Curiosidades de los Premios Nobel de Literatura en español


Cinco autores españoles y seis latinoamericanos han recibido el Nobel de Literatura desde su primera edición en 1901. El último galardonado fue Mario Vargas Llosa en 2010

PARA COMPARTIR

El primer #premionobel en #español fue José de Echegaray en 1904

el #premionobel en #español más reciente fue Mario Vargas Llosa en 2010

Caracas.-La semana pasada se despejó la incógnita sobre la identidad del Premio Nobel de Literatura 2016. Y de qué manera. Por primera vez en la centenaria historia de los galardones, éste se entrega a un cantautor: Bob Dylan, referente de la música popular estadounidense del último medio siglo. Como era de esperarse, no ha faltado la polémica, aunque ésta es parte del paisaje de los Nobel. No es ni remotamente la primera vez que ocurre. Y de seguro no será la última.

¿Tienes algo que decir?

Inicia la conversación y sé el primero en comentar.

La controversia acompañó la vida del padre de los premios. El químico sueco Alfred Nobel (1833-1896) se hizo millonario tras inventar y patentar la dinamita. Pero en sus años finales tuvo escrúpulos de conciencia por las inquietantes aplicaciones bélicas que su creación empezaba a tener. Por ello, en su testamento destinó el 94% de su inmensa fortuna de 33 millones de coronas a una fundación que premiara anualmente a aquellas personas que hubieran beneficiado a la humanidad en las áreas de Física, Química, Medicina, Literatura y Paz, sin importar su nacionalidad. La categoría de Economía se creó en 1968.

Desde su primera edición en 1901, la Academia Sueca ha premiado a 113 escritores. En los siguientes párrafos hablamos de los once galardonados en lengua española.

La primera polémica

Tras instituirse los Premios Nobel, muchos no dudaban de que el primer galardón sería para el que era considerado el más grande escritor vivo, así como uno de los gigantes literarios de todos los tiempos: León Tolstoi, autor de libros capitales como “La Guerra y la Paz” y “Ana Karenina”.

Pero contra toda previsión, la Academia Sueca causó en 1901 el primero de los muchos escándalos y omisiones que caracterizarían sus decisiones futuras. Otorgó la medalla con la efigie de Alfred Nobel a René Sully Prudhomme, definido por Tomás Eloy Martínez como “un simbolista francés que escribía versos tan impecables como vacuos”.

La indignación causada por esta decisión hizo que por primera (y única) vez el comité justificara su veredicto: “Tolstoi ha condenado todas las formas de civilización existentes, e insiste en adoptar en su lugar estilos de vida primitivos, aislados de todos los preceptos de la alta cultura”. El maestro ruso ya había encendido antes la controversia, pues confesó a un diario sueco que de recibir el galardón, donaría el dinero a una secta cristiana que predicaba la castidad, la no violencia y el no consumo de alcohol.

Cuarenta y dos escritores y figuras culturales suecas incluso llegaron a dirigirle a Tolstoi una carta de desagravio, que el novelista respondió con humor: “Estoy muy contento con mi exclusión. En primer lugar, me he librado del problema de disponer de ese dinero, que, como todo dinero, sólo puede hacer el mal, de acuerdo con mis convicciones. Y luego, porque me ha procurado el honor y el gran placer de que tantas personas estimables y desconocidas me hayan expresado su simpatía”.

Durante sus restante nueve años de vida, Tolstoi fue nominado una y otra vez y rechazado otras tantas. Hasta hoy sigue siendo un referente literario de Occidente, mientras que Sully Prudhomme, el primer Nobel, permanece relegado en un dulce olvido.

Los primeros Nobel españoles

En sus inicios, la Academia Sueca no se basaba tanto en los méritos propiamente literarios de un autor, sino más bien en honrar a las grandes personalidades de su tiempo. Esto fue sin duda lo que pesó para seleccionar al primer premiado en lengua española.

