El quiebre de los socialistas en 1979 y su reunificación una década después


El momento de la reunificación socialista en 1989. De izquierda a derecha, Oscar Guillermo Garretón, Carlos Lazo, Clodomiro Almeyda, Jorge Arrate, Luis Alvarado y Ernesto Águila. Foto: Diario La Época

Manuel Salazar Salvo

El plebiscito convocado por la dictadura de Augusto Pinochet para el 11 de septiembre de 1980, destinado a ratificar la nueva Constitución redactada por los asesores del régimen militar, marcó el fin de la Unidad Popular (UP) y el inicio de la separación definitiva entre el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC), los dos principales conglomerados históricos de la izquierda chilena.

Tras el enorme fraude electoral que permitió la victoria del Sí en ese plebiscito y consagró los plazos de transición impuestos por la Constitución de la dictadura, los partidos de izquierda se agruparon en dos referentes. Por un lado surgió la llamada Convergencia Socialista, que reunió a las dos vertientes del Movimiento Acción Popular Unitaria (MAPU), a la Izquierda Cristiana (IC) y al PS que, con distintas apellidos –Altamirano, Núñez, Arrate, Briones–, seguiría los causes doctrinarios de una “renovación” iniciada en la segunda mitad de la década del 70’ en Europa, principalmente en la República Democrática Alemana, RDA, por Carlos Altamirano y algunos de sus acompañantes. Por la otra vereda empezó a transitar un eje político conformado por el PC, el PS Almeyda, el MIR y el Partido Radical (PR) que dirigía Anselmo Sule desde el exterior.

En la Convergencia Socialista cumplieron un papel determinante varios intelectuales de formación cristiana que militaban en los dos MAPU y en la IC y que visualizaron desde los albores de la década de los 80’ la necesidad de conformar una alianza estratégica más amplia que la UP, que agrupara a marxistas y cristianos en una “nueva corriente popular” para derrocar a la dictadura y recuperar la democracia. Esos propósitos, sin embargo, fueron postergados por las “urgencias tácticas” derivadas de las movilizaciones sociales, que a partir de 1981 superaron rápidamente a las dirigencias partidarias, dubitativas y temerosas de volver a sufrir los rigores represivos vividos entre 1973 y 1979, y sometidas a las presiones de Estados Unidos, Europa y la Iglesia católica para que abandonaran la áspera ruta al socialismo y optaran por un pavimentado camino hacia la socialdemocracia y la economía social de mercado.

Tras el golpe militar de 1973 las direcciones del PS, del PC y del MIR fueron diezmadas por la DINA y por el Comando Conjunto. Sólo un puñado de heroicos militantes se mantuvo en el país tratando de sostener un mínimo de estructuras políticas para no desaparecer completamente. En el exilio, en tanto, se multiplicaron los análisis y debates para explicarse lo ocurrido e iniciar una difícil y dolorosa resistencia a la dictadura.

A fines de 1980 la recién creada Coordinadora Nacional Sindical, CNS, encabezada por Manuel Bustos y Alamiro Guzmán, que agrupaba al sindicalismo de izquierda y a los sectores más antidictatoriales del Partido Demócrata Cristiano (PDC), convocó a un consultivo nacional de donde emanó un “Pliego Nacional” que señaló en parte: “…se están generando en Chile las condiciones para que surja un gran movimiento nacional que articule y agregue las demandas de amplios sectores sociales, de grupos medios y de trabajadores. Una coalición que permita expresar un gran acuerdo nacional que haga frente a la capacidad del régimen de ser excluyente y atomizador de las demandas sociales…”.

Bustos y Guzmán fueron detenidos en los meses siguientes. Desde la Vicaría de la Pastoral Obrera de la Iglesia católica se generó entonces un Comité de Defensa de la Libertad Sindical, integrado por representantes de todo el arco político opositor, uno de los gérmenes que más adelante haría posible acuerdos políticos mayores.

El PC, mientras, renovaba su dirección interna y el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) preparaba lo que sería conocido como la “Operación Retorno”, destinada a reemprender la lucha armada contra Pinochet. Uno de los principales teóricos del socialismo renovado de entonces, el sociólogo Manuel Antonio Garretón, hizo notar que en Chile estaba surgiendo “un sujeto popular diversificado” y que los partidos ya no eran los principales ni los únicos ejes conductores de la política bajo el régimen militar.

