El elefante bocarriba, de @Fruiztirado EL ABISMO ANTE NOSOTROS


Por: Federico Ruiz Tirado
Alfredo Maneiro en el 1974, a propósito de aquella alocución de Caldera de que gracias a la providencia –petrolera- “por fin íbamos a salir del subdesarrollo”, sirvió de figura algo pintoresca para que en lo sucesivo todas las ejecutorias del CAP I y casi que del CAP II, fueron catalogadas por él mismo -tan egótico-, y por los charlatanes de entonces, europeos, centroamericanos, gringos y demás politólogos del planeta, de izquierda y de derecha, como hazañas del héroe del para entonces llamado Tercer Mundo. Fue la hora de las medidas extraordinarias, de las mises hermosas, del Caballo “Cañonero”, de los disfraces de Douglas Bravo, de la desbanderización de la izquierda cuando el orondo de CAP les arrebató sin que opusieran –ni con armas ni con gestos- el mito de la nacionalización petrolera, el aumento histórico de salario a la clase obrera vía decreto, del, en fin, consenso petrolero, del “milagro”, del “levántate Lázaro”: aquí no vamos a sembrar ni una semilla de alpiste: aquí, frente al Mar Caribe, tenemos Puerto La Guaira para lo que el futuro nos depare.

Caries y whisky
Y así fue: desde whisky 21 años, hasta banditas para las pequeños uñeros, desde alfombras persas o telas exóticas para las cortinas, hasta ventanas panorámicas contra el ruido de los automóviles y la resolana y el oropel de la nueva Venezuela, esa que escondía la pobreza tras una postal de un carajito de los páramos andinos con los dientes carcomidos por las caries.

