¡Ã‘ÁNGARAS DE SOLEMNIDADES! –YLICH CARVAJAL CENTENO


¿Vos sabéis lo que es un ñangara? ¿Alguna vez viste uno? Así llamaban los adecos y los copeyanos a los militantes de la izquierda venezolana que se oponían obstinadamente a su Pacto de Punto Fijo y que, incluso, llegaron a tomar la vía de la lucha armada. Un ñangara era un tipo alza’o, un renegado, un “viento en contra”.

Resemantizada la palabra desde la perspectiva de la izquierda, lo que pretendía ser un insulto se convirtió en sinónimo de rebeldía, perseverancia en la lucha, claridad política y hasta de cierto espíritu de vanguardia. Ser ñangara, parafraseando al comandante Che Guevara, era algo así como subir al más alto peldaño en la escala revolucionaria venezolana.

Entre la gente común se entendía que ser ñangara era dejar de ser Juan Bimba, es decir, dejar de ser pueblo pendejo. La cuestión parece estar tan empotrada en el imaginario venezolano que hace unos años, después del 27 y 28 de Febrero y creo que antes del 4, el maestro Arturo Uslar Pietri llamaba a instaurar la “orden de los pendejos” a abrir los ojos a pesar del “vaporú” de entonces. Hará pronto un año que los venezolanos elegimos a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y una circunstancia que particularmente me llamaba a mí la atención era la cantidad de ñangaras que en medio de aquellos días de guarimbas, trancazos y plebiscitos simbólicos se habían “colado” en la soberana y plenipotenciaria. Allí se sientan desde ex comandantes guerrilleros hasta las más jóvenes promesas del ñangarismo criollo. Por eso no salgo de mi asombro que amenaza con fermentar en frustración: ¡Ã‘angaras de solemnidades! ¡Un año de solemnidades! Aunque está en desuso, los revolucionarios bolivarianos de ahora están resemantizando otra vez la palabra.

Es verdad que la ANC tuvo un éxito tremendo con su mera elección, devolver la paz a las calles de Venezuela tomadas por las guarimbas. Es verdad que a la ANC la convocó el presidente Nicolás Maduro en el uso de sus atribuciones constitucionales y que esta, incluso, logró más votos que los que unos meses después obtuvo el mismo Maduro para su reelección, un detalle que el Jefe del Estado debería releer políticamente con un GPS a mano.

Es verdad que fue una jugada de enorme riesgo y que resultó ser acertada, pero dormirse en los primeros laureles no es de ñangaras, es más, ñangara no cree en esas ridiculeces de pretensiones imperiales a las que aluden los mentados laureles. La ANC no está subordinada al presidente Maduro, es al revés. Es posible que el hecho de que todos sus integrantes son militantes del chavismo cause una especie de alineación automática. El efecto consigna pues, vos la escucháis y sin pensarlo mucho ya la estáis repitiendo o como esa gente que arranca a aplaudir porque otros aplauden, porque no quiere desentonar, le da pena o por mero efecto condicionado. Por eso no está de más recodar lo obvio. La ANC se debe a los venezolanos, a todos los venezolanos, incluso a los que no la votaron y a los que persisten en desconocerla. Es la más alta autoridad institucional del país, el poder de los poderes público y aún tiene la tarea pendiente de recodificar la Constitución nacional, el ADN de la República. En estos momentos de crisis profunda es inaceptable el silencio, la inacción de la ANC ante el sufrimiento y la angustia del pueblo. Resolver la crisis no es una tarea exclusiva del presidente Maduro y temer actuar porque se crea que con eso se le hace “el juego a la derecha” es una excusa decimonónica. Ñangara no come cuentos. Si la ANC no sale del sonambulismo, es decir, de las solemnidades y se ocupa de las tareas apremiantes a las que los convoca la patria aquel “carro de la historia” del que hablaba tanto la izquierda y que ahora sabemos lo empuja y lo conduce el pueblo les pasara por encima.

Lamentablemente, la elección de Diosdado Cabello como presidente de la ANC en una jornada más de solemnidades y discursos de laureles parece ser más una medida para que la Constituyente se mantenga en su modorra, en un eterno desfile militar sin combates, en un eterno celebrar de efemérides patrias sin hacer patria todos los días. Si volvieran los ñangaras, si volviera el ñangarismo aunque los de ahora no sepan exactamente lo que eso significa, si volvieran los combatientes, el canto de turpial en los cardonales de los que hablaba Ali, si el chivo manso fuera montarás, habría una oportunidad de remontar la cumbre.

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