La victoria conseguida por Pinochet en el plebiscito de 1980 subsumió nuevamente a la oposición en un caudal de vacilaciones. En 1974, la dirección post-golpe del PS fue asumida por Exequiel Ponce, subsecretario general del PS, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas y Gustavo Ruz, quienes se manifestaron partidarios de “gestar una dirección única proletaria” y “pasar a nuevos niveles de unidad en las relaciones socialistas-comunistas”. Desde el exterior, Carlos Altamirano, secretario general, y la mayoría de la dirección del PS pre-golpe los acusaron de “procomunistas”, de “estalinistas” y de no representar al partido. Otro grupo de militantes del interior, proveniente desde 1975 de los comités regionales Santiago Centro y Santiago Cordillera, dirigido por “El Viejo” Benjamín Cares, desconoció también a la dirección de Ponce y Lorca y constituyó la denominada Coordinadora Nacional de Regionales (CNR), estructura socialista que se quebró en 1978, dando pasó a dos nuevas vertientes: la CNR-Revolución, dirigida por Cares, Juan Soto y Sergio Sauvalle, desarticulada por la CNI en 1982, y la CNR-Indoamérica.

La herencia de los antiguos

La dirección de Exequiel Ponce y de Carlos Lorca era la heredera del Comité Central elegido en 1971 en La Serena, que proclamó a Altamirano y barrió con la corriente socialista socialdemócrata y moderada que dirigía Aniceto Rodríguez. Ponce y Lorca eran los depositarios de los “Elenos” y de la “Organa”, los mismos que habían criticado ásperamente la “vía constitucional” de Salvador Allende. No obstante, fue la CNR de Benjamín Cares la que después del golpe postuló con más vigor la lucha armada para enfrentar a la dictadura. Otra tendencia que se mostró dispuesta a combatir fue el grupo denominado La Chispa, que encabezaba Rafael Ruiz Moscatelli. Una tercera fracción, conocida como Dirección para el Consenso, dirigida por Juan Gutiérrez Soto, optó por los medios políticos.

Ponce y los miembros de aquella primera dirección clandestina, junto con representar a los antiguos “Elenos”, encarnaban las posiciones de Clodomiro Almeyda, ex canciller de la UP, y de la mayoría de los miembros de la Juventud Socialista. En junio de 1975, los agentes de la DINA cayeron sobre ellos. Casi todos permanecen desaparecidos hasta hoy. Una nueva ola de dirigentes, salidos de la Federación Juvenil Socialista, FJS, asumió el reemplazo e intentó rearticular el partido, pero una vez más la DINA los golpeó duramente. (Una detallada historia de los “Elenos” y la “Organa” se puede ver en el capítulo 19 de Labarca, Eduardo: Salvador Allende. Geografía sentimental; Editorial Catalonia, Santiago, 2007).

En el intertanto, a comienzos de octubre de 1975, neofascistas italianos al servicio de la DINA habían dejado gravemente herido a Bernardo Leighton y a su esposa, en Roma, en un intento por eliminar al principal promotor demócrata cristiano de un Frente Antifascista que incluyera a todos los partidos, desde el PDC al MIR, para luchar contra Pinochet. En mayo de 1976, la DINA también había aniquilado a la dirección interna del PC y, además, en aquel mismo mes, emprendido una dura represión en contra del MAPU. El MIR, por su parte, sufrió la muerte de varios de sus más importantes dirigentes. Ese año trágico terminó en diciembre con la destrucción por parte de la DINA de una segunda dirección comunista.

A comienzos de 1977, desde diversas ONGs, varios cientistas sociales vinculados al PS, al MAPU y a la IC, empezaron a producir reflexiones y documentos que contribuirán en los años siguientes al desarrollo de la renovación socialista. Entre ellos destacan Enzo Faletto, Tomás Moulian, Manuel Antonio Garretón, Augusto Varas, José Joaquín Brunner, Enrique Correa, Eugenio Tironi, Norbert Lechner, Rodrigo Baño, José Bengoa y Javier Martínez. En agosto, el PS realizó su segundo pleno clandestino en el país; casi al mismo tiempo, el PC efectuó un pleno en el exterior donde afirmó su política de alianzas amplias, ratificando la vía no armada, pero destacando la falta de una política militar, el llamado “vacío histórico”.

