Trejo: el primer Hugo militar, alzado y patriota


Clodovaldo Hernández

Antes del Hugo militar, alzado y patriota que Venezuela conoció en febrero de 1992, luego de una insurrección doblegada, hubo otro Hugo militar, revolucionario y patriota cuya intentona resultó derrotada. Fue el entonces teniente coronel Hugo Trejo, el primer oficial que se rebeló contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958.

El segundo Hugo, el también teniente coronel Chávez, siempre tuvo muy claro ese rol precursor de su tocayo. Entendía que de haber triunfado el movimiento de Trejo, el 1º de enero, el rumbo asumido por la Venezuela que clamaba por democracia tal vez habría sido muy distinto al que tomó la élite cívico-militar que se apoderó de la insurrección exitosa, ejecutada 22 días más tarde.

Bueno, como sea, se trata de cosas que nunca podrán comprobarse porque caen en el caprichoso terreno de “lo que habría pasado si…”, la historia contrafactual, que así le dicen, o en el subgénero literario de la ucronía.

En todo caso, Hugo reivindicó a Hugo porque el Chávez presidente del siglo XXI le rindió honores militares postmortem a Trejo, al ascenderlo a general en 2008. Y, además, siempre lo colocó en el noble rango de maestro y tuvo para él una frase de reconocimiento a su valentía y a la solidez de sus convicciones.

Muchos de quienes vivieron aquellos días de vértigo aseguran que sin la fallida rebelión de Trejo el primer día de 1958, los hechos del 23 de enero no habrían ocurrido tan pronto. Su intentona fue el catalizador del proceso que hacía efervescencia en el seno de la institución militar.

Trejo, que había nacido en la ciudad de Mérida en 1922 y tenía, por tanto, 35 años, fue el líder de un movimiento en el que participaron guarniciones de Caracas y Maracay, y debió tener el respaldo determinante de la Aviación, pero las deserciones a la hora cero derivaron en su fracaso. De hecho, su puesta en marcha tuvo que adelantarse al menos cinco días porque el plan había sido delatado y las acciones represivas estaban avanzando.

El jefe insurrecto fue sometido y se le recluyó en Caracas, pero el campanazo que dio tuvo un efecto devastador para el gobierno de Pérez Jiménez. En el transcurso de las siguientes semanas, el otrora hombre fuerte de Venezuela ya no pudo pegar un ojo sin sufrir algún sobresalto. Los rumores de ruptura dentro de las Fuerzas Armadas comenzaron a hacerse secretos a voces. El 9 de enero hubo un inusual movimiento de buques de la Marina en el puerto de La Guaira, pero no llegó a convertirse en un alzamiento. Días después, Pérez Jiménez asumió personalmente el cargo de ministro de la Defensa, lo que demostraba que ya no confiaba en nadie. Los partidos y organizaciones civiles que estaban contra el dictador se sintieron avalados por la crisis de su hegemonía militar y las manifestaciones populares brotaron espontáneamente. Todo este ajetreo desembocó en los célebres sucesos del 23 de enero.

Precursor en toda la línea

Hugo Trejo fue precursor de Hugo Chávez no solo por las semejanzas de lo ocurrido con sus rebeliones sofocadas en lo inmediato, pero triunfantes tiempo después. También lo fue porque planteó tempranamente la democratización de las Fuerzas Armadas y su incorporación plena a las luchas del pueblo.

Considerado un héroe por su rol en aquel enero, el gobierno provisional designó a Trejo como subjefe del Estado Mayor General, y desde allí comenzó a plantear estas ideas que le otorgaron un creciente liderazgo tanto en el plano militar como en el civil. De inmediato lo tildaron de elemento subversivo al que era necesario neutralizar, preferiblemente por las buenas para no hacerlo mártir. Tan pronto como en abril de 1958, los políticos que empezaban a tomar el control del poder resolvieron deshacerse de él elegantemente, enviándolo como embajador a Costa Rica.

Entre ese año y 1967, desempeñó varios cargos diplomáticos que lo mantuvieron fuera del territorio nacional en un destierro sui géneris. Al retornar, mientras el país ardía aún con la lucha guerrillera, solicitó la baja del Ejército con el rango de coronel, y se dedicó a actividades de su interés, bastante diferentes a las castrenses, por cierto, como la dirección de un colegio privado, de una fábrica de medias y de dos asilos de ancianos.

Durante los años 70 y 80, el coronel Hugo Trejo fue para los venezolanos una figura mítica y misteriosa de la que solo se hablaba una vez al año, en los reportajes periodísticos conmemorativos del 23 de enero. A ese aura de misterio contribuía el hecho de que era un hombre con una fuerte vocación religiosa, una especie de cura laico, miembro de la Orden de San Francisco de Asís, con autorización incluso para administrar la comunión, lo que solía hacer con personas convalecientes y de la tercera edad, especialmente en Vista Alegre, la zona donde residía.

En 1990 quiso retornar a la lucha por sus ideas políticas, para lo cual creó el Movimiento Nacionalista Venezolano Integral. El sistema político que, con tantos sacrificios, había nacido en 1958, acumulaba ya más de tres décadas y mostraba evidentes síntomas de agotamiento. Carlos Andrés Pérez, en su segundo mandato, había sometido al país –a sangre y fuego– en la ruta del neoliberalismo y era necesario plantarle cara.

La oportunidad sobrevino en 1992, cuando apareció en el radar el otro Hugo y su grupo de comandantes, mayores, capitanes y tenientes rebeldes. Trejo se solidarizó con su lucha y participó activamente en la difusión de los argumentos políticos de los conjurados.

Trejo falleció en febrero de 1998, diez meses antes de la victoria popular que dio inicio a la Revolución Bolivariana. Aquel Hugo de “lo que pudo haber sido y no fue”, se marchó de este mundo sin haber visto al Hugo que sí fue.

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“Mi general, usted perdió”

Nada como las voces de quienes la vivieron para conocer alguna parte de la historia ya lejana, pero no tanto. Sobre Hugo Trejo habla, por ejemplo, el periodista Eleazar Díaz Rangel, quien explica que la insurrección del oficial merideño brotó de la institución militar. “Recuerdo que el 1º de enero, luego de que estalló el alzamiento, Fabricio (Ojeda, también periodista, líder de la Junta Patriótica) me llamó para preguntarme, en tono de reclamo, como miembro del PCV, por qué no le habíamos dicho nada. La verdad es que ese movimiento se produjo dentro de las Fuerzas Armadas y sus vínculos políticos eran con gente de AD, no de otras organizaciones. Allí sobrevino la crisis del gobierno que termina el 23 de enero”.
Con afecto entrañable habla del primer Hugo otro hombre de juventud prolongada, el general en jefe Jacinto Pérez Arcay, quien estuvo preso los primeros 23 días de 1958 por formar parte de los alzados de Trejo. En ese momento, Pérez Arcay era subteniente (grado que equivale al actual primer teniente), es decir que estaba comenzando su carrera como oficial.
“En realidad, Pérez Jiménez cayó el 8 de enero, cuando conversó con mi teniente coronel Trejo, que estaba preso, y este le dijo: ‘Mi general, usted perdió el plebiscito’. En ese momento, cayó el gobierno”, aseguró Pérez Arcay hace ya algunos años, en una entrevista para Ciudad Ccs.

ILUSTRACIÓN ETTEN CARVALLO
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