Maneiro con sus chistes
Esa extravagante abundancia de dinero no proveniente del esfuerzo nacional, sino de la “providencia”, no del cielo, sino del suelo, del petróleo, comenzó a agrietar la tierra, la volvió movediza y pantanosa, la puso en órbita para que “el mundo de los negocios” otorgara al capitalismo un nuevo y superdotado paraguas y se protegiera de las eventuales bravuconadas que anidaban en el seno de las profundas desigualdades sociales que una década y pico después estallaron de tal forma, que a la llamada “democracia representativa” no le tocó más remedio –como todas ellas- que sacar sus colmillos siniestra y criminalmente contra un pueblo hambriento que no conocía el televisor a color, ni el solomo de cuerito, ni los espaguetis a la carbonara, ni mucho menos las celebraciones de los ricos con descorches de champañas, cataduras de caviar y ropa interior de Francia, ensaladas de frutas: era la Venezuela llamada Saudita, la de los señores de apellidos en inglés. Maneiro dijo ese año que la voracidad capitalista era tan demasiada escandalosa, “que los niveles razonables de ganancia alcanzaban a menudo proporciones de estafa”. Y quizás fue lo que menos agudo dijo. Advirtió que de no ponerle un torniquete a ese chorro de abundancia, la cosa era “de impredecibles consecuencias”. La izquierda se lavó las manos y se hicieron los policías de Valera. Dijeron: ese Maneiro con sus cosas.
Cito al Alfredo de entonces:
“Hoy todo el mundo, hasta los beneficiarios más evidentes del boom petrolero, se llenan la boca para hablar de la corrupción, la descomposición, los petrodólares, categorías que perdieron toda carga definitoria ante la creciente prostitución de su uso por toda clase de demagogos y oportunistas.” Pág. 244 (Notas Políticas)
“Con los corrompidos denunciando la corrupción, ante la indolencia de todo el país, resulta difícil referirse al tema sin enrojecer (…) Lo cierto es que la paradoja expresa un grado tal de fariseísmo que no vacilamos en sospechar que la venezolana es una nacionalidad en desintegración. Queremos decir que la condición nacional, el respeto y la dignidad de los venezolanos por su propia existencia social, está amenazada gravemente por el deterioro creciente del país en todos los órdenes. Si ayer la indolencia del país, su frivolidad, el despilfarro del gobierno, los empresarios y la clase media, la despolitización y la banalidad, reinaron en virtud de un encandilador proyecto económico que virtualizó el bienestar, la abundancia el progreso, hoy corremos el serio peligro de que todos aquellos males se afiancen en el alma nacional a pesar del derrumbe apoteósico de la ilusión. Si los viajes a Miami, las compras en Margarita, los Betamax, produjeron el venezolano arriba descrito, es probable que la liberación de precios, el desastre de los servicios, el pésimo gobierno de turno, el desempleo y todo lo que viene no produzca un cambio positivo en ese tipo de venezolano, sino que, por resignación, afiancen el que ya tenemos. Sería un resbalón profundo en la pendiente de la desmoralización (…) con su símil muy adecuado entre el retorno de la no muy descartable recuperación de CAP.” Pág. 245 (Notas políticas)
“Los intelectuales sufren “con vidrio de aumento” los efectos del país retratado. (…) Fueron los mentados sesenta, con su Techo de la Ballena, su Pez Dorado, Qué pasa en Venezuela, En Letra Roja, etc. Cuando el pueblo retrocedió, los intelectuales también lo hicieron, pero en mayor medida que el pueblo. La inteligencia abusó en su repliegue.” (Notas políticas)
Esa cita data de por lo menos treinta y cinco años. Otras similares pueden encontrase en Pedro Duro, Pérez Alfonzo, el mismo Uslar, e incluso hasta por razones distintas: unos querían sembrar el petróleo y otros querían adecentar el capitalismo. Pero qué nos importa destacar en ella, además del tono dramático con el que Alfredo pide prácticamente auxilio a la conciencia nacional, patriótica y revolucionaria de entonces. No tengo la menor duda que a los intelectuales allí vistos con lupa, no se les exigía nada: de la oscurana de las montañas y de la derrota urbana, pedirles compromiso era, como dice Sábato, pedirle a un submarino que vuele, o “peras a José Luis Perales”, como suele decir el poeta Ángel Eduardo Acevedo: la República del Este fue siempre un lugar perfecto para refugiarse, vomitar y escribir poesía disfrazada de Modernidad francesa pero en trujillano.
Lo que nos interesa es señalar que casi un siglo después; tras los esfuerzos del Comandante Chávez por enderezar el entuerto histórico con un grupo de civiles y militares, la misma dirigencia nacional de ahora, sin Chávez ni Maneiro, parece estar lerda, ciega, muda; el gobierno que dirige la nación no digirió, no hizo digestión del diagnóstico. Por lo tanto el pronóstico se desvaneció el mismo día en que Chávez partió y dejó un legado que de vez en cuando es celebrado con una torta gigante en Sabaneta o, para colmo, donde yace su sueño eterno de gran guerrero y genio que fue de la política venezolana.
Por las razones que hayan privado para entonces, que son, si a ver vamos, bastante discutibles por ser causantes de una complacencia unánime y provechosa pero que las la podemos obviar, si queremos. Veamos lo medular. Pero antes, digamos que no hay pasta dental ni jabón para que Iván Pérez Rossi se lave sus axilas. Tampoco hay pollo, hay polluelos. Pero lo peor: Puerto La Guaira es un espejismo.
En la actualidad atravesamos una coyuntura semejante a la descrita con lucidez premonitoria por Maneiro, con las diferencias de tiempo, espacio, y calidad política que la distinguen. La Era Chávez, carea la abisal modernidad en ausencia del timonel de ésta, la primera Revolución Mundial del siglo XXI, contrapuesta a la definitiva Guerra Mundial de todos los siglos, actualmente en proceso.
Las dificultades asumidas por el presidente Nicolás Maduro, todas patrocinadas por los gestores imperiales del genocidio global, recorren la senda “inusual y extraordinaria” de la llamada Guerra de Cuarta Generación o Guerra no Convencional, que al fin y al cabo no es más que la expresión desesperada del Imperio ante su inminente implosión, ante la inevitable lucha de clases que está por detonar, en todas las magnitudes de su inimaginable expresión de violencia intestina cuando los millones y millones de no WASP, bajo el acoso de las secuelas del síndrome Trump, intenten rescatar para sí el sueño americano, haciendo justicia por mano propia.
En este contexto geoestratégico, huelga comentar la relevancia de la República Bolivariana de Venezuela y la ferocidad del ataque con el cual han pretendido doblegar nuestra, por ahora, invicta independencia. Pero estamos obligados a garantizar para siempre, esta emancipación, nuestro porvenir civilizatorio más allá de cualquier contingencia electoral, y esto significa poner de una vez por todas, con absoluta sinceridad, ciertos puntos sobre ciertas íes.

