
Salvaje y aberrada decisión:
tormenta de brasas,
atroz y cruel ataque,
como si el sol hubiese caído
sobre dos planetas de huesos…
Hongo gigante,
inmensa bola de fuego,
miles de grados desatados,
liberados
en olas de llamas
como si el cielo hubiese caído
sobre ojos incrédulos.
Reacción en cadenas,
energía emancipada;
lo amarrado desparramado
lo disperso sintetizado.
Uranio, plutonio, isotopo radiactivo,
masa de espanto,
bombas de bombas,
bomba asesina,
bombas sonrientes
con dolor enorme y descomunal,
16 y 21 kilotones,
buchonas,
preñados de degradación
de radiaciones mortíferas,
bombas con sus “destinos manifiesto”
danzan el sufrimiento
con coreografías de la muerte
quemándolo todo.
Remolino de fuego
ignición infinita,
deflagración de los valores,
de los principios,
postrados,
todo arrojado
zancadilla a las razones,
la ética en combustión
y de nuevo
de vuelta a la prehistoria…
Todo lo que existía:
humanos, pájaros,
vegetales, cemento,
mascotas, hormigas,
madera, hierro,
hormigón, acero
todo arenado…
Todo lo que era
desapareció:
aire, agua,
bloques, metales
se fundió…
Los cuerpos de niños,
ancianos, jóvenes
mujeres, hombres,
hervidos, incinerados, abrasados,
calcinados, carbonizados
carbón humano encendido,
ardiendo,
consumidos,
evaporados…
Cadáveres caminando
sin ropa,
desnudos de vida,
dejando por las calles pedazos de rostro,
de pelos,
de brazos,
de pechos,
de piernas;
ya sin sexos,
ya sin piel…
Caminan ignorantes de sus muertes,
hemorragias intoxicadas,
mutaciones,
torbellino de penumbras…
Hiroshima y Nagasaki,
lluvia eterna y oscura en el alma humana,
un hongo corrosivo en la historia
donde la naturaleza solloza
su oración silenciosa
sin sepulcros,
sin santuarios.
Desolación en el espíritu
que envenena la especie,
la tenebrosa verdad de la verdad.
No es una fecha más,
no es un aniversario más,
no es un acto más,
no es una medalla
en el ojal de un arrebatado…:
Más de doscientos mil nombres,
más de doscientos civiles,
más de doscientos mil prescindibles
volatizados en segundos,
catres de brasas
en dormitorios sin fachadas,
sin paredes,
saña y soberbia innecesarias.
Episodio criminal,
del género humano.
Un disparate de la inteligencia
¿cuál talento?
¿cuáles razones?
pero mi ignorancia no me redime
ni me exime,
por el contrario,
ensordece mi oscuridad;
mi caverna,
alimentan mi desconocimiento,
mis alucinaciones…
estamos perdidos
sin saber que estamos perdidos.
No necesito traducción,
toda muerte me rebaja,
toda injusticia me empequeñece,
me humilla, me ultraja,
avasalla el hogar de mi familia…
Un trueno duro y metálico,
interminable, permanente
a 80 años
me retumba en el cerebro,
me impide aceptar actos maquillados.
Decir casi lo mismo
no es decir lo mismo,
re-escribir la historia no es la historia…
sus almas seguirán vagando sin honor,
sin justicia
escondida en la ignominia del vencedor
si yo no investigo,
si no indago.
Ellos vivirán en cada residencia exterminada
si no mueren en mí (tu) memoria,
si no mueren en mí (tu) conciencia.
A 80 años estamos en el mismo umbral,
en el mismo sitio,
a 80 años de aquello…
Humberto Rojas D.
6 de agosto de 2025