Manuela Sáenz en la inmortalidad


> Su heroica labor y espíritu rebelde la caracterizan como una verdadera guerrera de la emancipación nuestramericana.

Manuela Sáenz y Aizpuru o Sáenz de Thorne, también llamada Manuelita, fue una destacada patriota ecuatoriana, recordada como una mujer guerrera y figura protagónica de la liberación del continente latinoamericano de la corona española.

Nació en Quito como hija ilegítima de Simón Sáenz, comerciante español y realista, y de María Joaquina de Aizpuru. Su crianza y educación se dieron entre conventos, tras el fallecimiento de su madre. Desde muy joven entró en contacto con una serie de acontecimientos que animarían su interés por la gesta liberadora.

Con tan solo 14 de años de edad, vio por primera vez la revolución independentista de Quito cuando se llevó a cabo en 1809 una acción revolucionaria de un grupo de patriotas criollos liderada en su mayoría por mujeres, entre ellas Manuela Cañizares, quienes la inspiraron con su visión e ideología independentista. Manuela se identificó con la gesta emancipadora, no así su padre, quien permaneció fiel al imperio español.

A los 22 años inició sus actividades en favor de la lucha independentista, aun después de haber contraído matrimonio con el comerciante inglés James Thorne, recorriendo un camino propio en el que demostró ser mucho más que la “Libertadora del Libertador”.

Llegó a arriesgar su vida para filtrar información sobre los avances del patriota argentino José de San Martín, del sur hacia Perú, y de Bolívar, desde el norte. Acciones que la hacen merecedora de la Orden Sol del Perú y se le dio el grado de Caballeresa del Sol, distinciones concedidas a ciudadanas y ciudadanos destacados en campos como las artes, las letras, la cultura, la política y por servicios prestados a la causa libertaria.

Después de su separación marital entabló una profunda amistad con el general Antonio José de Sucre y junto a él participó en los preparativos de la batalla de Pichincha, que se libró el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán Pichincha, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, cerca de la ciudad de Quito, sellando así la libertad del pueblo ecuatoriano.

Fue aguerrida, apasionada y comprometida con el amor y la justicia de la Patria Grande de Bolívar. Fiel admiradora de la labor emancipadora del hombre más grande de América, durante su relación sentimental sospechó y nunca confió en el general Francisco de Paula Santander. Así, pues, en 1828 en el palacio de San Carlos, cuando 12 conjurados intentaron asesinar a Bolívar mientras dormía, lo alertó de los hechos e instó a que escapara por una ventana, salvando así la vida de quien fuera el hombre de las mil batallas.

Su presencia al lado del Libertador durante la gesta liberadora la hizo protagonista de muchos sucesos políticos y militares que marcaron la emancipación latinoamericana, entre los que destacan: el encuentro de Bolívar y San Martín en Guayaquil, la rebelión de Córdova y la disolución de la Gran Colombia.

Tras la muerte de Bolívar continuó en la defensa de la libertad. No obstante, en 1834, fue expulsada del país, regresó a Ecuador y ante su llegada se determinó su destierro.

Finalmente fue aceptada en Perú. En 1856 contrae difteria, enfermedad que acabó con su heroica vida. En 1988 fue localizado el lugar donde se encontraban sus restos y su filiación fue posible gracias a la réplica de la cruz que siempre portaba identificándola como la compañera del Libertador.

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