
por: Lois Pérez Leira, Resumen Latinoamericano, 12 de agosto de 2025.
Tegucigalpa,12 ago (AHN) Mañana, cuando el sol cubano ilumine el 13 de agosto de 2025, Fidel Castro cumpliría 99 años. No es una fecha cualquiera. Es el pórtico solemne que anuncia el centenario de un hombre que redefinió la historia de Cuba y sacudió los cimientos políticos de América Latina.
Comienzan, desde este instante, los preparativos para conmemorar los 100 años de su natalicio, un ejercicio no solo de memoria, sino de reflexión sobre la vigencia de una épica revolucionaria que se proclamó heredera directa de José Martí y se forjó en el fuego del Moncada y la tenacidad guerrillera de la Sierra Maestra.
El hilo rojo y negro: de Martí a Fidel
La Revolución Cubana, como Fidel nunca se cansó de recordar, no brotó espontáneamente en 1959. Fue la culminación de un largo camino de luchas anticoloniales y antiimperialistas que tuvo en José Martí su faro intelectual y moral. Martí, el Apóstol, el organizador de la “Guerra Necesaria” contra España, advirtió sobre el peligro del expansionismo estadounidense: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas” .
Fidel asumió esa advertencia como programa político. No fue casual que en 1995, al conmemorar el centenario del desembarco de Martí por Playitas de Cajobabo, Fidel recorriera esos mismos manglares guantanameros. Allí, evocó la “dicha grande” del Héroe Nacional al pisar nuevamente su tierra para luchar, un sentimiento que él mismo experimentó al mando del Granma . Esta conexión trascendió lo simbólico: se materializó en una revolución que hizo suya la prédica martiana de justicia social y soberanía.
El Moncada: El fracaso que fue semilla
El 26 de julio de 1953 pareció una derrota sangrienta. Un grupo de 135 jóvenes, la mayoría del Partido Ortodoxo, liderados por un abogado de 26 años llamado Fidel Castro, asaltó el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba.
El plan era audaz: tomar la segunda fortaleza militar del país, armar al pueblo y llamar a la insurrección contra Batista. Pero todo salió mal.
La caravana de autos se desorganizó, el elemento sorpresa se perdió, y los soldados, alertados, repelieron el ataque. El saldo fue trágico: 61 rebeldes muertos, muchos ejecutados extrajudicialmente tras su captura .
Sin embargo, en ese aparente fracaso residía el gérmen de todo lo que vendría. Fidel, encarcelado, transformó su defensa en un manifiesto: “La Historia me Absolverá”. No era solo un alegato jurídico; era el programa de la Revolución futura: reforma agraria, educación universal, soberanía nacional.
El asalto al Moncada, pese a su resultado táctico desastroso, se convirtió en el acto fundacional del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y en el símbolo de una generación dispuesta a morir por cambiar Cuba . La fecha misma, el “26 de Julio”, quedó grabada en la identidad revolucionaria continenta.
De la Sierra al Triunfo: La forja de un mito.
La amnistía de 1955 llevó a Fidel al exilio en México. Allí reorganizó al Movimiento, entrenó a sus hombres (incluido un joven médico argentino, Ernesto Guevara), y el 2 de diciembre de 1956 desembarcó del Granma en Las Coloradas. La realidad fue, otra vez, más cruel que el plan: emboscados por el ejército de Batista, los 82 expedicionarios fueron diezmados. Solo 12 hombres, con Fidel y Raúl a la cabeza, lograron reagruparse en las impenetrables montañas de la Sierra Maestra.
Fue en esa selva agreste donde la Revolución se hizo invencible. La Sierra no fue solo un refugio militar; fue una escuela política y un modelo de justicia paralela. Fidel estableció radios rebeldes, promulgó leyes agrarias, abrió escuelas y hospitales para los campesinos. Su liderazgo carismático y su estrategia de guerra de guerrillas, combinada con una hábil política de alianzas y una creciente simpatía popular, minaron la dictadura. Mientras el Che y Camilo Cienfuegos extendían la lucha a otros frentes, una huelga general nacional en enero de 1959 selló la huida de Batista. El 1 de enero de 1959, las tropas del M-26-7 entraron triunfales en Santiago y La Habana. La Revolución había vencido .
Zelaya: La voz de América Latina sobre Fidel
La trascendencia latinoamericana de Fidel Castro se refleja vívidamente en las palabras del expresidente hondureño Manuel Zelaya. En una emotiva carta, el líder cubano plasmó su impresión del hondureño tras un encuentro personal:
“Es sin duda un hombre bueno, con fuerte dosis de tradición e inteligencia asombrosa. Su voz en la tribuna es trueno… Zelaya es un hombre que sufre profundamente los abusos del imperio… A través de su pensamiento podía apreciarse su profunda aversión al sistema económico de Estados Unidos”.
Zelaya, a su vez, reveló el impacto transformador de su primer encuentro con la Cuba revolucionaria:
“Cuando viajé a Cuba la primera vez, apenas iniciado mi periodo de gobierno, me trataron como el peor de los enemigos. No me perdonaban que le pidiera excusas a Cuba por haber sido Honduras país de entrenamiento de invasores. El gobierno de Estados Unidos consideraba que yo debía ser destruido por esa conducta”.
Este testimonio subraya el carácter continental del legado de Fidel: un símbolo de resistencia antiimperialista que inspiró y protegió a líderes progresistas en un continente históricamente dominado por Washington.
Hacia el Centenario: Memoria, Legado y Futuro.
Al iniciarse las conmemoraciones rumbo al centenario, Cuba y sus aliados no solo recuerdan al guerrillero victorioso, sino al estratega que nacionalizó la tierra y el azúcar, erradicó el analfabetismo y desafió el bloqueo más prolongado de la historia moderna. Como destacó la UNICEF, Cuba es el único país de América Latina sin desnutrición infantil, un logro que lleva el sello de su obsesión por el desarrollo social .
En Guantánamo, la provincia más oriental —aquella que Fidel llamó “la primera trinchera antiimperialista de América”—, su legado se vive en cada escuela y hospital construido tras 1959. Como testimonia un poblador: “Fidel se identificó con los humildes, los estudiantes, los trabajadores desprotegidos… de una región relegada por gobiernos serviles a élites estadounidenses”.
Mañana, al cumplirse 99 años de su natalicio, no es solo un día para el homenaje. Es el primer paso hacia una reflexión colectiva: ¿Cómo se juzgará en el siglo XXI la obra del hombre que encarnó, como pocos, el sueño de Martí de una Cuba “con todos y para el bien de todos” ? El centenario que se avecina será, sin duda, el escenario de ese debate. Pero una cosa es cierta: el Moncada, la Sierra y el triunfo del 1° de Enero siguen siendo coordenadas indispensables para entender la historia de América Latina. Y en ellas, el nombre de Fidel Castro permanece tallado a fuego.