Fedecámaras y sus cuevas
Si bien es cierto que fenómenos inéditos se presentan como nudos indisolubles, como paradojas de lo que culturalmente está por nacer y lo que aún agoniza; es necesario aguzar todos los sentidos políticos para combatir lo entrópico de la actual coyuntura. Porque es entrópico el bachaquerismo proletario que se manifiesta cotidiano en las calles de todo el país, exhibiendo su descarada miseria burguesa, como es burguesa la usura impune infligida por Fedecámaras desde todas y cada una de sus cuevas de bandidos expendedores y distribuidores de medicinas, víveres, ropa y calzado, libros y útiles escolares, en fin, de todo lo indispensable para sobrevivir.

La corrupción y los Claps
Es inédita la corrupción con discurso revolucionario como la novísima corrupción hambrienta soterrada en los CLAP; la concusión funcionarial para permitir el acceso a todo beneficio incluyente, legado de Hugo Chávez, quien concibió al pueblo no como simple mayoría electoral, sino como protagonista, como dinamizador de la transformación cultural de lo político. Tenemos que precisar la burocracia manifiesta que delinque por comisión, y la solapada que delinque por omisión; la que se lucra y no lo disimula, se jacta de bienes y privilegios recién adquiridos; y la que hace mutis cómplice, y blinda su cuota de poder maquillando informes, inventando decisiones asamblearias, forjando círculos complacientes a su alrededor; ambas atentan contra el proceso revolucionario, ambas son contrarrevolucionarias pero están inscritas en el PSUV o militan en los otros partidos del polo patriótico.
Ante tales evidencias se hace necesario y urgente atender las palabras de Wladimir Ruiz Tirado en su libro “Las lógicas de Chávez”: â€œ(…) es ahora cuando cobra mayor importancia el debate en el campo de los revolucionarios, los retos son descomunales, la importancia del mismo está implícita en la posibilidad de acceder a formas superiores de organización popular y de dirección política, las cuales no serían posibles si caemos en la vorágine inmediatista del ejercicio del poder por el poder.” Pág. 10
Y para concluir este esbozo inicial de un análisis en detalle del abismo que nos amenaza, oigamos de nuevo a Wladimir, mi hermano, hermano de Hugo, de Adán, interlocutores de las inquietudes plasmadas en el proyecto revolucionario que defendemos por ahora y para siempre: â€œNo se requieren pelotones de fusilamiento, ni guillotinas, para cambiar la conducta y la cultura de los hombres (…). Es cierto, están demasiado arraigados vicios u obstáculos económicos, sociales y políticos provenientes del pasado y ellos tocan, no sólo a las clases populares, sino en mayor grado a quienes han tenido la responsabilidad de la conducción del país. De eso no se puede hacer tabla rasa, estamos de acuerdo, pero caer en el pesimismo y en la desesperanza nos parece un craso error. Más que eso nos debe preocupar: ¿hacia dónde vamos y qué modelo aspiramos? Inventamos o erramos, afirmó Simón Rodríguez. Pienso que por allí anda la cosa, porque la complejidad de los problemas planteados, sobre todo los que tienen que ver con los fundamentos de un nuevo proyecto, para América Latina, y en particular para Venezuela, en un mundo en el cual no prevalecen las antiguas teleologías maniqueístas y donde la occidental predominante está resquebrajada, nos obliga a pensar en alternativas por construir, por diseñar, por pensar. Este es el gran reto que tenemos por delante.” Pág. 17
Llegó la hora Presidente Maduro, llegó la hora Adán: vamos por el sacudón.

Comentarios de Facebook