Ambos plenos y el creciente debate ideológico para salir del atolladero en que se encontraba la izquierda, agudizó las pugnas en el socialismo. Carlos Altamirano envió a Ricardo Núñez a Chile para buscar acuerdos con la dirección interna, el “almeydismo” que encabezan en aquel momento Germán Correa, Albino Barra, Ricardo Solari, Eduardo Gutiérrez, Augusto Jiménez, Raúl Díaz y Camilo Escalona, entre otros dirigentes salidos de los cuadros universitarios de la juventud socialista.

El momento era determinante. En julio, Pinochet había entreabierto la puerta a una  institucionalidad “de auténtica participación social”, en un discurso pronunciado en el cerro Chacarillas, cuya primera etapa terminaría el 31 de diciembre de 1980, plazo en que ya estaría aprobada una nueva Constitución.

El viaje de Núñez no consiguió limar las diferencias y se convocó a un pleno del comité central en Argelia en marzo de 1978, el que verdaderamente se realizó en la RDA y donde Carlos Altamirano fue reelecto como secretario general. Pese a las apariencias de unidad, las discusiones prosiguieron hasta que en abril de 1979 se produjo el principal quiebre: Clodomiro Almeyda expulsó a Altamirano, Jorge Arrate, Luis Meneses y Erick Schnake, quedando él como secretario general y nombrando a Galo Gómez, en la subsecretaría del PS.

La fuerza propia

En marzo de 1979, Humberto Ortega, dirigente del sandinismo, llegó a La Habana a solicitar ayuda para la ofensiva final contra Anastasio Somoza. Los socialistas chilenos ofrecieron un contingente irregular de militantes, pero había que superar un problema: estaban divididos entre los que seguían a Almeyda y Altamirano. Pese a las diferencias, se llegó a un acuerdo: irían todos. El mundo socialista y la socialdemocracia europea apoyaban a los sandinistas.

Eran 29 combatientes irregulares y 40 con formación militar. Su destino fue el frente “Benjamín Celedón” ubicado en Rivas, entre los pueblos de Sapoa y Las Vírgenes, al sur de Managua, que buscaba quebrar las líneas de abastecimiento del somocismo.

Los socialistas chilenos tuvieron allí su bautizo de fuego. Paralelamente, los comunistas chilenos apoyaron al sandinismo con un contingente de 200 militantes. La participación chilena la ofició Clodomiro Almeyda en persona.

“Mientras en Panamá se efectuaba una reunión de los principales grupos ultraderechistas de América Latina, Almeyda entraba vía Costa Rica y cruzaba la frontera con ayuda nuestra. La reunión se efectuó en Sapoa. En ella también participaron los máximos dirigentes sandinistas, Daniel Ortega y Edén Pastora”, ha relatado un socialista que estuvo en esos episodios. (Ver: Gutiérrez González, Eduardo: Una historia no oficial del PS de Chile; Santiago; 2003).

Los encargados operativos del traslado de Almeyda y del contingente de combatientes ingresaron a Chile clandestinamente ese mismo año. Con ellos se decidió efectuar una  acción que diera inicio al trabajo militar socialista contra la dictadura: la denominada  “Operación Banespa”.

Se organizó un área de trabajo político militar compartimentado con el resto de la dirección y  se incorporó a miembros de las Fuerzas Armadas en retiro que colaboraron con Allende y el PS. Entre ellos destacó un viejo militante, Martín Urbina, coronel de Ejército y ex compañero de curso de Pinochet en la Academia de Guerra del Ejército, de nombre político “Blanco”.

En el exilio, mientras, sin que la dirección interior supiera, se había avanzado en el diseño de una política insurreccional que ya tenía un nombre: “Lucha de masas con perspectiva insurreccional”.

A mediados de 1981 recrudeció la represión en Chile. En agosto fueron expulsados del país Carlos Briones, Orlando Cantuarias, Jaime Castillo y Alberto Jerez. En Europa aumentó el enfrentamiento ideológico entre los intelectuales de la renovación y el PC. A fines de año, la sucesora de la DINA, la CNI, detuvo a varios integrantes de la dirección interna de la IC, entre ellos Jorge Leiva, Sergio Aguiló, Pedro Felipe Ramírez y Germán Molina.

En abril de 1982 se constituyó en Santiago el Secretariado de Partidos de Convergencia Socialista, integrado por el PS Núñez, los dos MAPU y la IC. Carlos Ominami y Sergio Spoerer eran sus principales representantes en el exterior; Ricardo Lagos y Enzo Faletto, por su parte, dieron forma a la tendencia de “Los suizos”. (Una minuciosa relación del origen y desarrollo de la renovación socialista se puede encontrar en Arrate, Jorge y Rojas, Eduardo: Memoria de la Izquierda Chilena; Tomo II 1970-2000; Javier Vergara Editor; Santiago, 2003).