José de Echegaray fue ingeniero, físico, político y quizás el mejor matemático del siglo XIX español. Creó el Banco de España, fue ministro de Fomento y Hacienda, senador y académico de la lengua. También escribió unas setenta obras de teatro, la mayoría de ellas en verso, con las que logró en su día un gran éxito.

El Nobel de Literatura que ganó en 1904 causó indignación en los autores españoles y latinoamericanos más jóvenes (entre ellos  Azorín, Miguel de Unamuno y Rubén Darío), quienes consideraban que las piezas melodramáticas de Echegaray obedecían a fórmulas literarias y estéticas ya anticuadas. No les faltaba alguna razón, pues hoy casi nadie las recuerda.

El desprecio que Echegaray inspiraba en los círculos literarios de vanguardia era tan grande que Ramón del Valle Inclán, uno de los grandes escritores del país ibérico, lo llamaba “viejo idiota” y se negó a recibir una donación sanguínea de su parte: “No quiero su sangre, está llena de gerundios”, argumentó. Ni siquiera la muerte en 1916 supuso la paz para el maestro, pues uno de sus críticos escribió este epitafio: “Aquí yace el siglo XIX”.

Otro autor teatral español se hizo merecedor del segundo Nobel en castellano: Jacinto Benavente, quien recibió el premio en 1922 por “por la suma total de su obra teatral y por la afortunada manera en que ha continuado la ilustre tradición del teatro español”. Aunque su teatro cómico y costumbrista tuvo en su día gran aceptación de público y fue base de diversas películas y adaptaciones televisivas, en la actualidad está bastante olvidado. Entre sus piezas destaca la divertida “Los intereses creados” (1907), cuyo prólogo recita el propio Benavente en el siguiente video.

El primer Nobel latinoamericano

El olvidado primer Nobel de Literatura español, José de Echegaray, compartió su galardón con Frederic Mistral, un poeta francés reconocido por resucitar literariamente la olvidada lengua occitana.

Años después, una joven chilena llamada Lucila Godoy Alcayaga tomó el apellido de aquel lírico galo y lo juntó con el nombre del autor italiano Gabriele D’Annunzio (pues los admiraba a ambos) para crear su seudónimo literario.  Pasó a ser conocida como Gabriela Mistral y fue educadora, embajadora y una de las grandes voces poéticas de las letras latinoamericanas.

Siendo diplomática en la ciudad brasileña de Petrópolis en 1945, Mistral recibió la noticia de la concesión del premio Nobel. Era la primera figura literaria latinoamericana en obtenerlo. Ella misma contó después: “Caí de rodillas frente al crucifijo que siempre me acompaña y bañada en lágrimas oré: “¡Jesucristo, haz merecedora de tan alto lauro a ésta tu humilde hija!”. Como no tenía clara la indumentaria que usaría en aquellas latitudes nórdicas, aceptó que la esposa del ministro plenipotenciario de Suecia le prestara su abrigo de pieles.

Hasta su muerte en 1957, Gabriela Mistral restó importancia al premio Nobel, al que se refería como “eso de Estocolmo”. En el siguiente video la propia poetisa recita â€œMeciendo”, uno de sus poemas más famosos.

El burrito y el Nobel

A la edad de 25 años, Juan Ramón Jiménez ya se había labrado un gran prestigio en el panorama poético español. Por ese entonces (1906) su fobia social lo hacía recluirse por largas temporadas en la finca familiar  de Fuentepiñas, provincia de Huelva.

En ese ambiente tranquilo, Juan Ramón hizo de un burro su confidente. Paseaba por los terrenos de la propiedad en su compañía y lo hacía partícipe de sus inquietudes. La muerte del animal, al que enterró bajo el pino ubicado cerca de la casa principal de la finca, lo afectó muchísimo.

