El viajero de la muerte


1.- El lenguaje y las actitudes que emplean tanto el presidente de Estados Unidos como calificados personeros de su gobierno, es revelador del grado de confusión -y desesperación- que en la actualidad los embarga. Trump suelta a cada instante palabras disonantes y opiniones que para algunos observadores constituyen la confirmación de una visión arrogante de la realidad mundial y también de su estado mental. Aparentemente pretende imponer su protagonismo, y su empeño por acreditar un liderazgo omnímodo ante el cual se acentúa el rechazo en el mundo. Su lenguaje está plagado de lugares comunes y expresa una concepción del poder completamente anacrónica.

2.- Con sus colaboradores más cercanos sucede otro tanto. Se empeñan en difundir puntos de vista supuestamente en la misma línea del Presidente que suscitan cada día reacciones adversas. Todo lo cual conforma un cuadro que indica la ausencia de una conducción coherente producto de análisis serios de la realidad. Al contrario, el efecto que logran esas actitudes revierte negativamente y estimula la apreciación de que el fenómeno Trump mina la credibilidad del mensaje oficial y agudiza la conflictividad dentro y fuera de Estados Unidos.

3.- Un caso emblemático es la gira por varios países de la región (entre los que figuran México, Colombia, Perú, Argentina), con intención impositiva, del Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson. ¿Cuál ha sido la motivación de esta gira? El propio Tilllerson se encargó de revelarlo: Venezuela. Lo dijo de manera contundente al anunciar el itinerario de su movilización. Consistente en la decisión del Gobierno norteamericano de derrocar al Gobierno venezolano. ¿De qué manera? No ya por la vía electoral -como lo recomendaban antes los voceros de los gobiernos norteamericanos con su conocida ambigüedad cuando comienzan un trabajo sucio-, sino como lo manifestó el representante del Departamento de Estado: presionando a Nicolás Maduro para que renuncie o mediante un golpe militar. Con esa propuesta recorre la región Tillerson, señor de la guerra y de la muerte. Y, por cierto, el más indicado para hacerlo, porque lleva por dentro una carga de venganza que no ha podido superar, con motivo de la derrota que el gobierno de Hugo Chávez le propinó en los tribunales de su país cuando demandó el pago de una suma exorbitante por la expropiación de la petrolera ExxonMobil.

4.- ¿Cómo queda la ética en la actual política de Estados Unidos respecto a Venezuela? ¿Cómo quedan los principios? Me refiero a lo siguiente. Mientras el fundamento de los ataques contra Venezuela por el gobierno de Trump es que en el país se violan los derechos humanos y se conculcan las libertades públicas, mientras mundialmente se difunde la versión de que en Venezuela no hay democracia sino dictadura; que el presidente Maduro es un tirano, un déspota, y las elecciones son un fraude, resulta que el portavoz de ese discurso busca aliados en la región para que un mandatario electo por su pueblo, democráticamente, de acuerdo a lo pautado por la Constitución, Nicolás Maduro, renuncie a la presidencia o sea desalojado de ella mediante un golpe militar.

5.- Pregunta: ¿Acaso es serio un gobierno que se atreve a recurrir a este tipo de amenaza gansteril, que de llevarse a cabo generaría una tragedia porque el país objeto de ella resistiría hasta la muerte y porque su Presidente jamás renunciaría? El viajero de la muerte, el inefable ex presidente de la ExxonMobil, y su jefe en la Casa Blanca, subestiman a Venezuela, a los venezolanos, y a su Fuerza Armada, la cual es agredida en su dignidad como institución renovada a la luz de principios de lealtad y de la defensa integral de la patria. También subestiman a naciones de la región con cuyo apoyo presumen contar, desconociendo los cambios que se han operado en esta parte del mundo.

LABERINTO

La situación por la que atraviesa la oposición venezolana es extremadamente difícil. A pocas semanas de una elección presidencial de gran importancia no tiene liderazgo, ni programa, ni estrategia. Prácticamente es la nada. Los líderes que la conducen no califican para participar en un proceso electoral para optar a la presidencia de la República; es decir, carecen en las circunstancias que vive el país de estatura para asumir una candidatura a la jefatura del Estado. Algo que los afecta severamente son las derrotas sufridas, los desaciertos en que han incurrido en esta etapa del proceso político venezolano…

Está también la falta de un programa. En la ficción unitaria que se gestó para enfrentar al chavismo, no hubo una propuesta responsable para los venezolanos. Los dirigentes no se ocuparon de elaborar un proyecto programático serio, en función de los problemas que aquejan al país, sino que se dedicaron a repetir una crítica vaga al bolivarianismo gobernante, carente de contenidos prácticos para encarar la crisis. Ni siquiera fueron capaces de elaborar una propuesta ideológica como aporte al debate nacional que se libra en los últimos años en el marco nacional e internacional…

Igual pasa con la estrategia. Esta ha consistido en la repetición sistemática de la herencia maldita del puntofijismo, que nunca fue capaz de superar el trauma de la derrota que le propinó el chavismo hace 20 años. Su estrategia ha consistido en buscar la manera de acabar con el orden constitucional. Su trabajo en la calle siempre estuvo orientado a la aplicación de una concepción golpista (combinada con participación electoral), en detrimento del trabajo democrático en el seno de las masas. La estrategia fracasó porque no había condiciones: el pueblo no quiere aventuras. Por eso, en ningún momento concurrió al llamado a la violencia, rechazó las guarimbas, los anuncios de huelgas generales y de insurrección popular, al igual que fracasó en los reiterados intentos para socavar la lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana… En esa estrategia recurrió a una política insólita: la forma como la conducción de la oposición se fue internacionalizando. Cómo se consolidó una dependencia, rechazada por la mayoría de los venezolanos, que al final de cuentas significó que desde el Gobierno norteamericano -con apoyo de Colombia, España, etc.- se conformara una tendencia injerencista que alertó a la opinión pública sobre los riesgos que corría la soberanía nacional…

Estos terribles errores tenían que conducir al cuadro desastroso que hoy presenta la oposición, en el cual sus dirigentes no terminan de entender y, por consiguiente, corregir. Al contrario, cada día que pasa chapotean más en la charca en que se hunden, y avanzan ineluctablemente hacia la comisión de nuevos errores. Por ejemplo, en el episodio de la mesa de diálogo de República Dominicana ha sido brutal el espectáculo del sometimiento de la delegación opositora a los dictados del gobierno del señor Trump, así como en el tema de la participación electoral. Nadie más que esa dirección tiene la culpa del desastre. Ella misma, por su cuenta, se cocina en su propia salsa…

Rodolfo Sanz, dirigente político y escritor, sostiene “que repensar la dimensión económica del socialismo implica, primordialmente, mirar la sociedad como un todo. Prestar atención solo a la política, en desmedro de la economía, es un error similar a creer que en la economía puede sobrevivir el lado positivo sin su lado normativo”. Lo escribe en su libro “Repensar el Socialismo”, cuya lectura recomiendo…

Quedó demostrado en Dominicana que la oposición solo escucha la voz del amo.

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