
Un Llamado Global a la Acción frente al Genocidio en Palestina
«si nosotros no actuamos ahora, no sólo traicionamos al pueblo palestino, sino que nos convertimos en cómplices de las atrocidades cometidas». Gustavo Petro.
20/07/2025
Hugo René Orejuela, periodista de la Radio Air Libre de Bruxelles y miembro del equipo de edición de KontraPortada.
El 15 y 16 de julio, Colombia se convirtió en el epicentro de una reunión ministerial convocada por el Grupo de La Haya, un bloque internacional que reúne a países comprometidos con la búsqueda de una solución pacífica y duradera para el conflicto israelí-palestino. En un contexto de crisis humanitaria en Gaza, esta conferencia no sólo fue un llamado a la acción; fue un grito de auxilio en defensa de los derechos humanos y del derecho internacional.
Desde su surgimiento, el Grupo de La Haya ha buscado ser un faro de esperanza en medio de la oscura realidad que enfrentan miles de palestinos. Esta urgencia es palpable en las palabras del presidente colombiano, Gustavo Petro, quien a lo largo de su mandato ha enfatizado la necesidad de pasar de las palabras a las acciones concretas y decisivas. La frase «si nosotros no actuamos ahora, no sólo traicionamos al pueblo palestino, sino que nos convertimos en cómplices de las atrocidades cometidas» calan en el imaginario colectivo, recordándonos que, ante el sufrimiento humano, la inacción es, en sí misma, una forma de violencia.
La reunión tuvo una agenda estructurada en tres ejes fundamentales. La primera jornada se dedicó a escuchar a las voces de la sociedad civil, un aspecto crucial que ayuda a dar forma a las decisiones políticas. La participación de organizaciones y movimientos sociales proporcionó un marco más amplio para entender las implicaciones del conflicto y cómo estas afectan a las comunidades. Estas voces, muchas veces silenciadas en foros internacionales, vieron en este encuentro una oportunidad para exponer sus demandas y colaborar en la construcción de un camino hacia la paz.
El segundo día se centró en los representantes de más de 30 Estados, donde se discutieron medidas prácticas a corto y medio plazo. La pregunta en el centro del diálogo fue: «¿Qué se puede hacer para detener el genocidio?». No se trató solo de un intercambio formal de ideas, sino de un llamado a la responsabilidad colectiva, reconociendo que cada nación, independientemente de su tamaño o influencia, tiene el poder de impactar el curso de los acontecimientos en tierras lejanas.
Finalmente, la clausura del evento trajo consigo la voz de Francesca Albanese, relatora especial de la ONU, quien ha sido una defensora incansable de los derechos humanos en Palestina. Su presencia simbolizó no solo el apoyo internacional a la causa palestina, sino también el compromiso de organizaciones globales para condenar violaciones a los derechos humanos en todas sus formas.
Sin embargo, su inclusión también resaltó las tensiones que aún existen a nivel internacional, especialmente en relación con las sanciones impuestas por Estados Unidos y el rechazo de Israel a los llamados de justicia.
A lo largo de la reunión, se evidenció la complejidad del tema palestino, que se transforma en un microcosmos de cuestiones más amplias sobre el derecho internacional, la ética en la política externa y la moralidad de la intervención humanitaria. Por un lado, un enfoque subjetivo se centró en el sufrimiento humano y la urgencia de actuar, mientras que la perspectiva objetiva abordó la necesidad de estrategias diplomáticas y legales que promuevan un avance real hacia la paz.
Es fundamental que los discursos que surgen de estos encuentros no sean simplemente palabrerías vacías. La esencia de la reunión radica en la voluntad de transformar la indignación en acción concreta. Es un recordatorio de que la comunidad internacional tiene el deber moral y legal de responder ante situaciones de injusticia y violación de derechos. Sin embargo, el camino hacia la implementación de políticas efectivas está plagado de desafíos políticos, económicos y sociales.
El futuro del Grupo de La Haya dependerá de su capacidad para mantenerse unido y avanzar en una agenda común, basada en principios sólidos de autodeterminación, justicia y responsabilidad. Los países miembros deben trabajar en colaboración, a pesar de las diferencias políticas internas y externas, para fortalecer su voz en la arena internacional. Esta unión no solo beneficiaría a Palestina, sino que también enviaría un mensaje poderoso sobre el respeto a los derechos humanos y la necesidad de un orden internacional basado en la cooperación y la equidad.
La Reunión Ministerial de Emergencia sobre Palestina en Colombia ha marcado un hito en la lucha por una paz justa y duradera en el Medio Oriente. Su legado no será solo el resultado de las declaraciones y compromisos firmados, sino de la capacidad de los gobiernos involucrados para convertir esas palabras en acciones efectivas en favor de los derechos humanos. En un mundo donde las atrocidades parecen volverse parte del paisaje cotidiano, es imperativo que la comunidad internacional se levante, exija rendición de cuentas y trabajen juntos por un futuro más justo, donde la dignidad humana sea el eje central de todas las decisiones.
En última instancia, el éxito de esta conferencia dependerá de nuestra disposición colectiva para abrazar el cambio, para desafiar el statu quo y para recordar que detrás de cada discurso y cada resolución hay vidas humanas esperando justicia, paz y reconocimiento. Erigiendo puentes entre países y promoviendo un diálogo sincero, podemos comenzar a desmantelar las estructuras de opresión y construir un futuro donde la esperanza supere al miedo.