Años después, el poeta sintió la necesidad de poner por escrito el recuerdo de aquel compañero inolvidable. En 1914 entregó a la imprenta una pequeña novela cuyas primeras líneas figuran entre las más famosas de nuestro idioma: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro”.

Las décadas siguientes consolidaron a Jiménez como uno de los mayores poetas de la lengua española, lo que tuvo en cuenta la Academia sueca para hacerlo merecedor del Nobel de Literatura en 1956. Pero Juan Ramón solo acertó a susurrar un doloroso “ahora” tras saber la noticia, ya que por entonces su esposa y principal apoyo, Xenobia Camprubí, había perdido la batalla contra el cáncer.

El poeta no se sintió animado a ir a recoger su galardón. En su nombre lo recibió el rector de la Universidad de Puerto Rico, isla en la que Jiménez residía tras exiliarse de España por la Guerra Civil y donde terminaría muriendo en 1958.

En este video, el propio Juan Ramón Jiménez recita su poema “Retorno fugaz”.

Nobel centroamericano

En la última gran entrevista que concedió en vida, el intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri habló de un gran amigo de su juventud parisina: “Con Miguel Ángel Asturias tuve una amistad toda la vida, era un hombre encantador, nos reuníamos en la terraza de La Coupole a conversar de lo divino y lo humano (…). Miguel Ángel tenía una cabeza de indio maya fabulosa, él fue el que el tradujo el “Popol Vuh” al español, del francés”.

En 1967, la Academia sueca concedió el Nobel de Literatura a aquel amigo guatemalteco, cuya obra mezcla los mitos mayas, la experimentación surrealista y la ideología comunista. Entre sus libros figuran “Leyendas de Guatemala”, “Hombres de maíz” y “El señor presidente”, ésta última sobre un ficticio dictador latinoamericano.

Un detective en Estocolmo

Además de ser un investigador de primera categoría, Sherlock Holmes también era un gran melómano. No en balde sacaba tiempo de asistir a los conciertos de dos violinistas que existieron realmente a finales del siglo XIX y comienzos del XX: el español Pablo Sarasate y la austríaca Wilma Norman Neruda. “La ejecución y el golpe de arco de esta mujer son maravillosos”, opinaba Holmes.

Décadas más tarde, en la aldea chilena de Temuco, un joven poeta en ciernes llamado Neftalí Ricardo Reyes Basoalto leía con avidez las aventuras del detective creado por Arthur Conan Doyle mientras pensaba en un seudónimo que ocultara su identidad de su exigente padre, enemigo declarado de la vocación literaria del muchacho.

Quizás encontró lo que buscaba en aquellos dos virtuosos del violín que mencionó fugazmente Conan Doyle, pues tomó el nombre de uno y el apellido de la otra, los unió y empezó a usarlos como su nueva identidad en octubre de 1920.  Publicó la totalidad de su obra como Pablo Neruda, convirtiéndose así en uno de los más grandes autores de nuestro siglo. Sin ir más lejos, es el poeta extranjero más traducido en la historia de Estados Unidos. Nunca explicó de forma definitiva el origen de su nombre, aunque siempre le restó importancia: “¿Hay algo más tonto en la vida que llamarse Pablo Neruda?”, dijo en uno de sus versos.

Tras ganar el Nobel de Literatura en 1971, Neruda fue entrevistado para la televisión por su amigo Gabriel García Márquez, quien lo consideraba “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”. Ambos conversaron sobre las relaciones entre poesía y novela, como puede apreciarse en el siguiente enlace.

l liquiliqui

El Premio Nobel de Literatura 1956 Juan Ramón Jiménez fue influencia fundamental en los poetas españoles agrupados en la llamada “Generación del 27”, a la que pertenecieron nombres como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Ese último, siguiendo la estela del autor de “Platero y yo”, recibió el Nobel de Literatura en 1977, aunque sus problemas de salud le impidieron ir a buscarlo personalmente.

