Sanación y reconciliación (a propósito del discurso de Jorge Rodríguez)


José Garcés

En un discurso claro y directo, en el que no sobraban las palabras, el nuevo presidente de la nueva Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, hizo un análisis certero de los últimos 5 años. Resaltó las agresiones de las que fue objeto el pueblo venezolano por parte de la AN saliente. Resaltó las guarimbas, los atentados, las autorizaciones a mercenarios extranjeros para asesinar al presidente Maduro y a gente del pueblo y un sinfín de villanías que caracterizaron el accionar fascista de la derecha que gobernaba la Asamblea Nacional.

Rodríguez  mencionó los hechos pasados con dolor, pero también habló del futuro que le aguarda a Venezuela. Este futuro deberá ser construido entre todos, entre chavistas y opositores. Deberemos desterrar para siempre las tropelías de una ultraderecha desquiciada, que en una actitud claramente psicopática, era capaz de incendiar todo el país con tal de sacar a Maduro de Miraflores.

Sobre este futuro hay unas ideas que son importantes debatir y una  de ellas es el odio. Como psicólogo conozco de primera mano los sufrimientos y dolores de muchos compatriotas que perdieron seres queridos en las guarimbas de 2017. Yo mismo estuve atendiendo a una familia (madre, hija de 7 años e hijo de 8) que lloraban inconsolablemente el asesinato del padre, quien era un motorizado que murió degollado en una de las muchas guayas que los arteros guarimberos amarraban subrepticiamente de los postes de las calles de Venezuela.

Referir las más de 29 personas quemadas vivas por parecer chavistas es llover sobre mojado. Esto solo es posible cuando se ha inoculado una cantidad inconmensurable de odio en los afectos a la oposición.

Para nadie es un secreto que la sociedad venezolana está fracturada y polarizada en chavistas y opositores. En virtud de lo apenas asomado, nos damos cuenta de que para lograr una reconciliación del pueblo venezolano, es necesario manejar el odio.

La insensata dirigencia de la oposición utilizó el odio como arma política y utilizó miles de estrategias de operaciones psicológicas (OPSIC) para sembrar odio en un sector no despreciable de la población. Debemos reconocer que tuvieron mucho éxito en esta tarea. Pudieron sembrar tal odio en la oposición que se ha llegado a asimilar al opositor como una persona que odia. De manera de entender odio y opositor como sinónimos.

Podemos rápidamente identificar en una reunión a los opositores porque siempre estarán mascullando mensajes  de descalificación. Por ejemplo, en una cola para la gasolina podrán vociferar con agrío desparpajo: “¡No tenemos gasolina pero tenemos patria!”.

La oposición fascista ha introducido el odio en la práctica política venezolana, cosa que hasta este momento nos parece normal porque es lo que han venido haciendo desde hace 20 años.

Insultos como “los  malditos chavistas”, “los tierrúos”, “los enchufaos”,  que la mayoría de los revolucionarios soportamos estoicamente y con los cuales no nos enganchamos, se han estructurado firmemente en la masa opositora, tanto, que se le  considera su práctica política cotidiana.

Me contaba un amigo desde España que prefería no hablar de política con opositores porque “se ponen muy agresivos”.

Debemos insistir que si bien en los disturbios y guarimbas hay operadores políticos que actúan infiltrados como mercenarios para quemar gente viva, no es menos cierto que la gran masa opositora sigue bajo los efectos de las OPSIC que continúa inoculando odio a ese sector de la población.

De lo anterior se desprende que para la reconciliación de los venezolanos además del Perdón debe tratarse como problema de salud pública el odio. Para ello se debe convocar a psicólogos, sociólogos  y humanistas que conozcan de la materia y diseñar planes de verdadera sanación de la psiquis del venezolano, que definitivamente se ha visto lesionada.

Cuando la desquiciada oposición venezolana comenzó a usar el odio como arma política, no se dio cuenta que estaba usando una especie de arma radiactiva, cuyos efectos pueden perdurar decenas de años después de usada.

Es  importante dejar en claro y resaltar que este suscrito no considera una patología ser afecto a la oposición, en un Estado de Derecho como el que impera en Venezuela todos tienen la libertad de asumir la posición política que les plazca. Lo que es insano es andar quemando gente viva, insultando, descalificando, incendiando preescolares con niños adentro, y creer que eso es una práctica política a la que tienen derecho.

Para acercarnos a discutir las ideas acerca de cómo vamos a reconstruir el país, debemos usar la palabra como medio para solucionar las diferencias, y debemos enterrar las bombas molotov y las guayas.  Para lograr ese objetivo y poder verdaderamente ejercer la democracia, debemos trascender el odio como arma política, y comenzar una vida democrática y civilizada, como la modelada por la frase de Virginia Satir: “Las semejanzas nos unen las diferencias nos hacen crecer.”

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