
Por: Rubén Zamora
La encrucijada de la paz total plantea una necesaria reflexión sobre la ruta a seguir, podríamos finalizar este gobierno en medio de una guerra total o manteniendo el esfuerzo por avanzar hacia una paz total, que fue la propuesta más significativa de la campaña del candidato Gustavo Petro y el propósito más importante del Plan Nacional de Desarrollo: “Colombia Potencia Mundial de la Vida”. Ciertamente el tiempo es corto en este gobierno, sin embargo, podríamos lograr avances significativos.
A propósito de este tema el Papá Francisco, en su sabiduría y amor por la vida señaló: “Hermanos y hermanas, la guerra es una ilusión, es una derrota, no traerá nunca la paz, no traerá nunca la seguridad, es una derrota para todos, especialmente para quien se cree invencible. ¡Deténgase por favor!”. Considerar tan profunda reflexión en estas circunstancias, es un homenaje a su memoria y una muestra de compromiso con el país del dolor y de la necesidad de resiliencia.
Ciertamente no podemos mantener negociaciones eternas que no conduzcan a la paz, ni pretender imponer un modelo de negociación que tampoco ayude a encontrar el camino de la concertación. La paz exige de las partes contendientes muestras irrefutables de compromiso con la vida, con los derechos humanos y con transformaciones que conduzcan a la superación de las causas históricas de la guerra. Sin embargo, se debe entender que es un proceso que toma tiempo, que debe ser muy asertivo y que se debe ir consolidando en la medida que avanza el proceso.
El mismo presidente ha reconocido que no se deben repetir errores del pasado, indica que es necesario un diseño transformador del conflicto armado concertado también con quienes han sufrido el rigor de la violencia en los territorios. Desde luego que construir la paz implica reconocer muy bien el contexto y por poner el viento a su favor.
Es obvia la preocupación del jefe de Estado, es que han sucedido hechos muy graves que estimulan la guerra, sin embargo, mientras exista voluntad política de dialogo en las partes contendientes, es necesario conversar hasta buscar entendimientos y soluciones de fondo. Y por supuesto que a esa voluntad política hay que añadirle pruebas incuestionables de compromiso con la paz de quienes hacen parte del proceso.
Hablar de volver a la Mesa de Dialogo con el ELN nos acerca a la posibilidad de terminar la confrontación fratricida en Catatumbo, como un gesto de humanidad y de voluntad de paz de quienes fracasan y hacen fracasar al territorio en medio de una guerra absurda y fratricida.
Mi llamado al presidente de la Republica es a reanudar los diálogos de paz con el ELN, a reanudar el cese al fuego bajo definiciones muy precisas que pongan fin a prácticas injustificadas en medio de una negociación de paz. Ninguna razón nos debe llevar a una guerra total, menos cuando viene un periodo que exige el ejercicio de plenas garantías democráticas, especialmente en los territorios afectados por el conflicto.
La sociedad debe hacer seguimientos y verificación al cese al fuego, como debe ser muy robusta la participación su en las negociaciones de paz. La participación de los territorios en las conversaciones de paz es lo que más legitimidad le da al proceso. La sociedad ayuda a poner límites a la irracionalidad y a enriquecer los contenidos que han de transformar los espirales de violencia, dándole vigor a todo cuanto da significa valor a la vida, al entendimiento, a la concordia, a la política del amor y a la esperanza.
Finalmente, recordar que nadie pierde más credibilidad que quien niega con sus actos todo cuanto pregona. Es necesario ofrecer incontrovertibles voluntades de paz.