También nos quieren arrancar nuestras tres raíces


Clodovaldo Hernández

Claro que el poder hegemónico global y sus fichas locales tienen el objetivo estratégico de apoderarse del petróleo, del gas, del oro, del coltán, del agua, de la biodiversidad y de todas nuestras demás riquezas. Pero también tienen entre sus tareas erradicar del suelo venezolano una especie muy peculiar: el árbol de las tres raíces.

Y es que al imperio y a sus aliados les interesa el control económico, pero también quieren cerciorarse de que en Venezuela nunca más florezcan ideas de independencia nacional, de soberanía, de educación liberadora, de distribución justa de la tierra y las riquezas, de ejércitos con visión de pueblo. Están conscientes de que para borrar tales ideales, hay que arrancar ese bendito árbol.

Desde luego, no es un árbol que figure en los registros botánicos. No crece silvestre a la vera de las carreteras ni se siembra en campos de cultivo. Es un árbol destinado a germinar en la conciencia individual y colectiva.

El árbol de las tres raíces condensa el pensamiento y la acción de tres grandes figuras del ser revolucionario venezolano: Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora.

La esencia de vida de estos tres gigantes estaba allí, en los libros de historia, en los discursos de fechas patrias, en algunas frases consideradas célebres, pero nadie se había ocupado por establecer su evidente conexión. Nadie había notado que eran tres raíces de un mismo árbol.

La Revolución Bolivariana ha tenido en estos tres emblemas nacionales, en sus ideas y sus ejemplos, buena parte del combustible ideológico que la ha movido.

La raíz de la raíz: Rodríguez

Si se considera que tiene tres raíces, la primera de todas ha de ser Simón Rodríguez. No solo porque haya nacido antes y haya sido el maestro del Libertador, sino porque la raíz que él aporta es, para decirlo de una manera redundante, la más raigal de todas: la de la filosofía, la del pensamiento, la de la educación.

Rodríguez, el gran Samuel Robinson, fue un ideólogo de talla universal. A estas alturas del siglo XXI siguen siendo válidas sus reflexiones sobre las características únicas y específicas de los pueblos nuestros americanos y la consecuente necesidad de encontrar formas de gobierno y estructuras sociales también específicas.

Siguen siendo válidas y siguen sin aplicarse, valga hacer la acotación. Y esa es una de las características comunes con las otras dos raíces. Las clases dominantes se las han arreglado, por más de 200 años, para que estos planteamientos no sean conocidos o para que sean considerados utopías irrealizables de grandes soñadores.

La raíz robinsoniana tuvo un particular desarrollo en el área de la educación. Los enfoques de Simón Rodríguez fueron tan innovadores, tan disruptivos, que pueden equipararse con los aportes hechos muchas décadas después por pedagogos de rango mundial.

Fiel a su convicción de que el pensamiento robinsoniano debía ser una de las bases de la Revolución, el comandante Hugo Chávez, tan pronto llegó al poder, hizo todos los esfuerzos a su alcance para que la educación nacional asumiera su avanzada visión. Las reformas aplicadas a los currículos y a la Ley Orgánica de Educación se inscribieron en ese empeño. No fue por casualidad que las primeras acciones de las viejas clases dominantes contra el gobierno bolivariano se basaran en el rechazo a las reformas educativas. Nunca han querido que el árbol de las tres raíces se siembre en nuestras escuelas.

La gran raíz: Bolívar

Si Rodríguez es la raíz originaria, Bolívar es la medular. Digno discípulo de Robinson, el Libertador desarrolló las ideas de este en el campo de la política, y lo hizo con un espíritu visionario tal que hoy sus reflexiones están tan vigentes como en aquellos años en los que –hombre de acción como era también- hacía un alto en la elaboración de un denso documento para ir a arriesgar la vida a un campo de batalla.

Los diseños que propuso para lograr un sistema de gobierno cercano a la perfección son, de por sí, una contribución enorme en el área de los modelos políticos. La arquitectura constitucional asumida por Venezuela en 1999 es una materialización parcial de los deslumbrantes ideales de Bolívar.

Otro de sus planteamientos de gran calado es la integración latinoamericana. Desde antes de que Bolívar falleciera y hasta el sol de hoy, los poderes imperiales y las oligarquías nacionales han impedido con todas las armas a su alcance, que esta raíz se afiance en el continente.

Cualquiera de los documentos producidos por Bolívar podría ser por sí solo una sólida raíz. Quien quiera convencerse de esto, que aproveche estos días en los que se celebra el bicentenario del Congreso de 1819 y lea o relea el Discurso de Angostura. Sin embargo, es la obra en su conjunto la que cumple la función de cimiento fundamental para los movimientos que encarnen la independencia y la soberanía de esta región del mundo.

La raíz arrancada: Zamora

La tercera raíz del árbol es la que representa la lucha de los campesinos por sus tierras. El emblema de ella es Ezequiel Zamora, el caudillo de la Guerra Federal, que encabezó una de las primeras revoluciones agrarias de América Latina.

Las oligarquías derivadas del movimiento de Independencia habían asumido el puesto que antes tenía el poder colonial. Zamora retomó las banderas de Bolívar en lo que se refiere a un aspecto fundamental de la libertad, como es el derecho a la tierra.

Su lema de “tierra y hombres libres” ha sido uno de los fundamentos de la Revolución Bolivariana, aunque en muchos sentidos, esa raíz sigue –paradójicamente- fuera de la tierra, arrancada por la violencia de viejas y nuevas oligarquías.

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Chávez, buscador de raíces

El mérito de hacer notar el árbol de las tres raíces no procedió de altas cumbres académicas, sino de un grupo de militares muy jóvenes. Ellos lograron burlar los cortafuegos ideológicos que funcionaban muy eficazmente en las Fuerzas Armadas de los años 70 y 80, en las que reinaba el enfoque anticomunista de la Escuela de las Américas y, en el plano interno, la pactada fidelidad de la institución militar con el bipartidismo dominante.

En secreto, los integrantes del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) se nutrieron de la tríada de patriotas, así como de un peligrosísimo arsenal de lecturas marxistas, para establecer, nada menos que dentro el Ejército venezolano, una célula de las luchas contra la dominación imperialista y de las oligarquías.

El más fajado era Hugo Chávez Frías, lector insaciable de textos históricos, los que luego podía no solo repetir de memoria, sino también analizar con una profundidad que ya quisieran para sí muchos expertos.

No fue casual el uso de la palabra raíz. Fue una manera de reflejar las profundas referencias con las que contamos. Chávez lo explicó alguna vez de esta forma, según reseña del autor Ramón Linárez:

“Los venezolanos hoy tenemos que mirar el pasado para tratar de desentrañar los misterios del futuro, de resolver las fórmulas para solucionar el gran drama venezolano del presente”.

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