Lumumba desafió los atropellos y la barbarie


Reencontrarme con los acontecimientos que signaron la vida de Patrice Lumumba, en estos días cuando se cumplen 59 años de su ejecución, revive la pasión y el dolor por el asesinato del líder que desafió los atropellos y la barbarie aplicados a África en el siglo XX, y desnudó, desde su muerte, la ignominia, explotación y genocidio de Europa y Norteamérica en este continente durante la Guerra Fría.

Lumumba nació en Onalua, provincia de Kasai, de la hoy República Democrática del Congo, en 1925, y creció en el corazón de una familia de agricultores. Su dedicación a los estudios en la escuela católica le brindó el privilegio de ir a Bélgica, donde presenció cómo se usufructuaban las riquezas minerales de su país. Trabajó como oficinista en una sociedad minera hasta 1945, y luego como periodista crítico en Kinshasa, antigua Leopolville, allí difundió su ideal anticolonialista escribiendo para varios medios impresos.

En 1954 recibió su carta de matriculado, privilegio que brindaba la colonia belga a muy pocos hombres de color. Luego de esto, creó la Asociación de Personal Indígena de la Colonia y tuvo la posibilidad de conversar con el rey Balduino I de Bélgica sobre la situación de la gente en su país.

El 5 de octubre de 1958, en una determinada lucha para descolonizar la hoy República Democrática del Congo, fundó el Movimiento Nacional Congoleño, orientado a crear un Estado laico e independiente que ayudara a superar las diferencias y a fundar un espíritu nacionalista. En ese tiempo participó en la Conferencia Panafricana en la ciudad de Acra, en Ghana, y estableció relación con círculos anticolonialistas y líderes de Argelia, Camerún y Ghana, con quienes coincidió en atacar el regionalismo, etnismo y tribalismo, porque no contribuían con la independencia de sus pueblos.

En un momento en que Europa se replanteaba un reacomodo en su geopolítica en África, el Movimiento Nacional Congoleño participó y ganó las elecciones en 1960. Por su carrera, trayectoria y compromiso político y social, Patrice Lumumba se convirtió en el Primer Ministro elegido de forma democrática. Allí alcanzaron la breve independencia de su país sobre Bélgica, colonia que nunca pretendió renunciar a sus derechos sempiternos sobre el Congo.

En su discurso para la toma de posesión como Primer Ministro de la República Democrática del Congo y ante la presencia del rey Balduino I, que aspiraba a ser elogiado en dicho acto, Lumumba orientó su discurso hacia el pueblo congolés y arreció contra la postura monárquica y colonial de Bélgica sobre su nación y el continente, denunciando los atropellos y genocidio sufrido por su pueblo en toda su historia y decretó la africanización de su ejército.

Bélgica no perdonó ese atrevimiento y en su reacción impulsó la secesión de la provincia de Katanga, territorio que acumula las mayores riquezas minerales del país, y condenó a la República Democrática del Congo a cancelar toda la deuda de esa nación con la colonia, proceso que ahogó la economía congolesa y creó fracturas en la concepción de un Estado progresista.

Seis meses después de haber asumido el cargo como Primer Ministro, fue destituido por el presidente Kasa-buvu. Lumumba se negó a renunciar y el Consejo de Ministros y el Parlamento votaron para mantenerlo en el cargo. En este escenario, Lumumba destituyó a Kasa-buvu, pero le dieron un golpe de Estado, con la venia de Bélgica y Estados Unidos, donde el coronel Joseph Mobutu asumió el control. La ONU se negó a dar protección a Lumumba y éste pidió apoyo al Gobierno soviético, pero los esbirros de Mobutu le emprendieron una mortal persecución. La CIA, en una acción ejecutiva, ordenó asesinarlo para cuidar los intereses de las multinacionales estadounidenses en la región.

