Vida de los trabajadores fronterizos entre México y EEUU, ganarse el pan bajo temor al contagio


Cada noche al regresar a su casa del trabajo, Genaro, un mexicano-estadounidense, se despoja de la ropa y se baña ante el temor de que pueda contagiar de COVID-19 a su familia.

El hombre de 29 años, padre de una pequeña hija, trabaja como repartidor de paquetería en el condado de San Diego, Estados Unidos, pero vive en la ciudad de Tijuana, México, formando parte de las miles de personas que cruzan diario la frontera común para laborar.

En su empleo en el condado del sur de California, estado epicentro de la pandemia en el país más afectado a nivel global, Genaro utiliza mascarilla con filtro de carbón, guantes, gel antibacterial y desinfecta su vehículo, pero el temor al contagio sigue presente.

«Me quito los zapatos antes de entrar a la casa y me meto a bañar sin saludar a nadie, a mi hija de 3 años le digo ‘hazte para allá’», contó a Xinhua el hombre de padres mexicanos nacido en San Diego y agregó: «Es ese miedo, esa incertidumbre de lo que pueda pasar».

Genaro expuso que la pandemia agregó cierto estrés por el temor al contagio a la ya de por sí fatigante vida transfronteriza, que reclama levantarse de madrugada para pasar dos horas o más en largas filas de vehículos en la garita para llegar a tiempo al empleo.

Con más de cuatro años cruzando diario la frontera entre Tijuana y San Diego, considerada la más transitada del mundo, el hombre ahora limpia con alcohol su documento de identidad cuando se lo devuelve el oficial estadounidense, quien a su vez usa mascarilla y guantes.

«Nada es como antes, si me acerco a alguien, lo hago con la mascarilla puesta, saludo de lejos, la mercancía la dejas en un área de entrega sin interactuar», relató Genaro, un ingeniero que antes de la pandemia laboraba como técnico en una compañía automotriz.

Estados Unidos acumula actualmente casi 5,7 millones de casos y más de 175.000 decesos por la pandemia, que a partir de mayo comenzó a acelerarse en California, el estado más poblado del país, y en otros estados también fronterizos como Texas.

México ha acumulado más de 550.000 casos confirmados y 60.000 muertes, aunque el fronterizo estado de Baja California (noroeste), donde está Tijuana, ha registrado un descenso de contagios el último mes y ocupaba el lugar 12 a escala nacional.

La rápida propagación del lado estadounidense llevó inclusive a México a plantear a Washington que se extendiera a septiembre el cierre parcial de la frontera iniciado en marzo, por el cual solo se permiten cruces con fines esenciales de comercio y trabajo, como en el caso de Genaro.

«Ellos tienen un resurgimiento en la parte sur, entonces la frontera no se podría abrir ahorita, y nosotros en algunos estados vamos más o menos a la baja», explicó el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, el 13 de agosto.

La empresa para la que Genaro trabaja ha aplicado protocolos sanitarios, como el distanciamiento social obligatorio y la limpieza constante de sus instalaciones, a la vez que ha dotado de insumos de protección a los empleados, algo que el entrevistado aseguró otras compañías no realizaban.

Numerosos actores públicos, incluidos los demócratas, han advertido sobre un mal manejo de la pandemia por parte del Gobierno del presidente Donald Trump, quien es renuente al uso de tapabocas en público y cotidianamente reparte culpas a los expertos en salud o a otros países.

«¿Por qué no hablan de México, que no nos está ayudando?», dijo Trump, quien busca la reelección en noviembre próximo, en una entrevista televisiva a mediados de julio, en la que afirmó que el muro fronterizo frenaba la propagación del virus desde México.

Genaro opinó que Estados Unidos llevó adelante una reapertura de actividades prematura que atribuyó a que la economía se impuso sobre las medidas sanitarias, luego del cierre de negocios no esenciales a escala nacional en marzo y abril.

«¿Qué se puede esperar de un presidente que es empresario? No se puede esperar mucho, algo como ‘las empresas se van a alinear y hacer lo que yo diga’. Es al revés, ellos se ajustan a las empresas», consideró el entrevistado.

Jeovany Alarcón, un estadounidense que también vive en Tijuana y trabaja en San Diego, coincidió en que la reapertura en mayo fue un error porque la gente llenó playas y restaurantes, sin que Trump y otras autoridades tuvieran el liderazgo suficiente para convencer a la población de cuidarse mejor.

«Como sociedad no estábamos preparados mentalmente para una reapertura. Ellos dijeron: ‘vamos a abrir y ahí ustedes, suerte’», comentó a Xinhua el hombre de 30 años y agregó: «No fue una forma de mostrar liderazgo de una forma correcta».

Alarcón se mudó a Tijuana en 2016 y desde entonces cruza la frontera en su automóvil para laborar en un banco en San Diego, donde a partir de la pandemia se lava las manos y se cambia de guantes después de cada tres o cuatro transacciones como medida sanitaria.

Una enfermera toma la temperatura y entrevista a los empleados cuando ingresan al banco, que envió a trabajadores a cumplir una cuarentena de dos semanas luego de que uno de ellos mostró síntomas, sin que resultara positivo al test de COVID-19, relató.

El uso de mascarilla, guantes y gel antibacterial en el automóvil y en el lugar de trabajo se han vuelto una costumbre para Alarcón, quien ha dado negativo a pruebas.

«Con el tiempo uno asume que ya vamos a tener que lidiar con esto, pero no hay que dejar de seguir protocolos. Creo que el miedo va disminuyendo y nos vamos a ir acostumbrando», agregó.

TyF/Xinhua
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