José Antonio Kast es el primer pinochetista en ganar la presidencia chilena
20 diciembre, 2025
Contenido
- Gestión gris
- La izquierda chilena vuelve a quedar mal con su pueblo
- El sangriento legado que defiende José Antonio Kast
Lo que parecía un hecho cantado luego de conocerse los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile el 16 de noviembre, se concretó el pasado 14 de este mes con el triunfo del ultraderechista José Antonio Kast, un confeso defensor de la sanguinaria dictadura del general Augusto Pinochet.
Como se esperaba, el candidato logró aglutinar los votos de los otros partidos de la derecha para imponerse con absoluta facilidad a la abanderada de la izquierda, Jeannette Jara, con 58,16% de los sufragios, por 41,84% de su rival.
De inmediato, así como ocurrió hace poco más de un mes, todas las miradas voltearon hacia el presidente saliente, Gabriel Boric, a quien le atribuyeron la principal responsabilidad de que, por primera vez desde que Pinochet entregara el poder el 11 de marzo de 1990, tras perder el plebiscito de 1988, uno de sus confesos seguidores pasará a ocupar el Palacio de La Moneda.
Gestión gris
A la gris gestión del actual mandatario se le achaca desde hace rato no solamente esta derrota anunciada desde la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sino también el fracaso del plebiscito para determinar si los chilenos estaban de acuerdo con una nueva Constitución que sustituyera a la redactada precisamente por el equipo del dictador, que insólitamente todavía está vigente.
Ya lo había adelantado el analista internacional venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein, en una entrevista que publicamos en Últimas Noticias poco después de la primera vuelta.
“Este es el peor gobierno de Chile desde la caída de la dictadura. Sobre todo por las expectativas que generó. Generó expectativas de la eficiencia administrativa y los escándalos de corrupción fueron repugnantes. Generó expectativas del punto de vista social y no se cumplieron. Generó expectativas en materia de derechos humanos y no se cumplieron. Generó expectativas en materia de seguridad ciudadana y no se cumplieron. Incluso se incrementó la represión contra el pueblo mapuche”, dijo Rodríguez Gelfenstein en esa ocasión.
Uno de los candidatos de izquierda en la primera vuelta, Marco Enríquez‑Ominami, fue contundente en su análisis tan pronto como se concretó la victoria de Kast al sentenciar que “es la mayor derrota de la historia de Chile para el mundo humanista en décadas”.
Luego cargó contra el actual jefe de Estado en una entrevista que le hicieron en un medio local, donde manifestó que “aquí hay un responsable: es el gobierno del cual yo siempre fui muy crítico y contra el cual competí. El presidente Boric tendrá que asumir su responsabilidad; nos ha dejado el peor legado de la historia del progresismo de la izquierda, con el apelativo que usted quiera ponerle”.
“Lo de ayer (14 de diciembre) corresponde al presidente Boric y a esta izquierda frívola, porque tuvieron todo lo que Alberto Fernández, ni Lula, ni Petro, ni nadie ha tenido en América Latina en su historia: nunca nadie ha tenido dos tercios de todas las instancias”, prosiguió Enríquez-Ominami.
No se detuvo ahí: “Es el mayor fracaso de la esperanza transformada en extrema derecha, de la lucidez transformada en ceguera frívola (…) Todo para terminar con un señor que te dice a cara descubierta que quiere indultar a los violadores de derechos humanos, que cree que hay que expulsar a los inmigrantes en aviones de la fuerza aérea. Todos que se preparen: tienen las horas contadas para irse”.
La izquierda chilena vuelve a quedar mal con su pueblo
La victoria del ultraderechista José Antonio Kast en las elecciones presidenciales de Chile ha puesto sobre el tapete, una vez más, el fracaso de los gobernantes procedentes de la izquierda en ese país.
El analista internacional Sergio Rodríguez Gelfenstein lo sostuvo en la entrevista que le hiciéramos después del resultado de la primera vuelta, con el cual ya se presagiaba lo que ocurrió en el balotaje.
“Estos son gobiernos tibios, pusilánimes, cobardes, pendejos. Fíjate, los dos de Michelle Bachelet llevaron a la victoria posterior de dos gobiernos de la derecha de (Sebastián) Piñera. Y este de Boric lleva al triunfo de la derecha todavía más recalcitrante, con Kast”.
Rodríguez Gelfenstein subrayó que las gestiones de Bachelet y Boric fueron “personalistas. No han sido capaces de lograr continuidad porque no tienen su base en el pueblo, se han alejado del pueblo”.
Subrayó que “al pueblo no se le puede engañar y entonces, en medio de la desesperación, vota por la opción que tiene. ¿Y qué opción tiene en los marcos estrechos que te da la democracia representativa? Votar por el enemigo. Si tú no ofreces opciones de transformación real, de cambio, el pueblo recurre al enemigo. Recuerda que Hitler llegó al poder por elecciones, y Mussolini, y Bolsonaro, y Trump también”.

El sangriento legado que defiende José Antonio Kast
Quien es hoy el presidente electo de Chile no ocultó en el pasado sus simpatías con el dictador Augusto Pinochet, al punto de hacer campaña por él para el plebiscito en el que en 1988 el pueblo votó mayoritariamente por el No, dando un paso definitivo para la salida del tirano, que se concretó en marzo de 1990.
Le viene de raza: su padre, Michael Kast, fue miembro del partido nazi de Hitler y su hermano mayor, Miguel, fue el primer ministro civil de ese régimen sangriento.
De sobras conocido es el legado ominoso de ese gobierno que comenzó con el golpe de Estado que perpetró con el respaldo de Estados Unidos contra el gobierno del presidente electo democráticamente Salvador Allende en 1973, tras lo cual descargó una avalancha sin igual de decenas de miles de asesinatos, desapariciones forzosas, torturas, represión brutal, violación de todo tipo de derechos humanos, encarcelamientos masivos de opositores y el exilio obligado de cientos de ellos durante 17 salvajes años.
Kast nunca ha ocultado su cercanía con todas esas aberraciones, al punto de llegar a afirmar en una campaña electoral previa a esta que el dictador Pinochet habría votado por él y que “una dictadura no entrega el poder a la democracia” para completar la transición.
