Reencuentros


En medio de la mayor ofensiva de los jueces y de los medios que lo atacan, Lula inicia su cuarta caravana por las distintas regiones de Brasil. Esta vez visitó por las tres provincias del sur del país: Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Parana, provincias hoy básicamente conservadoras.

La Caravana empezó con un encuentro entre él y Pepe Mujica exactamente en la frontera, en una plaza que une a los dos países, sentados en un banco, Lula en la parte brasileña, Mujica en la uruguaya. En Santana do Livramento y Rivera, respectivamente.

Es un comienzo que es una retomada de las relaciones fraternales que Brasil y Uruguay habían tenido hasta hace poco. Se han sentado una vez más lado a lado Lula y Pepe, como dos grandes amigos, que se respetan y se adoran, como personas y como dirigentes políticos. Y, ante todo, como dos seres humanos adorados y adorables.

Se sentaron en la plaza que es Brasil y es Uruguay a la vez. Tenían a su lado a Rafael Correa y a Dilma Rousseff. Recordaron cómo América del Sur ha avanzado en este siglo. Lula recordó cómo se construyeron la Unasur y la Celac. Correa agregó sus recuerdos, hablaron de Mar del Plata, de Hugo Chávez y de Néstor, y también de Evo. Pero, a la vez, hablaron inevitablemente de la contraofensiva conservadora en la región. De los retrocesos, de los millones que han vuelto a la pobreza y a la miseria, de cómo han prevalecido los intereses de la banca, a través de políticas de exclusión de derechos de la gran mayoría de la población.

Correa hizo un breve recuento de cómo, en Ecuador, la victoria electoral se ha vuelto un revés, de cómo el país se ha sumado a los que han sufrido retrocesos conservadores, de cómo se han restablecido alianzas con la derecha, de como los medios le hacen el juego a esos retrocesos, impidiendo que la población sea informada de los cambios que, indebidamente, se están imponiendo en el país, desfigurando todo lo que la Revolución Ciudadana había realizado.

Mujica puso el énfasis en dos de sus temas preferidos: la indispensable unidad de la izquierda, y los valores éticos como patrimonio de las fuerzas populares. Destacó la suerte de que Brasil tenga a Lula, pero subrayó que la izquierda lationamericana tiene que renovarse, forjar nuevos cuadros, profundizar sus raíces populares y agregar mujeres y jóvenes a sus filas.

El acto se realizó en el primer día de la Caravana de Lula, que prosiguió hoy en Santa Maria y mañana en São Borja, donde se visitará las tumbas de Getulio Vargas y de João Goulart. Como siempre sucede, la Caravana de Lula visita las identidades populares de la región –sean políticas, musicales o intelectuales– componiendo así un mosaico de reivindicación de las raíces de la historia brasileña.

Todo esto sucede mientras el Supremo Tribunal Federal discute un tema que tiene que ver directamente con Lula: el reestablecimiento del precepto constitucional de que las personas condenadas solo pueden ser detenidas después de agotados todos los recursos posibles. Práctica en contra de la cual están los jueces de la llamada operación Lava Jato, que quieren disponer del derecho de detener a personas cuyas condenadas no están firmes. El STF incluyó el tema en su agenda justo cuando empieza la nueva Caravana de Lula.

El estado de ánimo de Lula fue afectado por esa decisión. Quien convive con él a lo largo de estas cuatro Caravanas, como es mi caso, se da cuenta que él no ha cambiado para nada desde que empezaron las persecuciones jurídicas, las amenazas  de prisión, de exclusión de la disputa electoral. Su discurso y su actitud no han cambiado. Sigue empeñado en probar su inocencia y en reafirmar su derecho a ser candidato a la presidencia de Brasil, con la gran esperanza de que, en caso de ser candidato, triunfe en primera vuelta.

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