Alejandro Petión, la luminosa libertad negra


Clodovaldo Hernández

Cuando se habla de los libertadores de América casi siempre se margina –queriendo o sin querer- a uno de los primeros, el líder haitiano Alejandro Petión.

Es una exclusión doblemente injusta. En primer lugar, lo es porque de verdad que él fue el primer presidente de una nación independiente de lo que ahora se conoce como la región latinoamericana-caribeña. La segunda razón de la injusticia es porque sin el apoyo de Petión posiblemente no habrían cristalizado las independencias de varias de las otras colonias que pugnaban contra sus invasores.

La historia personal de Petión se parece a la historia general de Haití, país precursor de la lucha por la soberanía y la autodeterminación, al que poco se le reconoce como tal. Los líderes haitianos, y muy especialmente Petión, fueron campeones de la solidaridad y pioneros de la pelea por una verdadera libertad para los pueblos que habían sido subyugados por las potencias europeas: una libertad que incluyera la abolición de la esclavitud y la igualdad de todos los ciudadanos.

Cuando se habla de internacionalismo revolucionario hay que hablar de este titán haitiano, un irrestricto cooperante de los que andaban alzados en toda la tierra firme, en particular de nuestro Simón Bolívar, quien llegó a calificarlo como “el Magnánimo” y “el Bienhechor de la América”.

Petión nació en Puerto Príncipe el 2 de abril de 1770, hijo de un francés y una negra. Perteneció a la clase de los libertos y, por tanto, pudo formarse como artesano en los campos de la orfebrería y la herrería. Paralelamente, por su propia inquietud, lo hizo en el ámbito de las ideas, especialmente a través de los vientos de libertad que soplaban desde Francia, luego de su Revolución.

Con argumentos irrefutables, muchos haitianos razonaban que si la metrópoli francesa había dado el gigantesco paso de dejar atrás la monarquía y formular la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, mal podría mantener oprimidas a sus colonias en el Nuevo Mundo.

Las ideas revolucionarias, tal vez por no tener la barrera del idioma, prendieron con fuerza especial en el Haití de mayoría negra sojuzgada por franceses y criollos descendientes de ellos. Estalló tempranamente la guerra y Petión se alistó en las filas del caudillo Toussaint Louverture. Más tarde estuvo a las órdenes de André Rigaud. Todavía no había finalizado el siglo XVII y ya Haití estaba en llamas

Las confrontaciones internas de los conjurados derivaron durante un tiempo en una guerra civil, por lo que muchos tuvieron que huir. Petión estuvo en París y allí se potenció su espíritu de lucha por la independencia. De regreso a la isla, en 1802 se incorporó a las tropas de Jean Jacques Dessalines y Henri Christophe, ya en guerra abierta contra la Francia de Napoleón Bonaparte.

En 1803 estuvo en el grupo de dirigentes que creó la bandera haitiana y es uno de los firmantes del Acta de la Independencia del 1 de enero de 1804. Para 1806, ya bajo su mando, es parida la República de Haití, la primera nación libre del hemisferio, después de Estados Unidos, una característica que muchos historiadores consideran la clave de sus posteriores desgracias como país: le han cobrado caro esa insolencia de una sociedad de esclavos irredentos.

Petión fue el gran líder del país recién nacido, al punto de gobernarlo entre 1807 y 1818, cuando falleció. No fue un dictador, sino un presidente electo en 1807 y reelecto en 1811 y 1816.

Coherente como pocos, Petión gobernó según los principios que inspiraron su rebelión: libertad, igualdad y fraternidad. Para lograrlo, estableció constitucionalmente la igualdad racial y distribuyó entre los esclavos liberados y los que habían peleado en la guerra las tierras que antes pertenecían a los colonos y a la colonia haitiana.

También fue un pionero entre los promotores de la educación pública al fundar numerosas escuelas abiertas a toda la población.

La vocación internacionalista de Petión acentuó su carácter de elemento peligroso para el statu quo colonial e, incluso, para algunos líderes independentistas que no querían saber nada de la abolición de la esclavitud.

En la Constitución haitiana de 1816 se estableció una cláusula revolucionaria a más no poder: cualquier descendiente de africanos o indígena de otra región del Caribe o de las zonas continentales que quisiera instalarse en Haití, sería tratado como ciudadano de esa nación.

La solidaridad de Petión con los luchadores por la libertad de otras latitudes era una verdadera leyenda. Bolívar se animó con ella y abandonó su exilio en Jamaica para ir a visitarlo. Se entrevistaron a principios del año 1816. Petión le prometió –y cumplió- todo el respaldo para la que sería la Primera Expedición de Los Cayos. No fue algo declarativo: le puso en sus manos 6 mil fusiles con sus balas, las embarcaciones, la comida para los soldados, dinero y una imprenta. Como si fuera poco, autorizó a cualquier haitiano que así lo deseara, a alistarse en las filas de Bolívar.

Para entregar todo esto solo puso una condición: que Bolívar aboliera la esclavitud en cuanto territorio fuera liberando. Bolívar también se esforzó por cumplir su palabra, por lo que proclamó la liberación de los esclavos en Margarita, Carúpano y Ocumare de la Costa, aunque es historia que esta propuesta solo se hizo realidad en Venezuela muchos años después.

La expedición fracasó, entre otras razones por las rivalidades internas de los libertadores venezolanos. Pero Petión tenía tanta fe en Bolívar que le dio apoyó para su segundo intento, que zarpó de Jacmel en diciembre del mismo año 16.

Cuando murió Petión, en 1818, Bolívar escribió: “Su patriotismo, su generosidad y las demás virtudes que lo caracterizaban han excitado mi veneración y la de todos mis compatriotas: esa veneración será tan inmortal como el nombre de Petión”.

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Un paño de lágrimas

Haití fue el paño de lágrimas de los revolucionarios de toda la cuenca del Caribe. Todo el que necesitara un refugio o apoyo para volver a la carga, iba a buscarlo a Puerto Príncipe.
Del lado de Venezuela no solo Bolívar estuvo en ese trance. Previamente, como Precursor que era, allí estuvo Miranda. De hecho, de Jacmel partió el Leander, con la bandera venezolana izada por vez primera.

La mano amiga del antillano fue clave en varias expediciones que se organizaron para la independencia de Nueva Granada, como la del general francés Pedro Labatut. Este dato debería llegar a los oídos de los oligarcas actuales de Colombia, que prefieren atribuirles esos apoyos a “los padres libertadores de Estados Unidos”.

Otras expediciones partieron de Haití hacia la lucha independentista de México.

La enorme deuda del resto de Latinoamérica con Haití ha quedado sin pagar. El comandante Hugo Chávez trajo el tema a la discusión con constantes referencias a la historia y denuncias de las perversas invasiones e injerencias del imperialismo estadounidense en ese pequeño país.

Chávez valoró el peso de Haití en la formación de Bolívar. “Allí, en contacto con la realidad de ‘la República más democrática del mundo’, en sus propias palabras, terminó Bolívar de forjar el temple de su espíritu revolucionario –dijo Chávez en enero de 2010-. Haití es, entonces, tierra santa para nosotras y nosotros”.

 

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