
Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 13 de septiembre de 2025.
El 11 de septiembre, día que conmemoró el golpe de Estado de Pinochet en Chile contra el gobierno socialista de Salvador Allende, hace 52 años, en el Parlamento Europeo, lo que puede considerarse con razón una nueva internacional nazi-fascista (y sionista) mostró una vez más los dientes contra el socialismo bolivariano. Con 355 votos a favor, 173 en contra y 15 abstenciones, los eurodiputados aprobaron, de hecho, una resolución propuesta por el partido español Vox y el grupo Patriotas por Europa para incluir al llamado Cártel de los Soles, que para la extrema derecha está dirigido por Nicolás Maduro, en la lista de organizaciones terroristas. El texto también incluyó al Clan del Golfo y a las facciones disidentes de las guerrillas colombianas, las Farc y el Eln, señalando que todas representan una amenaza para la seguridad regional e internacional.
El eurodiputado de Vox, Hermann Tertsch, uno de los promotores de la medida, junto con representantes de diversos grupos políticos (PPE, ECR, Renew) afirmó: «Bajo Gustavo Petro la actividad del crimen organizado y la producción de coca se han disparado. La complicidad de Petro con Maduro, el jefe del cártel terrorista, es clara».
Ciertamente, no le falta descaro, considerando el papel de los cárteles en los anteriores gobiernos de derecha en Colombia. Pero qué más da. Lo importante es alinearse con Trump, que ha enviado una flota armada a las aguas del Caribe, después de haber declarado «narcoterrorista» al gobierno bolivariano y haber elevado a 50.000 dólares la recompensa por la cabeza de su presidente. Puro Far West, en el que al magnate, que ya de por sí le gusta hacer de matón a nivel internacional, le adelanta por la derecha su secretario de Estado, Marco Rubio, la voz furiosa de los potentados anticomunistas de Miami.
«Un hombre con mucho poder», dijo Brian Nichols, subsecretario de Estado para el hemisferio occidental durante la presidencia de Joe Biden, señalando que Rubio también es consejero de seguridad nacional. «Nunca, desde los tiempos de Henry Kissinger, dos cargos tan importantes se habían concentrado en una sola persona», afirmó Nichols en una entrevista muy enfatizada por la extrema derecha venezolana, ansiosa por saber si, según el diplomático estadounidense, Trump invadirá Venezuela. Y por esto, con razón, en una conferencia de prensa internacional, Maduro destacó cómo el verdadero artífice de la política exterior norteamericana es de hecho Rubio, que tiene a Donald Trump bajo chantaje.
Se le preguntó al demócrata estadounidense varias veces que explicara por qué el magnate pasó de conceder a su multinacional Chevron la licencia para operar en Venezuela al asedio militar. «La estrategia de la administración Trump», respondió Nichols, «es aumentar el asedio militar para obligar a Maduro a negociar de verdad». Dicho esto, añadió, nadie puede predecir con certeza lo que Trump puede decidir, dado su estilo extraño y contradictorio. Y, de todos modos, la experiencia ha demostrado que «para quitarle el poder a Maduro es necesario actuar a nivel militar».
¿Cómo? Lo dejó entrever el secretario de Guerra estadounidense, Pete Hegseth, en una entrevista con Fox News, que a su vez hizo la boca agua a la extrema derecha venezolana. Hegseth recordó que Trump ha definido a varios cárteles de narcotráfico como organizaciones terroristas extranjeras. Este paso permite al gobierno estadounidense usar una variedad de herramientas legales y militares no convencionales: que incluyen operaciones selectivas contra los líderes, bienes y redes logísticas de estos grupos en el continente.
La medida habilita a las Fuerzas Armadas a intervenir, dando prioridad a la acción directa fuera del territorio estadounidense y con el apoyo de la inteligencia nacional. «Los trataremos como tratamos a Al-Qaeda», advirtió Hegseth, planteando, de hecho, una agresión similar a la que golpeó a Irán, acusado de haber violado el tratado sobre armas nucleares.
El hecho de que EE.UU. haya enviado incluso un submarino nuclear a las aguas del Caribe, violando el tratado de Tlatelolco (un tratado, firmado en la Ciudad de México el 14 de febrero de 1967, que prohíbe la circulación y el uso de armas nucleares en América Latina y el Caribe) no se tiene en cuenta. Los únicos que protestaron fueron los países del Alba, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, y algunos presidentes progresistas, como el colombiano Gustavo Petro, a quien corresponde la presidencia pro tempore de la Celac.
