Mayo Francés y dogmas conservadores en el chavismo


Por: Néstor Francia |

Se están cumpliendo 50 años del movimiento rebelde conocido como el Mayo Francés. Es curioso como el humano tiende a relativizar al extremo esa facultad que le es propia como herramienta de trabajo: el tiempo (y acaso también como realidad aparente, pero esa es otra discusión). Dado que solemos medir el tiempo de acuerdo a nuestro transcurso individual, creemos que algo que ocurrió a finales de la sexta década del siglo XX está en el pasado. En realidad, 50 años son una pequeña fracción en el tiempo histórico. Si comparamos ese período del tiempo histórico con el de una vida humana, tendríamos que desde 1968 no han transcurrido ni 48 horas del tiempo histórico. Es decir, el Mayo Francés es absolutamente contemporáneo, presente, ocurrió apenas en el anteayer de la Historia. No hay que sorprenderse, pues, por el título de este artículo, ya veremos por qué.

En estos días se ha escrito unos cuantos artículos y breves ensayos sobre aquel acontecimiento, además de unos cuantos libros alusivos al tema que se ha venido publicando a lo largo de estos años. En Venezuela llama la atención la poca importancia que se le ha dado, sobre todo de parte del Gobierno, los partidos revolucionarios y la intelectualidad. Es como si el Mayo Francés no tuviera relación alguna con la Revolución en general y con la Revolución Bolivariana en particular. Craso error. Veamos.

Acaso la fuente cultural más remota del Mayo Francés, en la era del capitalismo, hay que ubicarla a fines del siglo XIX, con el surgimiento de la corriente romántica, el Romanticismo. El pensamiento burgués nació, por supuesto, en medio de grandes contradicciones, como todo lo que nace. En la dirigencia de la Revolución Francesa hubo multitud de fracciones y este carácter contradictorio no amainó en los años posteriores. Por otra parte, podemos decir que la tendencia positivista fue dominante en los albores de la ideología burguesa. La adoración de la razón humana como única fuente confiable del conocimiento y la felicidad se convirtió en norma corriente. Sin embargo, pronto el modelo racionalista comenzó a convertirse en una especie de camisa de fuerza para algunos representantes de la filosofía, la literatura y el arte. El surgimiento en tales circunstancias del pensamiento romántico puede ser explicado, entre otras razones, por una lucha en torno al poder ideológico entre tendencias con el mismo origen. Sin embargo esta lucha se centró sobre todo en el terreno del conocimiento y su caracterización. Recordemos que los científicos y racionalistas pasaron a ser los sustitutos de los sacerdotes en esta especie de nueva religión que conformaba el positivismo, aun imperante en muchos sentidos. Recordemos, también, que la burguesía no tuvo descanso una vez que se convirtió en clase dominante. Las revueltas obreras y populares se multiplicaban por doquier. Una parte de la intelectualidad europea, que había participado del entusiasmo revolucionario burgués, comenzó a sentir los latigazos de la decepción, sobre todo aquellos sectores vinculados al pensamiento poético: la revolución que había venido para salvar el mundo, la panacea que llevaría a la humanidad a una utopía de igualdad, justicia y progreso, enseñaba desde el principio la cola de su terrible iniquidad estructural. De hecho, Sturm und Drang, el movimiento literario alemán considerado como precursor del romanticismo, es contemporáneo con la Comuna de París. Sturm und Drang comenzó a enseñar la preocupación por la emoción subjetiva y la espontaneidad del acto creativo que serían luego dos de los rasgos distintivos del romanticismo.

La corriente romántica se difunde por Europa a finales del siglo XVIII y a comienzos del XIX. Su oposición a algunas ideas originales de la Ilustración no puede ser confundida con una insurgencia contra la ideología burguesa, sino como una nueva manifestación de ésta. El romanticismo permanece fiel al rasgo principal de esa ideología: el individualismo. No otro fundamento tiene su predilección por la más intensa experiencia personal. El romántico propone una especie de huida temporal, hacia adelante, y plantea la utopía de la búsqueda de un porvenir divino que espera en el devenir de la humanidad. En ningún modo concibe alguna forma de rebelión fáctica contra la profunda explotación del naciente capitalismo que esquilmaba a las mayorías desposeídas. En tal sentido, el debate romántico frente al positivismo debe ser entendido como manifestación de contradicciones entre facciones del pensamiento burgués. Sin embargo, también hay que considerar que el romanticismo abre las puertas al surgimiento de diversas vanguardias filosóficas, literarias y culturales del siglo XX que han contribuido a generar respaldo a múltiples movimientos libertarios que han venido haciendo aportes a la conformación de un pensamiento colectivista moderno. En cierto modo, el romanticismo, al igual que el marxismo, que significó un cuestionamiento aun más radical y pragmático a la ideología burguesa, fue uno de los gérmenes de la transformación cultural y colectivista futura. No se trató de un movimiento colectivista, como sí lo fue básicamente el marxismo, pero su defensa de lo irracional, lo vital, lo emotivo, lo imaginativo ante el cientificismo positivista, que se convirtió en la tendencia predilecta del capital, mantuvo despierta una llama de rebeldía humana ante la crueldad de los poderes explotadores.

