
A la pesadilla del sueño americano se le deslizó la máscara. En el espejo de palestina, los pueblos del mundo quedan, a su merced, del poder global, develando quien es quien, unos el dolar, otros los brics. Al final no hay salida sensible, cuando todas las partes de la contradicción en lucha, aspiran el botín del modelo económico. Mientras Dios, el milagro y El Salvador cruzan los brazos, mirando la muerte imperial en Gaza, a cambio de un trozo y un eructo del diablo (gas y petróleo). Ahí, queda disuelta la humanidad en el individualismo, para imposibilitar unirnos en la lucha: la de internacionalizar en el combate la respuesta de la lágrima.
Desde hace tiempo se le ha financiado a los pueblos amigos la deshonestidad, unos pagan negándonos tres veces la vida y la visa; otros imitando de payaso burdo se alían al enemigo, algunos con xenofobia y campaña mediática, o prestando las cárceles a cambio de dinero mal habido al cobrar por negar el derecho de andar por esta tierra de nadie haciendo el horizonte. Y todos la deben y todavía no pagan, ni con demandas.
Quien no incursiona integral al profundo y simple significado de la vida no sabrá preocuparse por el lugar al que pertenece, y menos acertar donde ir para coincidir con su carencia. Toda esta retórica viene al caso, en tanto que siempre se ha dicho, que el sueño americano no es un sueño sino una pesadilla, y para muestra un botón irrefutable, en estos momentos comprobado. Tampoco es una alternativa amable, pero sí un señuelo económico para incautos necesitados de saciar una pobre ambición.
Una caterva de emigrantes británicos se instalaron en esas tierras indigenas, como si fueran sus casas, imponiendo a sangre y fuego contra los ingleses, y los indigenas. Primeramente fundaron 13 colonias en tierra ajena, ya habitada milenariamente por poblaciones originarias. Colonias llamadas ridículamente en su contexto y con déficit de sustento legítimo los EE.UU., fundandolo como país en 1776. Independizados de su mentor los tipos llegaron a esa tierra y se adueñaron de ella por la fuerza, a traves del genocidio a los originarios que habitaban allí por milenios, cuya sabiduría les había enseñado, que solo pertenecían a la tierra como una flor, un pájaro o un río, y eran hermanos del viento y sagrados sus muertos, como lo dijo el indio Seattle jefe del pueblo Duwamish, quien murio en un pedazo de tierra llamada reserva o zoologico, para el fin da los mismo, luego de pertecer a toda aquella arrasada, ultrajada y expropiada tierra por tambien aquellos pichones de imperio, hoy llamados colonialmente los EE.UU, padres de los emigrantes contra emigrantes.
Y a estos emigrantes colonizadores criminales, les dio por llamarse los Estados Unidos de América, gustándoles que los llamaran “los americanos” hasta llegar a creerse dueños de América y ahora del mundo. Una Casta Superior al estilo Ario o Nazi, capaz de comprarlo todo a lo bélico: gente, naciones y pueblos, de esclavizar, discriminar por el color de la piel y explotar la fuerza de trabajo de los necesitados a cambio de un salario miserable, que supuestamente salde por igual las abundantes necesidades creadas por ellos mismos.
De todas maneras, al margen y sin menospreciar la brecha, Gracias Donald Trump por quitarnos «la esperanza», bajarle la máscara al sueño americano y a la alienación; y devolvernos la posibilidad de construir nosotros mismos, la esperanza que no se espera, sin el modelo rentista ni simbologías decadentes, sin monedas ajenas ni instituciones copiadas. Nada nuevo por cierto, lo que siempre y por siempre nos han sugerido, explicado, analizado, reiterado científica y políticamente y no hemos hecho caso: la independencia alimentaria, “sembrar el petroleo”. Es demasiado sabido y concluyente con argumentos múltiples y sobradas evidencias, que es lo que nos asegurará de nuevo la energía cultural tapiada y excluida. Juntos con dignidad sustentar un modelo agropecuario sensible en conjunto con otros emprendimientos, que sustituya en nuestro territorio el modelo económico imperial, como defensa contra la emboscada del futuro que nos reservan. Es la hora de mirarnos hacia dentro, retomar el Consejo Federal de Gobierno para ir desarrollando el territorio comunal sustentable, a la vez de ir desmontando la institucionalidad verticalmente contradictoria (Gobernaciones, Alcaldías, Consejos Legislativos, Parroquias) que facilita el trabajo al agente dominante del capital global. Y un ejército de empleados públicos sin proyecto vital, que ronda los varios millones de personas desaprovechando sus vidas en la decadencia, contentivos de una gran inventiva en fuerza de trabajo capaz de impulsar el nuevo modelo productivo venezolano, para beneficio de la familia ampliada en comunal. Tanta gente perdiendo su tiempo vital de vivir para un sueño colectivo que ayude a este mundo a desdolernos, a desmorir, también es una triste negligencia. Duplicándose el gasto público en dos Situados Constitucionales, uno para la institucionalidad heredada del poder fáctico. Y la otra muy lentamente en proceso, la del Poder Popular. El olvido de la vida nacional igual esta inmerso allí, similar a un borrador de pizarra, de equivocados pedazos muertos, de lo que podría haber sido la continuidad de la maravilla, que caen efímeros al fondo de la fosa común hecho tiza, como cuando la muerte que no es la nuestra, poco importa.
Ninguna revolución será capaz de sobrevivir usando para sus intereses los símbolos del enemigo, digamos la moneda, las estructuras piramidales expresadas en las heredadas instituciones de la esclavitud, el idioma del conquistador, y sin haber medio avanzado en la liberación alimentaria.
Si no sabemos soltar lo que ya cumplió su preforma, alcanzando el límite de una institucionalidad repetitiva, vencida, corroída, entendamos entonces la vida como un país, estemos seguro que en nada ayudará a un pueblo a morir en paz, agradecido de haberse servido a sí mismo.
Nada se transforma con no dejar crecer lo nuevo, para respirar hay que soltar. Toda la fuerza del universo está en cada quien, como réplica que somos de su energía. Y si se junta como seres sensibles y respetuosos de la Abya Yala, al unirse se logra nuevamente el universo y mucho más, porque se expande también en el hacer, cuando exactamente también es la hora de sembrar los sueños.