Papeles de política

Por: Luis Britto García 

Política, el rompecabezas que es en el fondo el acertijo del ser humano, a la vez individuo y animal social. Las siguientes son reflexiones suscitadas por el libro de Miguel Ángel Pérez Pirela Papeles de Política (La Iguana Ediciones-Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2025). No intento una síntesis, abordada en magistral prólogo de Atilio Borón. Me acerco al tema porque me fascinan quienes, como Miguel Ángel, ejercen simultáneamente varias vertientes de la creación: filosofía, teoría política, comunicología, narrativa, música. Intento desentrañar cómo se manifiestan las mismas claves en disciplinas diferentes. El universo sólo puede ser comprendido por hombres universales.

TEORÍA POLÍTICA

Cuando el contrato domina la vida cotidiana, también impera en la teoría política. Imposible pensarla sin Hobbes, Locke y Rousseau. Quienes no han leído a Hobbes lo consideran defensor de la autocracia: en realidad admitía tanto monarquías como aristocracias y democracias. Sólo le preocupaba que existieran métodos precisos de reducir la pluralidad de pareceres a uno solo, sin lo cual «no habría gobierno, sino facciones en pugna». El pacto que rescataba al hombre de una vida «pobre, solitaria, embrutecida y breve» cedía todo el poder al Estado. John Locke, al contrario, sostenía que en el acuerdo creador del poder político no se cedían los derechos a la vida, la libertad y la propiedad. Rousseau también fundaba el gobierno en un Contrato Social, pero sostenía que el poder supremo, la soberanía, no podía ser cedido por contrato, y residía siempre en el pueblo. Era imposible darse voluntariamente en esclavitud, pues «la locura no crea derechos». Más aun, sostenía que «el gobierno hace constantes esfuerzos contra la soberanía». Quizá la teoría de la división y equilibrio de poderes de Montesquieu podría ser utilizada para armonizar estas miradas contrapuestas. En las tres aparece pueblo como un tercero en la discordia: renunciante voluntario a todos sus derechos en la primera, propietario irrevocable de otros en la segunda, dueño irrenunciable del poder soberano que constituye al Estado en la tercera. Quizá esta tríada elude la cuestión fundamental: el pueblo no solo es titular de algunos derechos políticos, sino de todo, es decir, de los medios de producción material e intelectual. Política no es juego de poderes abstractos, sino ciencia total que debe abarcar la infraestructura y la superestructura.

POLÍTICA CIENTÍFICA

Siempre se interpretó el poder político a partir de la concepción del mundo dominante y se lo ajustó a la legitimidad de ésta. En épocas arcaicas la teocracia sostuvo que la fuerza del gobernante derivaba de la divinidad y por tanto del sacerdote. Los raciocinantes griegos intentaron fundar el poder en la lógica: de allí el Estado gobernado por reyes filósofos postulado por Platón, el sujeto a la razón natural de los estoicos; el reglado por el Derecho Divino de la Summa Teológica de Tomás de Aquino. Con la Edad que llamamos Moderna se desecharon tantas argucias en favor de lo que Maquiavelo llamó la veritá effettuale della cosa: la observación empírica de los hechos. Pero los hechos eran unos para los economistas clásicos y otros para utopistas, socialistas y marxistas.

POLÍTICA Y CIBERNÉTICA

La postmodernidad postula teorías cibernéticas, según las cuales la política es circuito de colectar y satisfacer selectivamente demandas. El fetiche informático nos devuelve a las épocas primordiales: un poder invisible y omnipotente mediante los big data conoce todos y cada uno de nuestros actos y deseos, y valiéndose de ese conocimiento a través de bots, fake news y subliminal persuassion determina nuestros pensamientos, palabras y obras.


POLÍTICA Y PÁNICO

Damos así en el pensamiento de Paul Viridio en su ensayo Ciudad Pánico. Si Maquiavelo intentó fundar la política en la observación empírica de realidades, la teoría del conocimiento relativista actual objeta que haya observaciones objetivas, y la mecánica cuántica que existan realidades verificables. El fenómeno político y sus mutaciones podrían ser lo que Guy Debord llamó La Sociedad del Espectáculo, un montaje de ficciones, lo que Viridio calificó como la sustitución de la realidad por el acontecimiento gracias a la «hiperpotencia del Mass Media». El debate político deviene así Infowar, Guerra Mediática, contraposición de fábulas que ocultan la verdad. Pero desde sus comienzos, lo político estuvo sustentado en leyendas y ficciones; lo que caracteriza la situación actual es el sobredimensionamiento de lo ficticio, la «democracia de la emoción».

ESTADO Y PARAESTADO

Este sobredimensionamiento de la falsedad lleva a un resultado nefasto. En la mayoría de los países hay un Estado visible y otro invisible; uno legítimo y otro ilegítimo, uno que dice representar el colectivo y otro que trabaja para intereses parciales, uno aproximativamente regulado y otro sin más normas que las de sus facciones. Un Estado y un Paraestado. En algunos sitios ambas estructuras combaten; en otros, el Estado ha sido reducido a disfraz tras el cual operan sólo poderes fácticos invisibles. Esta situación es difícilmente sostenible, entre otros motivos porque a medida que el Paraestado se extiende, funciona para una fracción progresivamente menor de la sociedad. Por nuestra parte señalamos que todos los Estados clasistas son en alguna forma Paraestados, conformados para servir intereses minoritarios; la discordia entre sectores aspirantes al monopolio del poder crea Paraestados y Estados, a veces antagónicos, a veces cómplices, a veces destruidos por revoluciones que amplían la base de representación.

CIENCIA Y BIOPOLÍTICA

Señalamos que la teoría política, en cuanto desarrollo sancionatorio de la ética, tiende a sustentarse en la teoría dominante en cada época. En tiempos de cientificismo, el camino al conocimiento parece ser la ciencia, y el del conocimiento social la bioética. El problema normativo no se agota en las relaciones entre los individuos de una especie. Ésta habita en un complejo sistema de interrelaciones ecológicas, que se debe comprender y respetar. Cuando una batería de sanciones haga este respeto obligatorio, habremos arribado a una biopolítica y con ella, ojalá, a facilitar la problemática perduración de nuestra especie.