El planteamiento del problema del conocimiento por parte de los románticos es lo que confiere a esta tendencia su carácter histórico más notable. El romanticismo afirmó que la intuición y la imaginación eran vías tanto o más válidas que la razón para conocer la realidad y acercarse a ella. La importancia de esta acción ideológica es fundamental. Al asignar a la razón y al conocimiento científico la exclusividad sobre la captura de la realidad, el positivismo creaba una barrera elitista para favorecer todo conocimiento académicamente adquirido, sólo accesible a la clase dominante. Por otra parte, desconocía algunas de las armas más poderosas de la sabiduría popular, como por ejemplo la intuición y la imaginación. De manera que los románticos pusieron sobre el tapete una discusión de importancia cardinal, y por eso mismo su influencia positiva se extiende hasta nuestros días, ya que si el positivismo hubiese reinado sin obstáculos (cosa que, por lo demás, era de todas formas imposible) probablemente avanzaríamos sin remedio a un mundo de soluciones mecánicas, deshumanizadas, sometidas al arbitrio sin remedio del individualismo más feroz, donde la sociedad, manejada por mentes “brillantes” y aisladas, marcharía como un mecanismo de reloj, tan previsible como inorgánico. También fueron los románticos precursores de una apertura del universo intelectual europeo hacia culturas exóticas, indígenas, milenarias, consideradas marginales y al mismo tiempo sintetizadoras de una sabiduría ancestral acumulada a lo largo de una experiencia colectiva de larga data o enraizadas en una relación directa del hombre con su medio originario. De ese modo, los románticos contribuyeron a extender los horizontes del pensamiento occidental, dotándolo de nuevas y valiosas herramientas. Ya se irá comprendiendo, pues, por qué hay que vincular al romanticismo con el pensamiento libertario que imperó en el Mayo Francés, con el cual tiene, como se puede notar, tantas cosas en común.

En los albores del siglo XX, comienza la eclosión de distintas vanguardias que son ramales por donde toma senda la ideología individualista, y que se enraízan en algunas de las ideas del Romanticismo, y son la prolongación de las inconformidades que expresaron numerosos pensadores ilustrados del siglo XIX. Justo es decir que una característica de las vanguardias intelectuales del siglo XX es la insubordinación formal contra los valores de la sociedad burguesa, pero esas diferencias pocas veces se referían a los principios económicos o sociales del capitalismo. Se trata, más bien, de una evocación de la mencionada máxima de Gustave Flaubert, de “vivir como un burgués pero pensar como un semidios”.

A principios del siglo XX insurge con buena fuerza el existencialismo, en la figura de Martin Heidegger, aunque él mismo llegó a negar su relación con esa corriente filosófica. Sin embargo sus planteamientos están, sin duda, en la línea de influencia que recogerán otros pensadores como Jean Paul Sartre, que tuvieron marcada influencia en las generaciones de posguerra de la Segunda Guerra Mundial.

Otros movimientos de la primera mitad del siglo XX como el dadaísmo y el surrealismo, apuntan, en líneas generales, en la dirección de dar puesto capital al individuo sobre la colectividad, de modo que prolongan la esencia del pensamiento burgués, pero a pesar de ello, muestran una rebeldía que sigue el camino de la insurrección romántica contra el positivismo y que ha servido de caldo de cultivo a movimientos más o menos transformadores que se acercan más al ideal del colectivismo. En la segunda mitad del siglo XX recibieron algo de esa influencia contestataria burguesa el movimiento hippie, el movimiento beatnik, las luchas antiracistas, el feminismo, los combates ecologistas y de otra índole civil. De modo que en cierto sentido, y a despecho de que en lo fundamental siguen representando la ideología burguesa, las vanguardias intelectuales y artísticas de la primera mitad del siglo XX jugaron también un papel de avanzada. Estas ideas contribuyeron de manera capital a las rebeliones juveniles de la segunda mitad del siglo.

