Quién es Jesús Santrich, el excombatiente que iba para el Congreso y terminó en la cárcel


Adoptó su alias en memoria de un amigo asesinado, estuvo en las filas por casi 30 años y fue uno de los negociadores más radicales en la mesa de La Habana. Ahora se expone a la extradición, el mismo camino de su paisano Simón Trinidad.

El acuerdo de paz pactado en La Habana atraviesa su mayor crisis desde que fue firmado, paradójicamente, por cuenta de la situación judicial de uno de sus artífices. La captura de Jesús Santrich, ejecutada por la Fiscalía tras petición de la Embajada de Estados Unidos, tiene en ascuas a los excombatientes que suscribieron la paz. Quién es ese hombre que se alistaba para tomar posesión como congresista, con una de las 10 curules que le corresponden a la Farc, y que ahora está preso -porque habría seguido delinquiendo- y con la posibilidad de ser extraditado a Estados Unidos.

Jesús Santrich, o Seusis Pausías Hernández Solarte como en realidad se llama, es mezcla entre costeño y pastuso. Nació en Toluviejo, Sucre, de donde es su padre, pero pasó su niñez en Pasto, de donde su madre es oriunda. Ambos eran docentes de filosofía. Su padre admira el mundo griego y por eso, casi de manera profética, lo llamó como dos pintores de la Antigüedad. Santrich estudió secundaria en varios municipios de Sucre, rodeado de una familia extensa, artistas y docentes, gente creativa y crítica. “Era un mundo bucólico, donde la gente conversaba en las tardes en las mecedoras”, cuenta. Su madre le inculcó la lectura de Gabriel García Márquez, su padre de la historia y la filosofía, y sus tíos y tías le abrieron la puerta de los idiomas y el pensamiento latinoamericano. Bolívar tenía un lugar de honor en su familia, así como José Martí y el autor que más lo ha influenciado: el peruano José María Arguedas.

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Seusis Pausías entró en contacto con la Juventud Comunista en el colegio, pero al llegar a la Universidad del Atlántico, donde estudió al tiempo Derecho y Ciencias Sociales, desplegó todas sus dotes de activista y llegó incluso a ser el máximo representante de los estudiantes. Ya graduado, comenzó a estudiar un posgrado en historia, trabajó como profesor y llegó a ser personero de Colosó, Sucre. De allí salió cuando mataron a su mejor amigo. Un día, en noviembre de 1990, unos detectives del DAS ingresaron a una taberna al frente de la Universidad del Atlántico, y en un confuso hecho uno de ellos desenfundó el arma y mató a Jesús Santrich, un líder estudiantil comunista, gran amigo de Seusis. Tras meditarlo, decidió que lo mejor era irse al monte, y en 1991 se incorporó al frente 19 de las Farc con el nombre de su amigo asesinado como seudónimo.

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Con fusil al hombro recorrió la Sierra Nevada de Santa Marta. De entonces recuerda sus andanzas con Simón Trinidad. En la clandestinidad era quien redactaba los comunicados, estuvo en la fundación de la Radio Resistencia, y participó en la del partido clandestino y el movimiento bolivariano. Cobró mayor protagonismo cuando llegó Iván Márquez, a quien desde siempre lo unió la amistad, y varias complicidades: el marxismo, la música, la vena docente y el gusto por la política.

Hace más o menos una década perdió la vista. Así lo relató al periodista Jorge Enrique Botero para el portal Las2orillas: “Eso fue como cuando cae la tarde: lentamente (…) a los 14 años yo no veía muy bien y tuve que usar lentes, pero cuando ya estaba en la universidad se me fue cerrando el campo visual en los dos ojos. Hasta que hace unos seis años el ojo derecho se me apagó (…) tengo un síndrome de Leber, de origen genético, que afecta los nervios ópticos (…)”.

El país conoció a Santrich luego de unas declaraciones irónicas que fueron catalogadas como una ofensa a las víctimas del conflicto. El episodio sucedió en Oslo, Noruega, en octubre de 2012, cuando el Gobierno y la guerrilla destaparon los diálogos que habían sostenido en secreto. Cuando le preguntaron si las Farc estaban dispuestas a reparar las víctimas contestó, casi cantando, “Quizás, quizás, quizás”.

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Ya en La Habana se convirtió en la pieza clave de la negociación, en el hombre que redactó el acuerdo con el representante del gobierno Sergio Jaramillo. Aunque la química entre ambos es nula, y se dice que Jaramillo le debe a Santrich buena parte de sus canas, se respetan. No en vano tienen obsesiones similares, como el lenguaje. Por eso podían pasar horas discutiendo una palabra o una coma. Santrich, provocador por naturaleza, solía salir con frases como: “¿Hoy hablamos en inglés, en francés o en griego?”, cuentan miembros de la delegación oficial, que lo consideraban una insolencia. Sin embargo, en el gobierno reconocen que era lógico que las Farc pusieran en la mesa a los más duros.

Pero el estilo radical de Santrich causó problemas y por eso el propio secretariado de las Farc le sugirió controlarse en Twitter. Incluso, durante los primeros meses de negociación, cuando estaba más radical que nunca en el tema agrario, algún miembro del secretariado sugirió que saliera de la delegación. Cuentan que Márquez se paró y dijo que si tomaban esa decisión él también se iba.

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Lo paradójico es que uno de los artífices del acuerdo podría convertirse en el primer excomandante excluido del mismo, tras su firma. Esto, según la Fiscalía y la DEA, porque habría vuelto a incurrir en el narcotráfico luego del desarme. La Farc califican su captura como un montaje. Así, Santrich pasaría de ser un eventual congresista, a vivir una suerte similar a la de su gran amigo, Simón Trinidad, el excomandante de las Farc más importante en ser enviado a Estados Unidos.

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