En mayo, representantes de todos los partidos de izquierda se reunieron en Cuernavaca, en México, pero no pudieron llegar a acuerdos para emitir una declaración conjunta.

En octubre se conoció un pronunciamiento de los tres últimos secretarios generales del PS. Desde Roma, Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez y Carlos Altamirano apoyaron la renovación. Por esos días se fraccionaron los dos MAPU y numerosos militantes de esos partidos se sumaron al PS Núñez. En la tendencia que lideraba Oscar Guillermo Garretón, se escindió la juventud. Un sector de ella, que dirigía Virginia Rodríguez, y que tenía experiencia militar en las luchas guerrilleras de América Central, daría forma poco después al MAPU-Lautaro.

En febrero de 1983 surgió el opositor Proyecto de Desarrollo Nacional, Proden, conducido por Jorge Lavanderos. El 15 de marzo se firmó un Manifiesto Democrático, que sería el germen de la Alianza Democrática, AD, anunciada a comienzos de agosto, el primer referente político público que vinculó al socialismo renovado con el PDC, y que incluyó a la derecha republicana, a los social demócratas y a un sector de los radicales, donde Enrique Silva Cimma había desplazado de la dirección a Anselmo Sule.

La Confederación de Trabajadores del Cobre, CTC, convocó a una protesta nacional el 11 de mayo, la que se transformó en una sorpresiva masiva demostración de descontento en Santiago y en otras ciudades del país. De allí en adelante, mes a mes, cada vez con más fuerza, se sucedieron las protestas sociales que fueron decisivas en la recuperación de la democracia y en la que participaron, con mayor o menor coordinación, todas las agrupaciones políticas y ciudadanas opositoras.

Quiebre del almeydismo

El 4 de septiembre de 1983 fracasó un nuevo intento por unificar al PS y surgieron las bases del Bloque Socialista. Al mismo tiempo irrumpió el Movimiento Democrático Popular, MDP, que agrupó al PC, al PS Almeyda y al MIR. El 14 de diciembre debutó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) con varios atentados explosivos contra torres de alta tensión que oscurecieron casi por completo a Santiago. Esa acción marcó el giro del PC y el inicio de política militar insurreccional.

En marzo de 1984, tres días antes de la séptima protesta, en un acto en el Teatro Caupolicán, el naciente Bloque Socialista propuso la unidad de la izquierda y el centro sin exclusiones. Entre abril y mayo el PC eligió una nueva dirección y confirmó a Luis Corvalán como secretario general por un nuevo período.

El 25 de octubre la lista opositora ganó la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en las primeras elecciones democráticas de esa organización desde el golpe militar de 1973. La lista, integrada por la Juventud Demócrata Cristiana (Yerko Ljubetic), la Juventud Socialista-Almeyda (Jaime Andrade), las Juventudes Comunistas (Gonzalo Rovira) y el Bloque Socialista (Ricardo Brodsky) obtuvo 9.305 votos, contra 2.129 de la alianza de la derecha y de los partidarios de Pinochet. Ljubetic dijo al conocer el triunfo: “Cuando nos acusaban de ser el contubernio demo-marxista, decíamos que sí, que no sólo representábamos ese contubernio, sino que estábamos muy orgullosos de esa representación. Y ese contubernio ganó”.

Ese año se manifestaron también diferencias al interior del PS Almeyda. El ex canciller de la UP controlaba junto a Rolando Calderón y Camilo Escalona la mayoría de la dirigencia exterior del partido. En Chile surgió una tendencia cada vez más favorable a la estrategia de la “ruptura pactada” impulsada por la AD, que pasó a llamarse “Tercerismo”, dirigida por Germán Correa, Ricardo Solari y Julio Stuardo, entre otros. Los que se mostraron partidarios de fortalecer al MDP fueron bautizados como “Los Comandantes”. Un tercer grupo, integrado por Robinson Pérez, Jaime Durán y Gustavo Ruz, formó otra facción, conocida como Bruselas. Las pugnas finalmente quebraron al almeydismo.

Los Comandantes, partidarios del derrocamiento de Pinochet, acordaron crear las Milicias Populares Allendistas y un futuro contingente de milicianos empezó a recibir instrucción militar en los faldeos de la cordillera de Los Andes. Paralelamente, un sector de almeydistas que controlaba Camilo Escalona, impulsó las Brigadas 5 de Abril, que alcanzaron a efectuar diversas acciones de propaganda armada.