La rebelión del Mayo Francés, y en general la rebelión juvenil de los años 60 del pasado siglo, son tributarios de las ideas libertarias (y revolucionarias en muchos sentidos, sin llegar a ser propiamente socialistas) de aquellas vanguardias y forman parte de las luchas históricas de la Humanidad que han alimentado las utopías y los sueños de redención.

En el contexto político que le fue más inmediato, el Mayo Francés se origina y desarrolla en una década que vivió importantes movimientos y cambios. Uno de ellos fue el cuestionamiento intensificado del sistema europeo de dominación colonial, y neocolonial de Estados Unidos, sobre los territorios coloniales o recientemente independizados de ÁfricaAsia y América Latina. En 1958 se había producido un acontecimiento que tuvo gran influencia para aquella época agitada: el triunfo de la Revolución Cubana y el auge de movimientos izquierdistas en Latinoamérica. También se produce la guerra de Vietnam y la llamada Primavera de Praga, una rebelión que tuvo apoyo de Estados Unidos, pero que reflejó igualmente el descontento popular contra el “socialismo” estatista, autoritario, dogmático y burocrático dependiente en alto grado de la Unión Soviética Esos eventos generaron un amplio movimiento de solidaridad en gran parte de Europa y de los propios Estados Unidos, que fueron manifestaciones de la oposición al imperialismo y al autoritarismo.

En Francia estos movimientos tuvieron sus génesis durante la guerra de Indochina y de Argelia, que provocaron una fuerte polarización en la sociedad francesa desde principios de la década de 1960, con algunos sucesos violentos, como las manifestaciones de argelinos en París, que desembocaron en una fuerte represión policial que provocó más de 200 muertos. A raíz de estos sucesos aparece públicamente por primera vez una corriente estudiantil radical que se manifestará contra la actuación policial a través de dos organizaciones : el Comité Anticolonialista y el Frente Universitario Antifascista (FUA). Al año siguiente, en febrero de 1962, una manifestación convocada por el Partido Comunista Francés y la Confederación General del Trabajo acabó con nueve muertos aplastados en la estación de metro de Charonne. Estos dos sucesos provocaron un sentimiento de rechazo hacia los CRS (policía antidisturbios). Durante este periodo, grupos estudiantiles como el sindicato universitario Unión Nacional de Estudiantes de Francia se desplazaron hacia la izquierda en el contexto de oposición a la guerra de Argelia, al tiempo que iban surgiendo nuevos movimientos como el Comité Vietnam de Base y el Comité Vietnam Nacional (aparecidos en 1967 y 1966 respectivamente) que organizaron importantes movilizaciones antiimperialistas y protagonizaron gran parte de la agitación universitaria anterior a 1968.

En cuanto al gobierno francés, la figura del general De Gaulle, en el poder desde 1958, había sufrido gran desgaste. A pesar de la bonanza económica de los últimos años, de los éxitos políticos (fin de la Guerra de Independencia de Argelia y procesos de descolonización) y de cierta aclimatación al régimen presidencialista de la V República Francesa, las prácticas autoritarias del general De Gaulle levantaban cada vez más críticas.

También el movimiento obrero francés experimenta en esa década una fuerte radicalización y cierto alejamiento de las cúpulas sindicales mayoritarias como la CGT. Desde 1961 se van a suceder huelgas violentas y ocupaciones de fábricas, en muchas ocasiones de forma más o menos espontánea y contra los acuerdos de la dirigencia sindical. En enero de 1968, se produjeron disturbios en la ciudad francesa de Caen, en los que participaron obreros, agricultores y estudiantes y que se saldó con más de 200 heridos. Estas fueron las primeras huelgas desde 1936 en las que los obreros ocuparon las fábricas, y durante toda la década gran parte de Francia se vio afectada por este movimiento obrero. Grupos estudiantiles e intelectuales comenzaron una estrategia de acercamiento a los conflictos obreros en este periodo. En este plano de acercamiento entre movimiento estudiantil y un movimiento obrero radicalizado al margen de las cúpulas sindicales se sentaban las bases para la agitación de mayo y junio de 1968.

