Fronteras de la Indignidad:

El Nuevo Orden Global y la Crisis Humanitaria de los Migrantes»

12/07/2025

Debemos recordar que la migración tiene el potencial de ser un fenómeno transformador. Es una oportunidad para deconstruir nuestras sociedades y construir comunidades inclusivas en las que cada individuo, independientemente de su origen, pueda contribuir al bienestar colectivo.

Hugo René Orejuela, periodista de la Radio Air Libre de Bruxelles y miembro del equipo de edición de KontraPortada

La migración ha sido un fenómeno constante a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, en los últimos años, este tema ha cobrado una relevancia apremiante, especialmente en el contexto de las políticas migratorias de países como Estados Unidos y la reciente aprobación del pacto europeo de asilo y migración de Unión Europea. Por qué la migración puede ser vista como una fuerza positiva en nuestras sociedades, a pesar de las crueles realidades que muchos migrantes enfrentan?.

En los últimos días, las redes sociales han inundado nuestras pantallas con imágenes de dramáticas cacerías de migrantes en diversas regiones de Estados Unidos. Detenciones llevadas a cabo sin consideración por la dignidad humana, acompañadas de violencia y humillación, pintan un panorama desolador. Al regresar al poder Donald Trump, sus políticas han resurgido, fomentando una agenda xenófoba que, en lugar de abordar las causas profundas de la migración, busca criminalizar y marginalizar a aquellos que llegan buscando una vida mejor.

La brutalidad de estas políticas se evidencia, entre otros aspectos, en la persecución de los migrantes, gran parte latinos, incluyendo la separación de familias y la deportación de residentes legales. Además, desastres naturales, como las inundaciones en Nuevo México, han puesto a prueba la humanidad de las instituciones, los rescatistas que cruzan fronteras para ofrecer ayuda y quienes arriesgan sus vidas para brindar apoyo humanitario, en momentos de una catástrofe sin precedentes, son tratados con desdén y violencia, lo que subraya la crueldad de la burocracia y la deshumanización que caracteriza las políticas actuales.

A lo largo del Atlántico, Europa no ha sido ajena a este dilema. En 2024, el Parlamento Europeo aprobó el Pacto Europeo de Asilo y Migración, que, al igual que en Estados Unidos, pone la migración en el centro de un debate polarizado. A través de discursos negacionistas, se minimizan las contribuciones económicas y culturales de los migrantes, creando un entorno hostil hacia aquellos que buscan refugio.

Las políticas anti inmigratorias europeas han sido igualmente severas, utilizando tecnología y medidas militares para contener el acceso de migrantes provenientes de África y Medio Oriente. La agencia Frontex, creada para gestionar las fronteras externas de Europa, ha estado en el ojo del huracán por su papel en la vigilancia y deportación de migrantes. Las críticas han señalado cómo sus operaciones han contribuido a un aumento trágico en la mortalidad de migrantes en el mar Mediterráneo, mientras que se ignoran las necesidades humanitarias urgentes de quienes arriesgan su vida huyendo de conflictos bélicos o de la miseria.

Es fundamental reconocer que muchas de las causas subyacentes de la migración están ligadas a políticas comerciales desiguales y conflictos bélicos perpetuados por potencias globales. Estas realidades fomentan la emigración, creando un ciclo vicioso que es difícil de romper. Por lo tanto, es crucial abordar las raíces de la migración desde una perspectiva de justicia social y económica.

Desde una perspectiva de Derechos Humanos, la tierra es un patrimonio colectivo, y el libre tránsito de personas debería ser una norma. Sin embargo, las fronteras y leyes restrictivas crean un sentido de propiedad que a menudo se traduce en exclusión y discriminación. A medida que el neoliberalismo continúa moldeando nuestras sociedades, se han establecido reglas más estrictas para la movilidad humana, mientras que el comercio de mercancías fluye sin obstáculos.

El discurso de la extrema derecha ha encontrado eco en sociedades que temen la pérdida de su identidad y estabilidad económica. Este discurso, sin embargo, está diseñado para dividir y deshumanizar, haciéndonos olvidar que la verdadera amenaza radica en las estructuras que perpetúan la desigualdad y el miedo. La falta de solidaridad y empatía hacia los migrantes es un reflejo de una cultura que prioriza el individualismo y la competencia sobre la comunidad y la colaboración.

En tiempos de incertidumbre y crisis, la crueldad se convierte en un mecanismo de control social. Las narrativas que demonizan a los migrantes como amenazas internas ignoran el hecho de que todos compartimos un mismo destino humano. Los líderes que utilizan tácticas de miedo para consolidar poder alimentan la idea de que algunas vidas valen más que otras, promoviendo la noción errónea de que la supervivencia es un juego de suma cero.

Los fenómenos migratorios son complejos y multifacéticos, y merecen un análisis profundo que trascienda el discurso simplista de la seguridad y la criminalización. Para abordar la tragedia del migrante, es esencial comprender y desmantelar las estructuras que perpetúan la desigualdad y la exclusión.

Es fundamental defender la idea de que la movilidad humana no debe ser vista como una amenaza, sino como un derecho intrínseco. La lucha contra la crueldad que permea las políticas migratorias de hoy debe ir acompañada de un cambio de paradigma que priorice la dignidad y los derechos de todas las personas, independientemente de su origen.

A menudo se ignoran los aportes económicos y culturales que los migrantes traen consigo. En lugar de ser una carga, contribuyen con su trabajo, sus ideas y su resiliencia, enriqueciendo la vida económica y social de las naciones que les acogen. La diversidad cultural se convierte en un motor de innovación y creatividad, así como un puente que permite el entendimiento entre diferentes comunidades.

Debemos recordar que la migración tiene el potencial de ser un fenómeno transformador. Es una oportunidad para deconstruir nuestras sociedades y construir comunidades inclusivas en las que cada individuo, independientemente de su origen, pueda contribuir al bienestar colectivo. En lugar de ver a los migrantes como un problema, debemos reconocerlos como parte integral de la solución a los desafíos globales que enfrentamos.

Así, un enfoque positivo hacia la migración no solo es posible, sino necesario. Es fundamental promover narrativas que celebren la diversidad, la inclusión y la solidaridad, en lugar de caer en la trampa del miedo y la deshumanización. Al hacerlo, podemos construir un futuro donde todos tengan la oportunidad de prosperar, independientemente de dónde vengan. La migración, en sus múltiples dimensiones, representa no solo una necesidad, sino una riqueza que debemos abrazar.