Ese mismo año de 1985, el MAPO-OC se fusionó con el PS Briones, sumándose a la renovación militantes como Jorge Molina, Jaime Estévez, Marcelo Contreras, Jaime Gazmuri y Antonio Skarmeta, entre otros. Casi al mismo tiempo se efectuó el III Congreso del MAPU, donde se alineaban Enrique Correa, Alejandro Bell, Bernardo Bravo e Ismael Llona, por citar a algunos, y eligieron a Víctor Barrueto como secretario general.

A comienzos de 1986, empezaron a surgir discrepancias con la renovación desde los mismos sectores que la habían impulsado. Dos de los críticos fueron Roberto Celedón y Tomás Moulian.

En abril se creó la Asamblea de la Civilidad para retomar las protestas, convocándose a un paro nacional para el 2 y 3 de julio. Por esos días se supo de un masivo ingreso clandestino de armas para el PC y el FPMR, iniciativa que sorprendió al resto de la oposición. El fallido atentado en contra de Pinochet en el cajón del Maipo terminó por desmovilizar las protestas y aislar al PC.

Pocos días después el sociólogo José Joaquín Brunner, proveniente del MAPU, planteó el fracaso de la movilización popular, recomendó tomar distancia del MDP y proponer a las fuerzas armadas una “salida negociada” dentro de los márgenes de la Constitución del 80. Aquella “negociación sin ruptura” debía incluir al PDC, a los socialistas renovados y a la derecha democrática.

La Concertación

En las semanas siguientes los partidos del tronco socialista iniciaron un proceso de acercamiento que incluyó el retiro del PS-Núñez de la AD y la creación junto con el PS-Almeyda de un Coordinador Socialista que casi un año después terminaría con la unificación de todas las corrientes del socialismo.

Entre 1979 y la unificación de casi todas las tendencias en 1989, la dispersión de las filas socialistas llegó a que a lo menos diez grupos se disputaran la legitimidad del partido de Allende. El dirigente Eduardo Gutiérrez los enumeró y clasificó en su ya mencionado libro “Una historia no oficial del partido Socialista de Chile”:

1.- El Partido Socialista-Almeyda, sustentaba la tesis de la política insurreccional de masas y luego la ruptura pactada.

2.- El Partido Socialista-Núñez, sector renovado que postulaba la negociación sin ruptura.

3.- El Partido Socialista-Suizos, liderado por Ricardo Lagos Escobar, propiciaba una salida negociada.

4.- El Partido Socialista-CNR Indoamérica, proponía la política insurreccional.

5.- El Partido Socialista-CNR Revolución, encabezado por Jaime Sauvalle, favorecía la política insurreccional.

6.- El Partido Socialista-24 Congreso, ex La Chispa, comandado por Rafael Ruiz Moscatelli, estaba en la vía insurreccional.

7.- El Partido Socialista-Comandantes, liderado por Eduardo Gutiérrez, se sumaba a la política insurreccional.

8.- El Partido Socialista Histórico, de Juan Gutiérrez, estaba por una negociación pactada.

9.- El Partido Socialista-Mandujano, dirigido por Aniceto Rodríguez, era partidario de la negociación pactada.

10.- El Partido Socialista-Salvador Allende, ex Bruselas, conducido por Robinson Pérez, era proclive a la política insurreccional.

El 26 de junio de 1987 el MDP dio paso a la Izquierda Unida (IU), que integró a la IC y al MAPU, más los socialistas históricos y el PR de Luis Fernando Luengo.

En noviembre, en lo que llamaron “un paso táctico”, el PC llamó a inscribirse en los registros electorales, pero enfatizó que habría fraude y que el gobierno de Pinochet no estaría dispuesto a reconocer el triunfo del NO. Simultáneamente, por iniciativa del PS Núñez y con el protagonismo de Jorge Arrate, Erich Schnake y Ricardo Lagos, se formó el Partido Por la Democracia (PPD).

A comienzos de 1988 la IU formó el Comando Socialista por el NO, Cosono, y en febrero el almeydismo y la IC se sumaron finalmente a la Concertación de Partidos por la Democracia, el conglomerado que gobernaría Chile en las siguientes dos décadas.

(Mañana la segunda parte: Tendencias, fracciones y renuncias)

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