
La Habana, 31 jul (Prensa Latina) La lealtad tiene nombre propio y ella es Eusebio Leal Spengler, a quien recordamos hoy en otro aniversario de su fallecimiento.
También la poesía anidó en la sutil, pero enérgica palabra cavilada por este intelectual, el más leal de todos los residentes en la capital cubana.
Nacido en esta ciudad el 11 de septiembre de 1942, quizás estuviera esperando sus 83 años de edad junto a colegas y pensando en la restauración de una obra del Centro Histórico, o a lo mejor disfrutaría Andar La Habana con sus jóvenes discípulos del Museo de la Ciudad y de la Oficina del Historiador.
Como director de ambas estancias, Leal Spengler asumió importantes labores de renovación y reconstrucción, como la del Palacio de los Capitanes Generales (antigua Casa de Gobierno) y actual sede del mencionado museo.
La responsabilidad de conducir las obras del Casco Histórico de La Habana, declarada en 1982 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, se le confirió en 1981, tarea emprendida con la pasión de un amante a su musa.
De hecho, esta ciudad fue su musa, su inspiración, el gran amor que vivió con intensidad.
Y ahí está él, eterno, a la entrada del emblemático Palacio de los Capitanes Generales, como si un auditorio esperara impaciente su alocución.
La presencia de Eusebio en la plaza, con una escultura en bronce emplazada en tamaño natural, inmortaliza al mejor ciudadano de La Habana.
Excelso orador, hombre erudito, de casi perfecta dicción y perfilada pluma, desde muy joven se interesó por la Historia, fue acogido por el primer historiador de esta urbe, Emilio Roig de Leuchsenring, y orientado por él en su vocación.
Tuvo formación autodidacta y sin obtener oficialmente más nivel escolar que el sexto grado, luego de una ingente preparación, presentó exámenes de suficiencia académica en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana que le permitieron ingresar al centro de altos estudios para cursar la licenciatura en esa materia.
Su capacidad intelectual, facilidad de expresión y dedicación casi absoluta a conservar la parte vieja de la capital de Cuba, lo hicieron merecedor de múltiples títulos, nombramientos y galardones, pero todo ello no era suficiente.
Para llenar ese volumen de figura notable y, además, don de gente, toda su instrucción debía salir a la luz: sus estudios de posgrado, la adjudicación de varios grados científicos, pero sobre todo, su pausado transitar y acercamiento a las adoquinadas calles habaneras, el mejor trabajo que sabía hacer este eterno caminante.
Son casi incontables los estudios de posgrado recibidos, igualmente, las responsabilidades que Leal Spengler asumió, tanto dentro, como fuera de Cuba en lo concerniente al quehacer patrimonial, así como sus principales obras literarias consideradas de gran importancia para la enseñanza.
Considerado el hombre que “salvó” La Habana, los restos del doctor Leal Spengler descansan, por supuesto, en un sitio de la Habana Vieja, el Jardín Madre Teresa de Calcuta, al fondo de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís.
arc/dpm