Un organismo internacional que, en 2014, en una cumbre en Cuba, declaró a América Latina y el Caribe como zona de paz. «Colombia no prestará su territorio para una invasión. ¿Cómo podríamos permitir una invasión?», dijo el líder colombiano. Luego, insistió en que el ataque de navíos militares estadounidenses a una embarcación civil venezolana en el Caribe que, según lo reportado por EE.UU., transportaba drogas, y que causó once muertes, debe ser tratado como un asesinato.
Añadió que si los países de Sudamérica no protestan por tal acto, si se ponen a defender a los gobiernos que se alinean con los genocidas, podrían sufrir las consecuencias en el futuro. «América Latina, que es dueña del Caribe, no puede soportar eso y quedarse callada porque de lo contrario, en el futuro, las bombas caerán sobre Bogotá, Río de Janeiro, y otras ciudades de la región», afirmó Petro.
Una actitud que ha contribuido a ponerlo en el centro de la resolución votada en Bruselas, y a aumentar el rencor de la extrema derecha europea. Un bando que, desde hace tiempo, ha adoptado la posición de María Corina Machado, una de las firmantes, junto con la actual primera ministra italiana, de la Carta de Madrid: un documento con el que Trump, durante su primer mandato, patrocinó el nacimiento de la nueva internacional nazi-fascista, lanzándola en su momento contra el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla. Y ahora organizándola en una nueva falsa cruzada antidrogas.
Y poco importa si los EE.UU. son los principales consumidores de droga. Y poco importa si para dirigir la cruzada hay alguien como Rubio, cuyas ascendencias no le permitirían exactamente el papel de paladín de la lucha contra el narcotráfico: tanto es así que, desde la izquierda, hace tiempo lo llaman «Narco-Rubio», repitiendo las palabras del capitán Diosdado Cabello.
Durante años, de hecho, el personaje -que se hace pasar por refugiado «cubano-americano» cuando sus antepasados se fueron de Cuba en la época del dictador Batista-, ha vivido en la casa de su cuñado, que era un centro operativo de narcotráfico. El cuñado terminó en la cárcel y fue condenado por haber distribuido alrededor de 15 millones de dólares en cocaína. Sin embargo, cuando Rubio fue elegido diputado por Florida en el año 2000, fue liberado y entró a formar parte de su equipo político.
Por ahora, sin embargo, Rubio se lleva el aplauso de los gobiernos vasallos de América Latina y el Caribe, como el de Guyana y de Trinidad y Tobago. Desde hace tiempo, cuenta con el del Ecuador de Noboa, un rico empresario bananero, conocido por sus enredos con los cárteles del narcotráfico (los verdaderos, no los inventados como el Cartel de los Soles). Y, ahora, también ha recibido el aplauso del presidente neoliberal de Panamá, José Raúl Mulino: quien ha dicho que «no le temblará la mano» si tiene que clasificar el Cartel de los Soles como organización terrorista. No contento con haber desatado masivas protestas populares por las medidas neoliberales impuestas, Mulino busca labrarse el papel de perrito faldero de EE.UU., que ya una vez hizo entender con bombas a un ex protegido que se le había puesto en contra, Noriega.
«La Tercera Guerra Mundial ya empezó. Yo creo que es así. El imperio estadounidense tiene un plan de guerra para tratar de reforzar su hegemonía política, económica, cultural y militar en el mundo», dijo el presidente Maduro. Mientras tanto, todos los sectores populares, pero también esa parte de la oposición que ha aceptado la dialéctica parlamentaria, se están movilizando. Si EE.UU. decidiera invadir el país, advirtió el presidente, se encontrarían con «un nuevo Vietnam».
El congreso extraordinario del Psuv y de la juventud del partido ha enviado el mismo mensaje, asumiendo la responsabilidad de tener que pasar a una nueva fase, de lucha armada, en caso de invasión militar; pero también repitiendo la exhortación de Maduro, pronunciada en estos años tantas veces, en respuesta a las tantas agresiones impuestas por el imperialismo al heroico pueblo bolivariano: «Nervios de acero, calma y cordura, máxima movilización popular».