clave del Estado, de sus partidos, de sus fuerzas sociales.

Lanz no se ubica entre los más conocidos intelectuales chavistas, debido precisamente, entre otras razones, a su deliberado bajo perfil. Pero sí es uno de los más preclaros analistas en materia geoestratégica con los que ha contado la Revolución. Varios de quienes han estudiado su insólito mutis coinciden en que es en la agudeza de sus planteamientos sobre la guerra popular prolongada donde deben buscarse las causas de lo que le ha ocurrido.

El propio Alex lo ha expuesto así. En una entrevista en LaIguana.TV dijo que “él ha trabajado en el estudio de las operaciones psicológicas, las acciones militares irregulares, el culto al odio por las redes sociales, el asesinato de reputaciones que desarrollan los enemigos de Venezuela, y luego desaparece justo dos días después de la sentencia a 20 años de prisión de los mercenarios estadounidenses y paramilitares de la Operación Gedeón… Da mucho qué pensar”.

Carlos Lanz había sido un profeta de las acciones tipo Gedeón. En varias oportunidades, antes del desastroso desembarco, había advertido que EEUU estaba planificando una invasión, pero no del tipo clásico, pues intenta eludir el síndrome de Vietnam. Su modelo ahora es tercerizar la guerra, ya sea poniendo al frente a países aliados o mediante el uso de “contratistas”, que es un eufemismo para perfumar el rol de las empresas de mercenarios, como la que intentó la invasión de La Guaira. “La razón es pragmática y mediática: evitar que se generase empatía hacia Venezuela, cuando fuese atacada por un país muchas veces más fuerte en términos militares”, dijo Carlos Lanz, en varias conferencias.

En la Operación Gedeón se observan los dos trazos de esa fórmula de tercerización: se usa a un país subalterno (Colombia) como base de operaciones, y a una “contratista” (Silvercorp) como ejecutora directa.

Casi un año antes de los sucesos, en una entrevista con Walter Martínez, en Venezolana de Televisión, dijo que basándose en sus propios estudios y en otras investigaciones, algunas cotejadas con oficiales de la Fuerza Armada, existía la posibilidad de que ocurriera una operación armada con paramilitares y desertores.

También pronosticó algo que está ocurriendo, según recientes denuncias del ministro de la Defensa, Vladímir Padrino López: el empeño de infiltrar a la Fuerza Armada y romper su unidad mediante sobornos y promesas. “Parece que nos estamos preparando para una guerra convencional con barcos y aviones. Creo que eso no está en la agenda. El costo político de una decisión como esa no lo van a asumir en Washington. Ellos seguirán buscando desarticular la unidad de nuestra Fuerza Armada, romper la institucionalidad. Por tanto, los aspectos logísticos y operacionales deben virar cuanto antes hacia la guerra popular prolongada. Eso es un disuasivo”, puntualizó Carlos Lanz en 2019.

Conocedor profundo de las entrañas del pueblo, Lanz también ha sido una voz de alerta sobre los terribles daños en la conciencia colectiva que está causando la incesante agresión externa e interna contra la población. “Aquí se está aplicando una gran operación psicológica para vulnerar nuestra identidad y convicciones. Necesitamos dar una guerra de valores, ponerle freno a la dominación cultural, a la degradación, al envilecimiento de la persona. Porque la gente está sometida a una serie de presiones de degradación de sus condiciones de vida, pero también a la degradación de su propio imaginario colectivo, de su identidad como pueblo. La sociedad venezolana está sufriendo de una hiperanomia, con el resultado del desconocimiento de las normas, de la ruptura del contrato social”.

No ha flaqueado la conciencia, en cambio, entre los genuinos camaradas de Lanz y los líderes sociales que él ha ayudado a formar. Pese al paso del tiempo (más de siete meses), se ha mantenido la presión sobre las autoridades para que se ubique su paradero.

La familia sigue expresando su confianza en el resultado de las investigaciones, de las que poco se sabe, salvo que su salida de la casa no parece haber sido violenta.

Alex, vocero de los Lanz, ha repetido ya muchas veces que carecen de credibilidad las versiones de que pudo haber sufrido un ataque repentino de senilidad. “Dicen que, como es un viejito de 76 años, de un día para otro le dio Alzheimer. Ojalá yo tuviese la capacidad intelectual de producir conocimientos como los produce él a su edad. No creo que un comelibros que hasta el día anterior estaba escribiendo ensayos y folletos, de pronto le falle la mente y se pierda de la casa”.

Músico con un solo oído

El director del semanario Todasadentro, Iván Padilla Bravo, tiene mucho qué decir de Carlos Lanz, pues compartieron ocho años de prisión política en el cuartel San Carlos.

De todos los recuerdos, Padilla elige el cultural: “Carlos ha llevado la alegría de su ser revolucionario en el canto. Siempre ha tenido un instrumento a su lado y con todos logra siempre cantar libertad. Hasta en la prisión, la música afinaba siempre con su conciencia. Hoy que los desafinados de la vida han querido callarlo, la humanidad toda entona con él y por él un canto de libertad”.

Padilla asegura que Lanz es multinstrumentista: “Toca de todo… cuatro, guitarra, teclados, percusión. Él perdió la audición en un oído por un disparo demasiado cerca de la cara y, no obstante, con un solo oído, jamás ha abandonado la música”.

Entre rejas, Lanz también fue un prolífico escritor. Para sacar los originales de la cárcel tenían que forrar con ellos a sus hijos pequeños. Uno de los que más visitas les tomó fue una obra sobre Hegel, que tiene alrededor de mil páginas. Medio en serio y medio en broma, Alex Lanz dice: “No sé quién habrá leído eso… y si alguien lo hizo, mis respetos para él”.

Alex rememoró esas escenas al ver en Postales de Leningrado las andanzas de los pequeños hijos de los izquierdistas en esos días de clandestinidad y persecución. “Lloré de principio a fin de esa película”, confiesa.

Perfil Clodovaldo Hernández
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