¿La “ayuda humanitaria” cura el hambre? Tres casos de estudio (investigación)


Las dificultades alimentarias y sanitarias de países en crisis empeoraron con la “ayuda humanitaria” ejercida por las potencias occidentales y los órganos multilaterales. Medios corporativos han intensificado sus campaña de propaganda imponiendo como discurso que un “canal humanitario” es la solución a los problemas agudizados por las sanciones de la Administración Trump en Venezuela.

En estos países, en los que la injusticia estructurada por el orden global genera exclusión y caos, se han disputado los intereses hegemónicos mundiales a costa de desconfigurar regiones enteras por el desplazamiento y los genocidios. La “ayuda humanitaria” se ha vendido como una solución para distintos países en situaciones de dificultad, sin embargo son las consecuencias las que se encargan se romper el velo de las buenas intenciones, dejando a este tipo de “ayuda” como un método de intervención militar, saqueo y sometimiento prolongado.

Somalia en el caos y la desesperanza vigente

Entre pobreza extrema y una guerra civil desde 1990, sobre Somalia se ejerce una de las peores hambrunas de la historia de la humanidad que, según la Cruz Roja, ha podido llegar a matar a 1 millón y medio de personas. Cálculos no oficiales estimaban que unas 300 mil personas podían haber muerto a solo dos años de la guerra en una población que actualmente roza los 14 millones de personas, bastante homogénea (al contrario que la de su vecina Etiopía) de etnia somalí en un 85%, el restante 15% está compuesto por etnias dispersas, como los bantúes y árabes.

Según algunos analistas, el factor fundamental para desestabilizar al país fue la devaluación de la moneda nacional dictada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la importación de alimentos presentada como ayuda de Occidente, la obligación impuesta por el Banco Mundial (BM) de aplicar leyes de mercado, lo que resultó en abandono de los cultivos de subsistencia, destrucción de sus sistemas tradicionales en ganadería, reducción del presupuesto de sanidad (78%, entre 1975 y 1989), del de educación de 82 dólares al año por niño en 1982 a 2 dólares en 1986 y, por supuesto, aumento de la deuda -por lo tanto de la dependencia- con los bancos occidentales.

Funcionarios del gobierno del dictador Mohamed Siad Barre, aliado de EEUU, se apropiaban de 80% de la ayuda alimenticia internacional mientras dicha potencia, solo entre 1981 y 1989, le vendió armas al dictador por un valor de 200 millones de dólares. Cerca de dos tercios de los campos petroleros de Somalia habían sido asignados a las transnacionales de EEUU: Conoco, Amoco y Chevron que habían estado allí desde 1952.

En 1993 EEUU invadió Somalia con 30 mil marines en una operación militar llamada “Restaurar la esperanza”, con fines “humanitarios”. Conoco Somalia Ltd. fue la única transnacional importante que mantuvo una oficina activa en la capital Mogadiscio antes y durante la invasión. La empresa cedió sus infraestructuras e instalaciones en Mogadiscio para que fueran utilizadas como embajada y cuartel general temporal del convoy especial de las tropas norteamericanas.

Esta operación fue presentada por EEUU, la ONU y la corporatocracia mediática como “humanitaria”, la narrativa de una misión de ayuda internacional que estaba dirigida únicamente a alimentar legiones de hambrientos fue difundida como una película, la operación multinacional en la que estaba incluida Francia terminó en un cuento de heroicos marines de EEUU.

La invasión “humanitaria” contrastaba con el desastre creciente en toda África provocado por potencias que roban sus recursos y financian guerras intestinas, se obvió explicar cómo los fondos destinados a la “ayuda humanitaria” se invirtieron en la construcción de una zona bunkerizada para el personal de EEUU y la ONU, tampoco que las bombas destruyeron infraestructuras vitales y que su primer objetivo fue silenciar a los medios de comunicación, además de otros objetivos civiles como fábricas, hospitales y locales de organizaciones humanitarias.

La relación del Pentágono con los Señores de la Guerra (Warlords) agudizó la situación en Somalia a comienzos de este siglo. Durante los 16 años que dominaron el país, lo dividieron en feudos, lo hundieron en el caos, en una creciente miseria, en la violencia y el desorden, además de someterlo a una conveniente dependencia.

Para 2006 unos 3 millones de somalíes habían salido del país, fundamentalmente hacia los países limítrofes: Etiopía, Djibuti y Kenia, la mayoría de la población residente encabezada por la Unión de Cortes Islámicas (UCI). El hambre y la crisis santinaria en el país africano era 10 veces peor que al principio de la guerra, cuando supuestamente la “ayuda humanitaria” iría a curar estas heridas.

En poco tiempo la UCI (también llamados Tribunales Islámicos) lograron llevar la ley y el orden a todo el país, eliminaron las drogas y las armas de las calles, hicieron accesibles los servicios básicos de atención sanitaria y educación, aportaron estabilidad a la sociedad civil, se aseó la ciudad, los puertos marítimos y los aeropuertos volvieron a abrirse para el tráfico comercial, etc.

El gobierno de Bush la incluyó en listas, sin ninguna evidencia de que Somalia albergara a terroristas de Al Qaeda y mucho menos que representase una amenaza para su seguridad. Creó el Grupo de Contacto Internacional sobre Somalia y encabezó a comienzos de 2007 una intervención desde Etiopía. El Teniente Gral. Guillermo G. (“Jerry”) Boykin, Subsecretario de Defensa para la Inteligencia que ordenó el ataque, argumentó que “el Dios de un jefe militar musulmán somalí era un ídolo y mi Dios es el verdadero Dios”.

Hoy en día el financiamiento de la Usaid al Cuerno de África es de 1 mil millones de dólares. En abril de este año el ejército estadounidense desplegó decenas de soldados en Somalia para entrenar a las fuerzas que combaten al grupo militante islámico Al-Shabab, derivado de los Warlords y estrechamente vinculado a Al Qaeda, en el mayor despliegue de tropas en el país desde 1993, cuando 18 soldados estadounidenses murieron en una batalla dramatizada en la película Black Hawk Down (Caída del Halcón Negro).

 

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