En septiembre de 1960, Mobutu tomó el poder en la capital y aplicó una brutal represión contra todas las organizaciones políticas del país leales y simpatizantes de Lumumba. El 10 de octubre, el ejército del Congo y la ONU arrestaron a Lumumba, quien logró escapar y huir hacia Stanleyville. El 2 de diciembre el ejército volvió a capturarlo y las tropas de la ONU se hicieron la vista gorda cuando fue apresado y torturado.

Inicialmente fue trasladado a Leopoldville, expuesto y vejado ante periodistas y diplomáticos, luego fue maltratado y torturado de manera sistemática, pero manteniendo su moral firme y desafiante frente a tan abismal acción y ante el silencio de la comunidad internacional.

Finalmente fue trasladado a Katanga y, como prueba de supremacía de la CIA y la Colonia Belga, ejecutado el 17 de enero de 1961. Su cuerpo fue sumergido en ácido para no dejar evidencia.

El imperio yanqui y los colonos belgas anunciaron que lo habían asesinado “campesinos airados”, y quisieron hacer creer que fueron “enemigos congoleños”, aspirando sembrar en el imaginario del mundo la idea de que los pueblos africanos no eran capaces de gobernarse a sí mismos.

Lo cierto fue que el presidente norteamericano Dwight Eisenhower ordenó su muerte desde la Casa Blanca en agosto de 1960. La tarea fue asignada a la CIA en las manos del agente Frank Carlucci, quien años después fungió de secretario de Defensa de Ronald Reagan.

Cuando fue brutalmente asesinado, Lumumba tenía 35 años. Su muerte indignó a millones de personas en el mundo. En el Congo hubo revueltas sociales, pero ninguna alcanzó a convertirse en lucha armada o ejército popular, frente a la brutal represión de las tropas de la ONU y los mercenarios que, junto a las fuerzas de facto, azotaron la nación.

Símbolo de la lucha de los pueblos africanos por su libertad, su ejemplo y memoria quedaron sembrados en todo el mundo.

Hoy los pueblos del mundo, azotados por los imperios, yanqui y europeo, continúan la lucha por la independencia, y el grito anticolonial de Lumumba acompaña cada batalla por la libertad.

La fuerza desafiante de su palabra

Patrice Lumumba no representó peligro ni para la CIA, la Colonia de Bélgica ni para el imperio estadounidense hasta el momento de tomar posesión como Primer Ministro. Estos siempre pensaron que el Movimiento Nacional Congoleño era aliado para mantener el coloniaje en un nuevo escenario.

Lo que desencadenó la furia de Bélgica y del rey Balduino I fue su discurso anticolonialista en su toma de posesión, donde Lumumba denuncia los atropellos históricos al expresar:

“Durante los 80 años del gobierno colonial sufrimos tanto que todavía no podemos alejar las heridas de la memoria. Nos han obligado a trabajar como esclavos por salarios que ni siquiera nos permiten comer lo suficiente para ahuyentar el hambre, vestirnos o encontrar vivienda, o criar a nuestros hijos como los seres queridos que son. Hemos sufrido ironías, insultos y golpes, día tras día, nada más porque somos negros”. Condena el sistema jurídico colonial que sirve al Rey y al imperio. “Las leyes de un sistema judicial que solo reconoce la ley del más fuerte nos han arrebatado las tierras. No hay igualdad, las leyes son blandas con los blancos pero crueles con los negros. Los condenados por opiniones políticas o creencias religiosas han sufrido horriblemente, exiliados en su propio país, la vida ha sido peor que la muerte”.

Y declara la muerte de la colonia:

“Pero nosotros, los que vamos a dirigir nuestro querido país como representantes elegidos, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, declaramos en voz alta que todo esto ha terminado ya. Se ha proclamado la República del Congo y nuestro país está en manos de sus propios hijos”.Fueron razones suficientes para desatar la furia de quienes
se creen amos del mundo.

Ciudad CCS / José Javier Sánchez
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