El Coronel Santos López


El Coronel Santos López nació el 20 de febrero de 1914 en Yalagüina, departamento de Madriz, y murió en La Habana, Cuba, víctima de cáncer, el 9 de febrero de 1965. Cuatro años antes, forma parte del núcleo que fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional. La Asamblea Nacional lo declaró Héroe Nacional el 2 de Marzo de 1984, mediante el Decreto 1410.

Santos López se hizo hombre en la lucha anti-imperialista, un hombre sencillo, sin pretensiones de ninguna clase, transparente, puro como nuestros humildes campesinos de Nicaragua. Provenía de una familia campesina de Yalaguina, pueblo perteneciente a las Segovia. Compuesta por numerosos hijos, tres varones y dos mujeres, de las cuales una era hermana gemela con José Santos. Desde los ocho años tuvo que trabajar, ganando veinte centavos al día para ayudar a su madre.

La compañera del Coronel Santos López, con la cual tuvo una hija, se llamaba Manuela García, quien vivía con su niña en un área donde se encontraba el temible sanguinario norteamericano, teniente William Lee.  A éste le dijeron que ella era la mujer de Santos López. Entonces Lee agarró a la niña, la pateó, la tiró al aire y la partió con la bayoneta que tenía calada en su arma de guerra. La mujer se volvió loca.

El encuentro de Santos López a sus doce años con el núcleo guerrillero de Sandino en 1926, inicia una larga jornada combativa en la geografía del norte de Nicaragua, primero como Coro de Ángeles, luego como parte de Los Palmazones, y después, como combatiente y jefe de los adultos, hasta la derrota histórica de los yanquis, en 1933, en que salen expulsados de Nicaragua.

Combatió al lado del General Sandino, desde la edad de doce años. Escapó herido del ataque de la Guardia Nacional a la casa de don Sofonías Salvatierra, donde se encontraba con Sócrates Sandino, mientras la Guardia capturaba y luego asesinaba a Sandino.

Santos López siguió luchando. Fue fundador del FLN y luego del FSLN, y se convirtió en el más experimentado jefe militar de la guerrilla del Patuca (Raití-Bocay).

Para hablar del Coronel Santos López, hay que partir de la constitución moral de Sandino, de su conducta patriótica. Sandino regresa en 1926 a Nicaragua, va a León y de ahí, a la Mina San Albino, donde forma una columna con gente extraordinaria: los hermanos Coronado Maradiaga, Ramón Raudales, Rufo Marín –el héroe que después caería en Ocotal frente a los cuarteles de ocupación militar norteamericana–, Santiago Dietrich –olvidado–, Heriberto Reyes, Juan Gregorio Colindres, Ismael Peralta, Tranquilino Jarquín, Pedro Cabrera, de León, Porfirio Sánchez y las hermanas Teresa, Amalia y Alicia Villatoro, salvadoreñas extraordinarias en la lucha anti-imperialista de Sandino, particularmente Teresa, quien fue una enfermera y organizadora de la infraestructura de El Chipote, es decir, el Cuartel General de Sandino.

Al lado de ellos estaba gente que vino de Honduras y de El Salvador, como José León Díaz –uno de los hombres más valientes, más curtidos en la pelea–, Sinforoso González, Lorenzo Blandón, León Amador, Alejandro y Elías Pérez, Zacarías López, Doroteo González, Coronado y otros más. Éstos fueron organizados en la Mina de San Albino, eran mineros, aunque originalmente fueron agricultores y ganaderos; o como el propio General Juan Gregorio Colindres, quien tenía un origen de clase más alto, sin embargo, fue uno de los convencidos por la prédica de Sandino de hacer la lucha armada contra la ocupación norteamericana y el gobierno conservador de Adolfo Díaz.

Algunos de estos hombres que trabajaban en la mina San Albino, forman esa extraordinaria vanguardia auténtica, no engañada ni traicionada. Ocurrió en el año de 1926, cuando la columna guerrillera de Sandino avanza de San Albino hacia El Jícaro.

Un niño de doce años, quien ayudaba a su mamá en su venta ambulante de pueblo en pueblo, se da cuenta que estos hombres están destazando una res. El niño se acerca asombrado, le dan un enorme pedazo de carne, sale en carrera a dárselo a su madre, y le dice: “Mamá, esa gente es muy buena, mire lo que me han dado, yo me voy con ellos”.

Ahí, a mediados de julio de 1926, se inicia ese gigante de la tenacidad, del heroísmo, de la sencillez. Ese niño llegaría a ser el Coronel Santos López.

Orígenes

«Provengo de una familia campesina, mi madre era originaria de Yalagüina, pueblo perteneciente a Las Segovias. Mi padre, segoviano también, no ayudó a mi madre a sostener nuestro humilde hogar, el cual se componía de cinco hijos; tres varones y dos mujeres. Yo era gemelo con una hembra. Como ya he explicado antes, mi padre se desobligó completamente de nosotros, por lo que mi madre tenía que trabajar para buscarnos el sustento. Vendía chicha de maíz y huevos. Como esto no era suficiente, nos mandó a nosotros a trabajar a las fincas vecinas desde la temprana edad de 8 años. Nuestro salario era de veinte centavos de córdoba al día, siendo maltratados corporalmente por los finqueros».