Un elemento fundamental de la ceremonia de entrega de los Premios Nobel es el uso del frac. Este detalle incomodó a Gabriel García Márquez cuando supo que había recibido el galardón de literatura en 1982, ya que consideraba a dicha prenda como portadora de mala suerte

“La única vez que vi a alguien con frac fue a un presidente de la república muerto”, dijo el autor colombiano, quien tomó la decisión de acudir a Estocolmo vestido con una guayabera, “el traje nacional de Caribe” y llevando en la mano una rosa amarilla, “el conjuro de todas las malas suertes que puede haber”. Al final solo cumplió con esto último, ya que recibió su galardón no en guayabera, sino en liquiliqui, prenda usada en los llanos colombianos y venezolanos.

El propio García Márquez donó su ya mítico atuendo sueco en 2003 al Museo Nacional de Colombia, que lo ha expuesto en contadas ocasiones, la última de ellas a comienzos de 2015.

Los aficionados a los libros de “Gabo” estarán de fiesta en 2017, cuando “Cien años de soledad”,su novela cumbre, llegue al medio siglo de existencia. Sobre los arduos 18 meses que tomó su escritura habla García Márquez en esta entrevista ofrecida en 1976.

El Nobel irreverente

En los últimos tiempos ha venido circulando con éxito en las redes sociales una expresión que han puesto a carcajearse y a pensar a más de uno: “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, del mismo modo que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.

Tal destello de genialidad se le ocurrió al escritor español Camilo José Cela cuando era senador en 1977 y el presidente del parlamento lo criticó por quedarse dormido en el recinto.

Además de ser figura protagónica de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX con obras como “La familia de Pascual Duarte” o “La colmena”, que oscilan entre el más crudo realismo y la experimentación formal, Cela fue famoso por su carácter provocador y sus opiniones políticas, ya que por mucho tiempo se le consideró una ficha cultural de la dictadura franquista, pese a los problemas que su obra tuvo con la censura de entonces.

Camilo José Cela llegó a Venezuela en 1953 como parte de una gira por varios países latinoamericanos y llegó a entrevistar al dictador Marcos Pérez Jiménez. El entonces ministro del Interior, Laureano Vallenilla, invitó al autor ibérico a escribir una novela de tema venezolano que pudiera hacerle competencia a la “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos, entonces exiliado del país tras ser derrocado su gobierno en 1948 e ilegalizado su partido Acción Democrática.

Cela no solo aceptó. También concibió un ciclo de seis novelas titulado “Historias de Venezuela” que abarcaría la totalidad de la geografía nacional. Pero tan ambiciosa empresa quedó frustrada cuando su libro “La Catira” salió publicado en 1955. Su uso caricaturesco y forzado del habla popular venezolana causó tal disgusto en la intelectualidad criolla que Cela nunca escribió los otros volúmenes, aunque recibió una jugosa paga de 3 millones de pesetas que usó para comprar un chalet en Mallorca.

El autor gallego siguió publicando libros y exhibiendo irreverencias, como cuando se jactó frente a las cámaras de televisión de su capacidad de absorber litro y medio de agua “de un solo golpe por vía anal”, como se puede ver en el siguiente enlace. El anuncio del Premio Nobel en 1989 no apaciguó su talante: “Me sorprendió. Sobre todo porque me esperaba el de Física”.

Los últimos premiados

Tras el liquiliqui de García Márquez y el Nobel de Literatura (no de Física) de Camilo José Cela, otros dos pesos pesados de las letras latinoamericanos han recibido el premio sueco hasta la fecha

En 1990 lo ganó el mexicano Octavio Paz por su “apasionada obra literaria de amplios horizontes, moldeada por una inteligencia sensual y un humanismo íntegro”. Su extensa producción comprende muchos de los mejores versos de la lengua española, así como lúcidos ensayos en los que abordó temas como la imaginación poética, el erotismo o la cultura mexicana. Entre estos últimos destacan “El laberinto de la soledad” y “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, considerado por Mario Vargas Llosa como el mejor libro de crítica literaria escrito en América Latina.