En los años 60 los jóvenes se convierten en una categoría socio-cultural logrando su reconocimiento como un actor social que establece procesos de adscripción y diferenciación entre sus opciones y las de los adultos. Estos procesos se desarrollan a través de las subculturas juveniles nacidas a partir de finales de los años 1950, dentro de movimientos contraculturales como la cultura underground y los movimientos beatnik y hippie. Esta juventud tenía sus propios ídolos musicales como los BeatlesRolling Stones, cantautores como Bob Dylan y Léo Ferré, y seguía el trabajo de poetas contestatarios de la generación Beat, como Alan Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs. Muchos de estos movimientos cuestionaron y criticaron el estilo de vida plástico ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la posguerra.

En Francia hubo una serie de protestas estudiantiles, en las que destacó la acción del 22 de marzo de 1968, cuando un grupo de estudiantes tomó la Universidad de Nanterre en protesta por las normativas internas del centro, desocupando las instalaciones tras algunas negociaciones y la aparición de la policía. Esta acción daría origen al Movimiento 22 de marzo, el cual sería uno de los referentes de las movilizaciones de mayo y junio de ese año.

El 22 de abril de 1968, 1.500 estudiantes acudieron a una nueva protesta en Nanterre contra la detención de varios estudiantes del Comité Vietnam Nacional, acusados de atentar contra empresas estadounidenses, en la cual intervendría la policía. El 28 de ese mismo mes el decano de la Facultad ordena el cierre de la misma, al tiempo que los estudiantes anuncian el boicot a los exámenes parciales y se producen enfrentamientos con miembros de la Federación Nacional de Estudiantes de Francia, de ideología derechista, los cuales asaltarían la universidad del 2 de mayo y acusarían a los estudiantes movilizados de terroristas. A partir de allí, la lucha se radicaliza y se desarrolla una serie de manifestaciones juveniles y huelgas obreras que caracterizarían al gran movimiento contestatario de masas que fue el Mayo Francés. Ocurrió también una gran huelga general, de la que participarían no solo obreros industriales, sino también los controladores aéreos los trabajadores del carbón, del transporte, del gas y la electricidad y los periodistas de la radio y la televisión. En Nantes, los obreros y los agricultores cortaron los accesos a la ciudad y controlaron el precio de los productos ofrecidos en las tiendas, las cuales solo podían abrir con autorización del Comité de Huelga. En estos momentos, en muchos de los centros de trabajo en huelga, comienza a plantearse la cuestión del poder obrero en las empresas, poniendo verdaderamente en cuestión la autoridad del Estado.

El 25 de mayo, el gobierno acepta abrir negociaciones con los representantes de los obreros en huelga, las cuales concluyen el 27 de mayo con los Acuerdos de Grenelle, en los que se recoge un incremento del 35% en el salario mínimo industrial y del 12% de media para todos los trabajadores. Sin embargo, la mayor parte de los trabajadores en huelga rechazan el acuerdo. Al día siguiente François Mitterrand, en rueda de prensa, pide al gobierno de De Gaulle su dimisión, afirmando que desde el 3 de mayo no había Estado, y se postula como candidato a la presidencia.

A pesar de la profundidad de las protestas, las fallas de dirección, la inconsistencia ideológica y las diferencias de clase e intereses entre los distintos factores en lucha van debilitando las protestas. En este contexto, De Gaulle decreta la disolución e ilegalización de grupos de izquierda y prohíbe las manifestaciones callejeras durante dieciocho meses. En total una decena de colectivos izquierdistas son ilegalizados, sus publicaciones prohibidas y varios de sus líderes arrestados. Al final, De Gaulle sale fortalecido, el gobierno se recupera y resulta vencedor en las elecciones convocadas para el mes de junio.

Tras las elecciones de junio, el gobierno francés reconoció la necesidad de emprender una política de reformas profundas para hacer frente al malestar social existente en el país. En abril de 1969 se celebró un referéndum sobre el proyecto de regionalización (una de las principales reivindicaciones políticas de aquellos momentos era una mayor descentralización del Estado) y la reforma del Senado, que De Gaulle planteó como un plebiscito sobre su gestión al anunciar que abandonaría la presidencia si no triunfaba el SÍ. Sin embargo, los franceses votaron mayoritariamente por el no, provocando la retirada de De Gaulle de la escena política.

En América Latina tuvo también su reflejo el Mayo Francés, que influenció luchas como el Movimiento de Tlatelolco en México y la Renovación Universitaria en Venezuela, ambos gestados en 1968.

