Nuevos tiempos monetarios: ¿Como Alemania, Cuba, Ecuador o Zimbabue? (I Parte)


Por: Luis Salas Rodríguez

Como se comentaba en la más reciente editorial de 15yultimo.com, las venideras presidenciales de mayo tienen una particularidad: además de elegir entre dos candidatos –simplificando entre las dos opciones con chance real existentes- los venezolanos y las venezolanas tendremos que hacerlo entre dos nuevos sistemas monetarios. Del lado oposicionista, el candidato Falcón y particularmente su anunciado ministro de economía, Francisco Rodríguez, han ofertado la dolarización como salida a la situación crítica actual. Y del lado del gobierno, todas las apuestas económicas pasan cada vez más por la “cripto-moneda” El Petro, al punto que se ha llegado a afirmar que después de las elecciones advendrá la prosperidad impulsada por el mismo.

A este respecto, los primero que hay que decir es que si bien es novedoso que unas presidenciales tomen un sesgo monetario en sus ofertas, no lo es que de situaciones similares a la que atraviesa Venezuela actualmente, se deriva hacia escenarios donde lo monetario acapara la atención. Es decir, no sería la primera vez que luego de un rally “hiperinflacionario” se cambie la moneda de curso legal de un país. De hecho, la experiencia histórica demuestra que, salvo excepciones, eso es justo una de las primeras cosas que pasan. De tales experiencia es de donde suponemos se inspiran las actuales propuestas de suplantar al bolívar como moneda oficial del país, tanto en la “radical” propuesta dolarizadora de carácter neoliberal, como en la “críptica” propuesta de El Petro.

Ahora, como suele suceder en estos casos, y dado además el carácter maniqueo de buena parte del debate político-económico nacional de los últimos años, ocurre que termina reduciéndose el panorama por causa de cierto fetichismo conducente a pensar que basta con cambiar la moneda para que comiencen a solucionarse todos nuestros problemas. Y esto no solo es un juicio errado: es peligrosamente errado, pues entre otras cosas puede conducir a ofertas engañosas que compliquen todavía más la ya en extremo compleja situación actual.

Y es que entre otras cosas, si bien es cierto que existe un debate en torno a las razones del desbarajuste de precios actual, de algo en lo que creo todos podemos estar de acuerdo es que, por más “hiperinflación” que haya, el único problema que padece la economía venezolana no es precios, lo que incluye no subestimar una confrontación política interna y externa que, tal y como se ven las cosas al sol de hoy, nada indica que necesariamente amainará tras las elecciones de mayo si no más bien puede que todo lo contrario.

Lo que esto quiere decir, es que por más urgente y útil que sea “parar” las corridas especulativas de precios, eso sería solo el comienzo de una serie de acciones que hay que tomar y problemas a resolver, por lo cual no puede considerarse un fin en sí mismo. Tenemos, por ejemplo, un cuasi-colapso de varios servicios básicos, un déficit (y éxodo) de mano de obra (más aún calificada), una casi nula propensión privada a la inversión productiva, caída o estancamiento del ingreso en divisas y la producción petrolera, restricción energética (que puede agravarse aún más “gracias a la madre naturaleza”, en el caso de la electricidad), contrabando de extracción, economía ilegal y un largo etcétera, todo lo cual no se va a solucionar solo cambiando la moneda. Pero adicional a ello, dada la fuerte carga política del tema económico venezolano, de no resolverse la conflictividad política sea con la moneda que sea, resulta obvio que la conflictividad económica tampoco mejorará. Un tema a considerar a este respecto son las sanciones norteamericanas contra el país, las cuales es de suponer se mantendrán de continuar el chavismo y que en cualquier momento alcanzarán a El Petro, tal y como hemos alertado con anterioridad.

Por los demás, resulta escandaloso la manera irresponsable -por decir lo menos-, que promotores del reemplazo al bolívar tienen de hacer referencia a las experiencias de sustituciones monetarias de otros países para promocionar las suyas. Este, desde luego, es el caso de los fanáticos de la dolarización, quienes citan alegremente experiencias como la ecuatoriana, la panameña o la de Zimbabue, descontextualizando elementos claves de dichas experiencias, adulterando otros y evadiendo aquellos que no les convienen.

En el caso de quienes promocionan El Petro, esto ciertamente no pasa ni puede pasar, dado que no existen experiencias previas de moneda que sean sustituidas por criptomonedas. Sin embargo, hay que decir en no pocas ocasiones se esquivan temas claves de orden estrictamente económico social implicados en el mismo, con una retórica ciber y anti-hegemónica que poco dice y muchas veces enreda más que aclara. A todas estas, por lo demás, y tal como hemos advertido en otros espacios, hay que estar conscientes que por más novedades tecnológicas implicadas en la tecnología de las blockchains, en lo atinente a su uso monetarios rigen las mismas reglas que regían para cuando se comercializaba con conchas marinas o para cuando se inventaron los billetes.

Así las cosas, la idea de los textos que a partir de esta entrega iremos publicando, es ofrecer a nuestros lectores panoramas de posibilidades, basándonos  en una lectura lo menos maniquea y lo más objetiva posible de experiencias previas de sustituciones de monedas. Esto, en primer lugar, a fin de tener como ciudadanos y electores mayores herramientas a la hora de elegir entre las opciones planteadas, y en segundo lugar, en la medida de lo posible, brindar a los decisores y promotores –de El Petro, obvio- elementos, alertas y recomendaciones que sirvan para evaluar y orientar de mejor manera sus políticas.

Los casos que hemos seleccionado de transiciones y sustituciones monetarias para nuestra panorámica, al parecernos más representativos y comparable con el nuestro pese a sus evidentes diferencias entre sí, son los siguientes: Alemania, Cuba, Argentina, Ecuador, Panamá, El Salvador, la Unión Europea y Zimbabue. En algunos casos (como el de Alemania y Zimbabue) previo a las sustituciones de las monedas se vivieron episodios hiperinflacionarios graves. Pero además –como veremos en su momento- razones políticas impulsaron los mismos, como fueron las sanciones internacionales derivadas de la derrota en la Primera Guerra Mundial, en el caso de la primera, y por parte de la “Comunidad Internacional” en el caso del segundo por razones políticas de orden interno. Esto último es similar al caso de Cuba, donde una de las consecuencias del bloqueo y herencia del período especial, es la existencia de un régimen bimonetario con complejas consecuencias no solo económicas sino también sociales.

En los casos de Argentina, Ecuador, Panamá y el Salvador, veremos las experiencias disímiles que han tenido los experimentos dolarizadores así como sus costos asociados. En el caso específico de Argentina, además nos interesa los intérvalos en los cuales surgieron cuasimonedas, una serie de monedas informales que se utilizaban ante la falta de efectivo, tal y como está empezando a vivir e nuestro país. Y en el de la Unión Europea, las implicaciones que suponen para sus países entregar su soberanía monetaria en las manos de terceros que, en cuanto tales, terminan imponiendo sus intereses (comerciales, políticos, etc.) sobre el de sus “socios”.

Pero todos estos casos concretos los veremos a partir de la próxima entrega.

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