En 1976, Paz participó en el famoso programa español de entrevistas “A Fondo”, del que forma parte este fragmento en el que el poeta se refiere a asuntos de la política española y latinoamericana.

Una noche de octubre de 2010, a las cinco de la mañana, Mario Vargas Llosa recibió una llamada de Estocolmo para anunciarle que era el nuevo ganador del Nobel. El escritor peruano, autor de clásicos como “La ciudad y los perros”, “Conversación en la catedral”, “La Guerra del Fin del Mundo” o “La Fiesta del Chivo”, se mantuvo cauto: “En ese momento me acordé de una broma que le hicieron al escritor italiano Alberto Moravia. Lo llamaron y le dijeron que había ganado el Nobel. Empezó a celebrarlo y luego era una broma. Le dije a mi esposa: Patricia, si esto es una broma, mejor que no se lo digamos aún a nuestros hijos. Fue una sorpresa”.

No fue una broma, y en diciembre acudió a recibir su premio. A diferencia de su otrora amigo Gabriel García Márquez, Vargas Llosa no tuvo ningún problema en usar el frac.

Mario Vargas Llosa ha reconocido la gran influencia que han tenido en su obra autores como William Faulkner, Jean Paul Sartre, Gustave Flaubert y Víctor Hugo, sobre cuyo libro “Los Miserables” ofreció la charla que puede verse en este video.

El gran ignorado

La Academia Sueca ha premiado a varios de los grandes autores de siglo XX. En sus anales figuran nombres como W.B. Yeats, Luigi Pirandello, Thomas Mann, William Faulkner, George Bernard Shaw, Ernest Hemingway o Samuel Beckett.

Pero las omisiones son mayores, e involucran a buena parte de la historia literaria de la pasada centuria: León Tolstoi, Franz Kafka, James Joyce, Anton Chejov, Henrick Ibsen, Marcel Proust, Virginia Woolf y Vladimir Nabokov, entre otros. En el terreno hispanoparlante, acaso la mayor de la injusticias sea la efectuada contra Jorge Luis Borges.

Suele afirmarse que la negativa de los escandinavos a premiar a Borges tuvo un componente político. Las visitas que el autor argentino hizo en 1976 a los dictadores Jorge Videla (Argentina) y Augusto Pinochet (Chile), así como los encendidos elogios que dedicó a ambos (y de los que después se retractaría), pudieron ser determinantes para que se le cerraran definitivamente las puertas de Nobel.

También problemas personales y literarios pudieron entrar en juego. Según la biógrafa de Borges María Esther Vázquez, un nombre clave en este sentido es el del poeta y secretario permanente de la Academia Sueca Artur Lundkvist (1906-1991), quien tradujo parte de la obra de Borges al sueco.

Vázquez asegura que Lundkvist, hombre de ideas izquierdistas, nunca le perdonó a Borges el que éste criticara sus poemas durante una cena en Estocolmo en 1964. Asimismo, aunque Lundkvist tenía en alta estima la poesía del argentino, tenía grandes reservas con respecto al resto de su obra.

“Lo que pasa realmente es que Borges no ha escrito nada de importancia en los últimos 25 años. Yo he traducido algunas de sus obras y lo considero básicamente un poeta. Su obra más importante es la poesía. Pero ya no es suficiente para el Nobel”, dijo Lundkvist en 1982, cuatro años antes de la muerte de Borges, quien siempre asumió con ironía su condición de no-ganador del premio: “Yo siempre seré el futuro premio Nobel. Es una tradición escandinava”.

Más allá de las posibles razones, siempre permanecerán los cuentos, poemas y ensayos del maestro, repletos de infinitos, bibliotecas y laberintos, así como sus amenas conferencias, entre ellas la que impartió sobre budismo en 1977. En el siguiente enlace pueden oírla.

 

Comentarios de Facebook