El movimiento de 1968 en México fue un movimiento social​ en el que además de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional(IPN), el Colegio de México, la Escuela de Agricultura de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, la Universidad La Salle y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionales en la Ciudad de México y otros estados como Puebla. ​El movimiento buscaba un cambio democrático en el país, mayores libertades políticas y civiles, menor desigualdad y la renuncia del gobierno autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Fue reprimido brutalmente por el gobierno de México y el 2 de octubre de aquel año se perpetró la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, que desembocó en la disolución del movimiento en diciembre. La Fiscalía Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) de la Procuraduría General de la República del gobierno de México concluyó en 2006 en su Informe Histórico presentado a la sociedad mexicana que el movimiento estudiantil “marcó una inflexión en los tiempos políticos de México, fue independiente, contestatario y que recurría a la resistencia civil”​ y se potenció “con las demandas libertarias y de democratización que dominaban el imaginario mundial”.

En Venezuela, el Movimiento de Renovación Universitaria, que tuvo su principal referente en la Universidad Central de Venezuela, fue una reacción generalizada contra el autoritarismo imperante en el ámbito académico, pero que también manifestaba de distintas maneras oposición al gobierno de Rafael Caldera y al capitalismo reinante. Fue igualmente un movimiento masivo, independiente en alto grado de los partidos de izquierda y de derecha (aunque la izquierda influía sin duda en él), inspirado notablemente en el Mayo Francés, y que tuvo manifestaciones de imaginación, libertad de pensamiento, consideración novedosa del debate participativo, abierto y libre. Algunas consignas reflejaron su familiaridad con los sucesos de Paris. Mencionemos solo dos de ellas: “O hago la Renovación o me entrego a la bebida” y, en la Escuela de Letras: “Cervantes, camarada, tu muerte será vengada”. El Movimiento de Renovación cobró tal fuerza, que el Gobierno de Caldera decidió el allanamiento de la UCV con miles de soldados en la llamada “Operación Canguro” el 31 de octubre de 1969. La operación tuvo un saldo de diez estudiantes muertos, cientos de heridos, y la suspensión de las clases hasta febrero de 1971.

Hoy, al cumplirse 50 años del gran Mayo Francés, sus consecuencias siguen presentes en las luchas libertarias por los derechos civiles, contra todo tipo de autoritarismo, en las luchas feministas, contra la homofobia, por la liberación del pensamiento humano, por los derechos y el respeto de las culturas originarias en el mundo todo, por la defensa del hábitat humano, contra la colonización alimentaria y cultural en general.

En Venezuela estas luchas se ven afectadas por dogmas y ataduras conservadoras presentes en el Movimiento Bolivariano, ni qué decir en otros y amplios sectores de la sociedad, para cuya incorporación al devenir revolucionario se hace necesario el esclarecimiento de las vanguardias políticas y sociales del país. Hay temas que hoy son objeto de debates cotidianos en distintos ámbitos y en muchas naciones, y que en Venezuela se trata como tabúes o al menos se evade con distintas excusas: el matrimonio igualitario, la conformación legal de familias alternativas (como las parejas homosexuales con hijos), la despenalización del consumo de marihuana y su legalización para uso terapéutico (ya aprobado en varios países, incluido Uruguay), la legalización del aborto, entre otros.

En el caso de la Asamblea Nacional Constituyente se aduce como razón para que no exista, por ejemplo, una Comisión de la Sexo-diversidad, el que no exista un registro legítimo de personas sexo-diversas, lo cual es verdad. Esto habría impedido la elección de Constituyentes de ese sector. Sin embargo hay una parte importante del pueblo que se asume como sexo-diverso ¿Por qué no convocarlo a un debate sobre sus derechos y hacer propuestas constitucionales que los protejan contra la discriminación y los iguales en oportunidades con el resto de la sociedad? ¿Por qué no debatir sobre la legalización del aborto, lo cual es un tema que atañe a la salud pública? ¿Se trata de obstáculos “procedimentales” o más bien de prejuicios culturales y hasta de oportunismo acomodaticio para no afectar susceptibilidades conservadoras?

A 50 años del Mayo Francés, nosotros que vivimos intensamente esa época inolvidable y estuvimos entre los líderes de la Renovación Universitaria en Venezuela, reivindicamos aquel espíritu libertario, el valor de la imaginación, la lucha contra todo autoritarismo y contra el pensamiento social conservador. Seguimos en combate por la libertad humana, más allá de dogmas y prejuicios viejos y nuevos. ¡La imaginación al Pode

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