Eso es parte de las memorias del Coronel Santos López. Después, cuenta cómo conoció a Sandino y aquí hay un matiz diferente, cuando relata la forma como se incorpora a la Columna Segoviana. Dice:

«Les pedí un trozo de carne, les pregunté si admitían cipotes, pues me fijé que entre ellos había algunos de mi edad, contaba entonces con 12 años. Fui admitido en la tropa, pasando desde ese mismo momento a formar parte de ella. Todo esto fue a escondidas de mi madre».

La primera responsabilidad asignada al niño fue integrar el Coro de Ángeles, que creó Sandino. Eran niños –como contaba el propio Santos López– de doce, trece y catorce años, quienes metían un alboroto grande en los combates y, con sus voces, daban la impresión al enemigo de que estaban combatiendo con un ejército mucho mayor que el que era realmente.

Santos López pasó después a un destacamento llamado Los Palmazones, del cual hay un material extraordinario muy poco usado en nuestra bibliografía sobre Sandino en Nicaragua. Eran adolescentes de quince o más años de edad. En los combates tenían la misión de lanzarse a las trincheras del enemigo a quitarles armas, correajes y hasta cigarrillos.

Sandino los denomina Palmazones en homenaje a unos muchachos llamados Palmazón, de origen campesino, asesinados por militares norteamericanos. Hay un libro de Gustavo Alemán Bolaños, un periodista nicaragüense olvidado, Sandino el Libertador, en el que habla de Los Palmazones.

También se refiere a ellos el venezolano Gustavo Machado, quien vino a Nicaragua con un famoso mensaje a Sandino de los intelectuales de Europa, entre ellos, Henri Barbusse. Gustavo, quien había sido educado en Francia, tradujo el texto del francés al español.

Aunque los yanquis son expulsados, empiezan las maniobras políticas del gobierno de los Estados Unidos, que mandó a Managua al embajador Arthur Bliss Lane, a ver cómo hacían asesinar a Sandino.  Este es el principio del fin de la vida revolucionaria de Sandino, quien en su trágico viaje final a la capital, es acompañado por el Coronel Santos López.

Santos López se ganó el grado de Coronel a los 18 años en los grandes combates. Fue poco a poco, desde el Coro de Ángeles. Sandino se lo otorgó oficialmente, así como a sus generales, que empezaron siendo obreros en la Mina de San Albino, como Juan Gregorio Colindres y Rufo Marín; y Juan Pablo Umanzor, quien era de origen hondureño. También se incorporaron a la guerrilla de Sandino otras gentes extraordinarias como Francisco Estrada y el General Jirón Ruano, de Guatemala, quien era un militar académico.

Muchos otros hombres vinieron al lado de Sandino, como Carlos Aponte Hernández, de Venezuela, a quien Sandino hizo Coronel de un solo trancazo, porque bajó un avión; lo supo apuntar y lo liquidó. Carlos Aponte se acercó al avión que estaba comenzando a quemarse, para sacar a un gringo y quitarle la bandera de los Estados Unidos, la cual Sandino mandó con Gustavo Machado a México, y que luego exhibió Diego Rivera en el Segundo Congreso Mundial Anti-imperialista de Frankfurt. Entonces le dio el grado en ese mismo momento.

Por ser de origen campesino, Santos López entendía la dureza de la vida y los sufrimientos del campesinado a causa de la intervención norteamericana y la explotación a la que eran sometidos por los vende patria de aquella época. Esto lo llevó a consagrar su vida por la libertad de su gente.

El Coronel decía:

“La austeridad de nuestra vida llena de escaseces, el martirologio de los campesinos nos daba más conciencia de la importancia de nuestra vida”.

“Los campesinos no conocemos ni siquiera una mesa, pero sabemos combatir y subsistir”.

“La fuerza siguen siendo los campesinos con el apoyo de los que saben más”, (refiriéndose a los de la ciudad).

El 21 de febrero de 1934, el coronel Santos López formaba parte de la comitiva que acompañaba al general Sandino en las conversaciones de paz con el gobierno de Juan Bautista Sacasa que culminaron cuando Sandino y dos de sus lugartenientes, los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, fueron detenidos y fusilados por la Guardia Nacional de Nicaragua cumpliendo la orden dada por Anastasio Somoza García quien era su Jefe Director.

Santos López se había quedado en la casa del ministro Sofonías Salvatierra junto con el también Coronel Sócrates Sandino, cuando la misma fue sitiada por guardias nacionales, se entabló un fuerte tiroteo resultando muerto Sócrates Sandino; mientras que López con una sub-ametralladora Thompson logró abrirse paso a balazos, escapando por los tejados de las casas vecinas. Santos López escapó herido del ataque de la Guardia Nacional, pero logro sobrevivir.

Santos López asimiló toda la táctica de Sandino la que fue transmitida a la nueva generación de guerrilleros, teniendo una estrecha relación con el comandante Carlos Fonseca, Víctor Tirado López, Germán Pomares y otros dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Fue fundador del FSLN, y se convirtió en el más experimentado Jefe militar de la guerrilla del Patuca (Raití-Bocay).

Muere en Cuba a los 51 años, a consecuencia de un cáncer pulmonar. Al morir se lleva 7 heridas de bala y un historial de 216 combates librados en aras de su pueblo. Sus restos fueron repatriados a Nicaragua después del triunfo de la Revolución Nicaragüense el 19 de julio de 1979 y fue sepultado en el Parque Central de Managua, junto al Mausoleo de Carlos Fonseca.

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