
Por: YEZID ARTETA DÁVILA
Cuando pasas más de una década en prisión, Viejo Topo, aprendes muchísimo de la condición humana. Más que en las especializaciones que regalan en las universidades. En los pabellones te encuentras con estafadores incorregibles como Emilio Tapia, mitómanos como el extinto John Jairo Velásquez —más conocido como Popeye— o carteristas que saben más de la vida y de la realidad del país que el presidente de un gremio económico. A veces te encuentras con un individuo de la traza de Gary Gilmore, el asesino que poseía un coeficiente intelectual y una vena artística superior al del actual presidente de los Estados Unidos. «Let’s do It» (Vamos a hacerlo), dijo Gilmore antes de que un pelotón de fusilamiento acabara con su vida en la prisión estatal de Utah. Frase que luego tomó Nike como estrategia de marketing: «Just do it» (Sólo hazlo).
En una columna anterior calibré la personalidad de Álvaro Leyva. Un hombre que reúne las cualidades del estafador y el mitómano. Estafó a los periodistas que hicieron fiesta con sus historietas, amén de creerse una suerte de Fouché criollo. Como conspirador es un pobre diablo. Un novato que ha quedado con el culo al aire. No quisiera estar en su pellejo. Si la estupidez fuera un delito, el señor Leyva estaría pagando prisión perpetua. Ciertos señoritos bogotanos que, no tienen ni la menor idea de lo cuesta un café en la calle, el abono de transmilenio o un caldo de pajarilla en el sur de la capital, juegan a la conspiración tal como si estuvieran echando una partida de póquer.
El Nobel de paz Juan Manuel Santos, por ejemplo, en una reciente entrevista disparó a la bartola, tanto así que se pegó un tiro en el pie al tildar de fracaso a las complejas iniciativas de paz del gobierno de Gustavo Petro. El acuerdo de 2016 fue necesario, avanzado en el papel, empero la implementación fue una chapuza durante su gobierno y una desgracia en el insignificante cuatrienio de Iván Duque, como lo reconocen hasta sus propios alfiles. De aquellos polvos estos lados. Cuando se deja al garete la implementación de un acuerdo de paz, la violencia se atomiza.
Santos convoca a Uribe contra Petro, pero no quiso que el ex presidente estuviera en las negociaciones en La Habana para sellar la paz total. Santos dijo que Petro está socavando las instituciones, olvidando que sus antepasados liberales, junto con los conservadores desataron a mediados del siglo pasado una violencia sectaria y homicida que cobró la vida a más de trescientos mil colombianos y colombianas. Más haría el ex presidente Juan Manuel Santos en honrar la proverbial figura de Nelson Mandela a través de la fundación «The Elder» de la que hace parte, que echándole leña al fuego. El Nobel de Paz que le entregó el Comité Noruego es para contribuir a la reconciliación, no para hacer politiquería de quinta categoría.
Fue un general —Rojas Pinilla— quien le salvó el trasero a los Lleras, Gómez, Pastrana, Ospina y otras familias que incendiaron al país mediante una retórica salpicada de odio. En los balnearios del Mediterráneo español, lejos de los cortes de franela y la homogenización sectaria de los pueblos, el liberal Lleras Camargo y el conservador Laureano Gómez hicieron un acuerdo a su medida: tú y yo nos repartimos el poder de forma equitativa mientras esos indios se parten la cara a machetazos por nuestros partidos.
El loquillo Leiva, Santos, los presidentes de los gremios, los propagandistas travestidos de periodistas y la infinita lista de candidatos por la derecha, tratan por diversos medios de forzar en el país una atmósfera contra el Presidente de la República. Una especie de “momento destituyente” que detenga el plan de reformas que el gobierno procura para la mayoría social del país. Reformar, Viejo Topo, a través de los poderes que la Carta Fundamental y las leyes otorgan al Ejecutivo y el Legislativo no es un acto arbitrario como lo vociferan los aprendices de conspiración. El plan de reformas no se puede detener.
Yezid Arteta Dávila
Escritor y ensayista. Pasó por la guerrilla y la prisión. Profesor de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona.